Opinión
Por Emir Sader
Página 12 - Argentina
La
discusión entre el gobierno griego y los responsables por las políticas
de austeridad en Europa resume los dilemas de la humanidad en el nuevo
siglo. De un lado de la mesa, la defensa en contra de la masacre
humanitaria que ha sido impuesta al pueblo griego –especialmente a sus
sectores más frágiles: los más pobres, los sidosos, los niños, las
mujeres–; del otro, los que responden por los dictámenes del mercado.
Ya van algunas décadas que se ha impuesto la centralidad del
mercado. Se volvió al culto de que la mano invisible de la ley de la
oferta y la demanda debiera decidir los destinos de la humanidad.
Ese genial
engendro liberal sirve como pretexto para que las personas renuncien a
conducir el destino de la humanidad. Bastaría con que cada una buscara
satisfacer sus necesidades individuales para que, como por arte de
magia, se generara no sólo el progreso sino también una adecuada y justa
distribución de la riqueza.
Ese cuento de hadas, que ya había conducido a la humanidad a su
peor crisis económica, en 1929, volvió, como en un pase de magia, para
reordenar un mundo desviado por intervenciones estatales, derechos,
soberanía. La lógica de los mercados por sobre las necesidades de las
personas –esto es lo que está en juego en las negociaciones entre el
gobierno griego y los que hablan en nombre de la troika–.
¿Puede la
humanidad asistir pasivamente a esas negociaciones en que el poder del
dinero pretende imponerse sobre lo que el pueblo griego –además de todo
lo que ya ha sufrido– necesita? ¿Hasta cuándo algunos gobiernos seguirán
pretendiendo hablar en nombre de la humanidad, mientras buscan imponer
los intereses del capital especulativo sobre el 99 por ciento de la
gente?.
Sin embargo, los
grandes medios lo muestran como una contraposición entre la
racionalidad económica y el despilfarro de la gente. Los de la
austeridad hablan como si representaran un modelo de éxito, que ha
sacado a sus países de la recesión, con menos pobreza, menos exclusión
social, con gobiernos que disfrutan de gran apoyo popular.
Sin embargo, no
logran sacar a una de las regiones más ricas del mundo –Europa– de una
crisis profunda y prolongada con sus recetas de austeridad y más
austeridad. Mientras que gobiernos de América Latina, después de sufrir
la crisis de la deuda, dictaduras militares y los más radicales
gobiernos neoliberales, logran retomar el crecimiento económico,
disminuir las desigualdades y conquistar estabilidad política. Es desde
ese punto de vista que Grecia resiste a las ofensivas predatorias del
capital especulativo.
Lo que Grecia –y
todos los países en crisis– necesita no es más austeridad, sino un
acuerdo nacional por retomar el desarrollo, con generación de empleo y
distribución de renta. Para ello, no tiene que mirar hacia Berlín, sino
hacia América Latina.
Para
acabar con el califato del mercado, antes de que éste termine con lo
mejor que construyó Europa –su Estado de bienestar social–.