Opinión
Alberto Barrera Tyzka
Prodavinci
Lo más sorprendente y revelador del caso de Adrián Solano es su actitud. El problema no es que no sepa esquiar sino que le parezca natural presentarse en un campeonato mundial de esquí sin saber esquiar. Lo extraordinario es que le parezca normal viajar a Finlandia, tratar de esquiar sobre una pista de 10 kilómetros, sin haber tenido la más mínima preparación para hacerlo. Esto fue lo que escribió Adrián Solano en su cuenta de Instagram: “aunque no conocía la nieve y no tuve la oportunidad de entrenar, aquí estoy dando lo mejor”. Es una expresión perfecta de la certeza nacional que se empeña en afirmar que la improvisación es un método.
No es una novedad que las autoridades francesas se comporten como se comportan la mayoría de los funcionarios de migración en el planeta. Donald Trump no es una invención propia. Es un síntoma de un tiempo lleno de mudanzas, miedos y resentimientos. Tampoco es una novedad que hayan actuado con racismo y sarcasmo, que hayan sospechado de alguien porque les parece un pobre proveniente de latinoamérica. Más desconcertante es la respuesta de la Canciller venezolana. Desde la épica del twitter, Delcy Rodríguez escribió que –siguiendo instrucción del Presidente Maduro– presentaría una “fuerte protesta” por “afrenta” contra el “deportista”. ¿A cuántos venezolanos les ocurre diariamente lo mismo en cualquier aeropuerto del mundo? ¿Por qué a Rodríguez le parece tan especial y diferente este caso?