El Discurso de Gettysburg fue la alocución que Abraham
Lincoln pronunciara el 19 de noviembre de 1863, durante la inauguración oficial
del hoy Cementerio Nacional de Gettysburg, en dicha localidad, Pensilvania, en
los mismos suelos donde, cuatro meses y medio antes –entre el 1 y el 3 de julio
de 1863–, se había librado la decisiva batalla de Gettysburg, entre los
ejércitos Confederado y de la Unión, en el marco de la Guerra Civil
estadounidense. Batalla que definió el ganador de la más mortífera confrontación
interna que los Estados Unidos haya tenido en su historia, con más de 50.000
bajas. De las cuales más de 3.000 ocurrieron durante los tres días de duración
de la antes referida batalla. Una victoria de las fuerzas de la Unión que
trastocó los cálculos de quienes casi habían visto venir el triunfo del Sur.
Abraham Lincoln (1809-1865), entonces de poco más de 54 años, había asumido la presidencia en marzo de 1861, como el decimosexto presidente de Estados Unidos y se mantuvo en la presidencia, por reelección, hasta abril de 1865 cuando fue asesinado. Este tiempo fue de gran significación histórica pues entonces se libró ese gran conflicto bélico, conocido también Guerra de Secesión, y se emitió la Proclamación de Emancipación, del 1 de enero de 1963, que abolía la esclavitud, principalmente, en los estados que se habían rebelado contra la Unión; pero que luego fundamentaría la 13ª Enmienda de la Constitución en 1865, que puso definitivo fin a la esclavitud.
Contrariamente a la importancia y fama que finalmente tomó el discurso de Gettysburg, de aquel 19 de noviembre de 1863, Lincoln solo debía pronunciar unas breves palabras finales, tras el discurso medular de dos horas del estadista y orador Edward Everett (1794-1865). Este, entonces, comparó la de Gettysburg con otras batallas de la historia, como la de Maratón, que enfrentó a griegos y a persas dirigidos por el rey Darío, en el 490 a. C. Las breves palabras de clausura del evento que había durado varias horas, fueron incluso pronunciadas en circunstancias en que el presidente Lincoln dijo no sentirse bien. De este discurso, digamos, que no le fue reconocido de inmediato su singular valor histórico. Sin embargo, con el tiempo, y por la revisión de analistas e historiadores, ha llegado a ser apreciado como una de las declaraciones más importantes e influyentes jamás pronunciadas sobre el propósito histórico nacional estadounidense, así como un ejemplo destacado del uso eficaz del idioma y la retórica ingleses para promover una causa política. Vaya.La revalorización del discurso de Gettysburg y su
consideración como uno de los grandes discursos en la historia, se tomó su
tiempo, y ocurrió décadas después de la muerte de Lincoln. Hay quienes
sostienen que fue hasta después de la Primera Guerra Mundial, y que llevó a la
construcción, entre 1914 y 1922, del Monumento de Lincoln, en el National Mall,
en Washington DC. Lincoln, en aquel gran momento de 1863, invocó los principios
de igualdad consagrados en la Declaración de independencia y redefinió la Guerra
Civil como un nuevo nacimiento de la libertad en los Estados Unidos. Su
definición de la democracia como el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para
el pueblo” se ha universalizado y acreditado, incluso, en la Constitución de la
Quinta República Francesa.
*El discurso de Gettysburg*
«Hace ochenta y siete años nuestros padres forjaron en este
continente una nueva nación, concebida en la libertad y dedicada a la idea de
que todos los hombres son creados iguales.
Ahora estamos enfrascados en una gran guerra civil, que pone
a prueba si esa nación, o cualquier nación así concebida y dedicada, puede
perdurar. Nos encontramos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos
venido a dedicar una parte de ese campo, como lugar de descanso final para
quienes aquí dieron sus vidas para que esa nación pudiera vivir. Es plenamente
oportuno y apropiado y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no
podemos consagrar, no podemos santificar este suelo. Los valientes hombres
vivos y muertos que lucharon aquí, ya lo han consagrado muy por sobre lo que
nuestras escasas facultades pueden añadir o restar. El mundo apenas notará o
recordará por mucho tiempo lo que aquí se diga, pero jamás podrá olvidar lo que
ellos hicieron en este sitio. Somos más bien nosotros, los vivos, quienes
debemos dedicarnos a la tarea inconclusa que los que lucharon hicieron avanzar
tano y tan notablemente. Somos más bien los vivos quienes aquí debemos
avocarnos a la gran tarea que aún resta ante nosotros; que de estos muertos a
los que honramos, se extraiga un mayor fervor hacia la causa por la que ellos
entregaron la mayor muestra de devoción. Que resolvamos firmemente que estos
muertos no dieron su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un
nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo
y para el pueblo, no desaparezca de la faz de la tierra».
Abraham Lincoln
*Historiador.