No son pocas las veces en que los padres con hijos adolescentes se quejan de que es imposible hablar con ellos:
parece que están ausentes, que no les importa nada, responden
monosílabos... «Lo cierto es que en muchos casos puede llegar a ser así
—apunta Samantha Biosca, coach y colaboradora de Superpadres.com—, pero podemos aprender a tener mejores conversaciones».
Recomienda a los padres empezar la conversación explicando algo, poniendo énfasis sobre todo a las emociones y
a lo que las provoca. Por ejemplo, explica Biosca, se puede empezar con
una frase como «hoy en el trabajo nos hemos divertido de lo lindo, nos
han enseñado un nuevo programa y nos ha costado un montón entenderlo…
¡si nos hubieses visto por un agujero! ¿Tú qué tal en el instituto?».(...)
Otro truco es que al hablar con los hijos se debe prestar toda la atención en la conversación y no hacer otra cosa a la vez.
«Nos hemos habituado a restar importancia a las conversaciones y
hacemos miles de cosas mientras hablamos, lo que es un error grave de
nuestra sociedad y debemos cambiarlo», explica la colaboradora de
Superpadres.com. «Para que un charla sea gratificante y profunda
requiere de toda nuestra atención». Por eso, es importante prestar esta
atención no sólo a lo que nuestros hijos nos dicen, sinó también a cómo
lo dicen. Afirmaciones como «dices que estás bien pero yo te veo un poco
triste, ¿qué me estoy perdiendo?», pueden ayudar.
Samantha Biosca añade que otra clave está esn «expresar
interés, aprobación, preocupación sin juicios por lo que nos están
contando y mostrar ánimo, cariño y abrir otras posibilidades que no han
contemplado», explica. Por ejemplo, se pueden utilizar algunas preguntas sobre sus emociones:¿cómo
te sentiste con la reacción de tu compañero?, ¿qué le dijiste?, ¿qué te
hubiese gustado decirle? ¿cómo lo plantearás la próxima vez?
Para mantener un diálogo fluido destaca que es muy importante hacer preguntas y comentarios abiertos. «Si nuestro hijo se ha enfadado con un buen amigo,
por algo que le ha hecho, tenemos dos opciones: una afirmación cerrada,
como ‘mira que es tonto, no te preocupes, tienes más amigos’, o una
abierta ‘con lo que tu valoras su amistad…’». Posiblemente con esta
segunda respuesta seguirá hablando de sentimientos, de valores,
etcétera.
«Las recapitulaciones y las preguntas son necesarias para
confirmar que estamos entendiendo lo que nuestros hijos nos quieren
transmitir», afirma Biosca. Frases como «si no te he entendido mal, me estás diciendo que…»
o «supongo que lo has pensado, pero ¿qué consecuencias crees que va
tener tu decisión», nos ayudan a asegurar que comprendemos mejor lo que
nos quieren explicar.
Finalmente, esta experta explica que debemos animar a participar activamente en las conversaciones y permitir que se expresen con total libertad.
«Aunque pensemos que sus ideas están equivocadas, si las censuramos o
criticamos, costará mucho más que se abran. Cuanto más los apoyemos más
motivados se sentirán», puntualiza.
Samantha Biosca explica que «aprender a tener buenas
conversaciones nos puede costar un poco al principio, pero es cuestión
de práctica y las ganancias son tantas que vale la pena el esfuerzo». Y
aconseja que nos preguntemos «¿qué podemos perder en intentarlo y qué podemos ganar?».