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"Las élites llevan años dirigiendo el discurso para criminalizar a las personas migrantes, para hacerlas responsables de la masificación de los centros de salud, de la falta de becas en los colegios o de la escasez de plazas en las escuelas infantiles", defiende Albiol
Divide y vencerás. Sabemos que esta ha sido una de las ideas que ha guiado la estrategia de las clases dominantes a lo largo de la historia. Dividir al pueblo, a los pobres contra los pobres, permite a los poderosos dominar a la mayoría pese a ser muy inferiores en número.
Se trata de un arma de dominación tan
vieja como las primeras civilizaciones, pero continúa vigente y se sigue
utilizando hoy día. Las élites llevan años dirigiendo el discurso para
criminalizar a las personas migrantes, para hacerlas responsables de la
masificación de los centros de salud, de la falta de becas en los
colegios o de la escasez de plazas en las escuelas infantiles, cuando
los responsables del deterioro de nuestros servicios públicos son
aquellos que desde el Gobierno, en clara connivencia con las grandes
empresas, se han dedicado a recortar los presupuestos destinados a estos
servicios y a privatizarlos.
Quieren que busquemos al enemigo en el vecino, en las
compañeras de pupitre de nuestros hijos, en la persona que compra a
nuestro lado en el mercado y que tiene que hacer tantas peripecias para
llenar la nevera como nosotras. Quieren que nos enfrentemos entre
nosotras para que no nos enfrentemos todas juntas a ellos, a los
responsables, a los que se enriquecen a nuestra costa, que no se llaman
Mohamed, ni Alina, ni Karim, sino Ortega, Roig o Pérez.
Veíamos hace pocos meses cómo organizaciones de extrema derecha
repartían alimentos solo para “nacionales” con la consigna de “los
españoles primero”. Ese es su pequeño privilegio, un plato de comida
caliente que pretende situar a unos por encima de aquellos que son tan
pobres como ellos, pero que nacieron en Malí o Senegal, y que ha dado
como resultado que representantes de la extrema derecha se sienten en
ayuntamientos de municipios, como en Alcalá de Henares, con altas tasas
de paro y pobreza.
Los responsables del deterioro de nuestros servicios públicos son aquellos que desde el Gobierno, en clara connivencia con las grandes empresas, se han dedicado a recortar los presupuestos destinados a estos servicios y a privatizarlos
Y el mismo divide y vencerás es la estrategia que están
utilizando en las fronteras de Grecia, Italia, Eslovenia, Serbia o
Hungría, donde intentan enfrentar a refugiados contra migrantes (ahora
les ponen el apellido de “económicos”). Llevamos semanas escuchando a
líderes europeos hablar de la necesidad de acoger a refugiados y a la
vez reforzar el control de fronteras para que no entren los inmigrantes
económicos. El mismo texto que aprobó el Parlamento Europeo en
septiembre exigiendo que los Estados miembro cumplan con su obligación
internacional de acoger a los refugiados y refugiadas, insiste en
agilizar las deportaciones de aquellos que no tienen derecho a asilo.
Incluso algunos parlamentarios han afirmado en Bruselas que en sus
países, para acoger refugiados, primero deben expulsar a los inmigrantes
que llaman ilegales. También en sede parlamentaria se escuchan
afirmaciones como que “entre los refugiados se esconden inmigrantes”,
situando a la migrante como una persona de escasa bondad y sin derechos
que trata de aprovecharse de aquellas personas que huyen de la guerra.
La reunión de jefes de Estado para abordar la situación en
los Balcanes dejó claro que la prioridad ahora es registrar y separar a
aquellas personas que tienen derecho a asilo de las que no, con el
objetivo de deportar rápidamente a quien no llega desde Siria. Incluso
proponen firmar acuerdos de repatriación con Afganistán para devolver a
quienes huyen de las consecuencias de una invasión en la que el Gobierno
español participó.
Además, ya no separan sólo a
refugiadas de migrantes, sino que entre aquellas que huyen de la guerra,
también hay refugiadas de primera, sirios y sirias, y refugiadas de
segunda, iraquíes, afganas o eritreas.
La
imprescindible protección internacional que deben tener las personas
cuya integridad física corre peligro en su Estado de residencia y por
ello deben buscar refugio en otro, que está recogida en la Convención de
Ginebra, no puede convertirse en el arma que les niegue a los migrantes
el derecho a no morir de miseria en su país o el derecho a buscar una
vida más digna para los suyos.
Ahora nuestros
gobernantes están proponiendo una solidaridad con el refugiado que es
falsa e hipócrita, que sólo abanderan para disparar contra el inmigrante
porque luego, cuando han de ejercer esta solidaridad, cuando han de
poner recursos para la acogida, ya hemos podido observar cómo regatean
con cifras y presupuestos el cumplimiento de la legislación
internacional en materia de asilo.
Las buenas
palabras que tienen hacia los refugiados cuando se trata de
diferenciarlos de los migrantes también se esfuman cuando comprobamos
cómo permiten que en Hungría o Eslovenia se vulneren los derechos
humanos, también de aquellos que llegan desde Siria o Irak.
La solidaridad de la clase trabajadora europea debe extenderse a las
personas que migran desde un país en guerra y que, afortunadamente, tras
años de lucha de organizaciones sociales y políticas, cuentan con ese
derecho de protección internacional. Pero debemos tener en consideración
también a las personas que huyen del hambre, de la pobreza y de
enfermedades que en Europa se curan con una simple inyección y que
lamentablemente ahora se enfrentan a una legislación europea racista y
xenófoba que les considera un enemigo del que protegerse.
No nos pueden dividir, necesitamos estar unidas para vencer, unidas por
un interés común: el reconocimiento de los derechos universales de
todas las personas del mundo, simplemente por el hecho de ser personas.
Defenderemos el derecho a tener pan, trabajo, techo, educación y
sanidad, vengamos de donde vengamos. Debemos permanecer unidas frente a
quienes nos niegan este derecho, frente a los que hacen leyes injustas
para beneficiar a la banca, frente a los que promueven guerras por
intereses económico, expolian los recursos naturales de los países del
sur o recortan en sanidad y educación en Europa.
Tenemos un enemigo común y solo unidas podemos derrotarlo.
