Mariel Müller
Una red internacional se
estaría aprovechando de la gente pobre y vulnerable de Kenia, por un lado, y de
las esperanzas de quienes necesitan desesperadamente órganos para salvar sus
vidas en Alemania, por el otro.
Amon Kipruto Mely, de 22 años,
pensó que si vendía uno de sus riñones podría comenzar una vida mejor. Un día,
un amigo le contó sobre una forma rápida y fácil de ganar 6.000 dólares (5.300
euros). "Me dijo que vender mi riñón sería un buen negocio”, dijo Amon. Lo
que sonaba como un golpe de suerte lo llevó a caer en una oscura red de
explotación, basada en la desesperación.
Este reportaje es el resultado de
una investigación colaborativa que duró meses, conducida por los medios
alemanes Der Spiegel, ZDF y DW, que juntos rastrearon las huellas
de vendedores y compradores de órganos, analizaron documentos, hablaron
con denunciantes y
profesionales médicos, y descubrieron cómo una red internacional -que
abarca desde un hospital en Kenia hasta una agencia sospechosa que atraía
a receptores de órganos de Alemania- explota a
personas vulnerables en ambos extremos: los jóvenes, desesperados por dinero, y
los ancianos, desesperados por un órgano que les salve la vida.
Amon Kipruto Mely fue presentado
a un intermediario que organizaba el transporte al Hospital Mediheal, en la
ciudad de Eldoret, Kenia occidental. Amon cuenta que allí fue recibido por
doctores indios que le entregaron documentos en inglés, un idioma que él no
entendía.
Una organización que se aprovecha de los jóvenes y pobres
No le informaron de ningún riesgo
para la salud, dijo Amon. "No me explicaron nada. El que me había llevado
señaló a la gente a nuestro alrededor y dijo: 'Miren, todos donaron, e incluso
van a volver a trabajar'". Luego de la operación, le pagaron sólo 4.000
dólares en lugar de los 6.000 que le habían prometido. Con eso se compró un
teléfono y un automóvil que se descompuso enseguida. Muy pronto, su salud
empeoró. Se sentía mareado y débil, y hasta se desmayaba. En el hospital, su
madre, Leah Metto, descubrió conmocionada que su hijo había vendido un riñón.
"Están haciendo dinero con chicos como Amon”, dijo.
Pero la historia de Amon parece
ser una de muchas. Willis Okumu, un investigador del crimen organizado del
Instituto de Estudios sobre Seguridad de Nairobi, habló con varios hombres
jóvenes que le contaron que habían vendido sus riñones en la ciudad de Oyugis,
a 180 kilómetros al sureste de Eldoret.
"De hecho, esto es crimen
organizado", afirmó. Okumu estima que hasta cien jóvenes, solo en Oyugis,
podrían haber vendido sus riñones; muchos de ellos padecen problemas de salud,
además de depresión y trauma psicológico. "No creo que lleguen a cumplir
60", añadió Okumu, cuyo
trabajo sobre el tema se publicó en enero de 2018 en Enact, un proyecto
implementado por Interpol.
DW habló con cuatro jóvenes de
Oyugis que afirman haber vendido sus riñones por tan solo 2.000 dólares.
Relataron cómo, tras su cirugía en el Hospital Mediheal de Eldoret, los
intermediarios les pidieron que reclutaran nuevos donantes por una comisión de
400 dólares cada uno.
Una cadena de explotación
"Esta organización está
aprovechando una zona legal gris”, explicó Okumu. "No existe una ley que
impida donar un riñón por dinero, y no se penaliza”, dijo, refiriéndose a
la información que recibió de una unidad de la Policía contra el crimen
organizado transnacional.
Lo que está permitido, de
acuerdo con la ley keniana, son las donaciones de órganos a familiares por
razones altruistas.
En declaraciones a DW bajo
condición de anonimato, un antiguo empleado del Hospital Mediheal reveló que la
compraventa de órganos para trasplantes comenzó hace muchos años. Inicialmente,
los receptores provenían de Somalia y los donantes de Kenia. Pero luego, en
2022, los receptores comenzaron a llegar de Israel y, a partir de 2024, de
Alemania. Los donantes para estos clientes que pagan bien provienen de países
como Azerbaiyán, Kazajistán o Pakistán.
La fuente dijo que a los donantes
se les pedía que firmaran documentos declarando que eran familiares de los
receptores, a los que nunca habían conocido, y consintiendo que se les
extirpara un riñón, sin informárseles sobre los riesgos potenciales para su
salud. Incluso algunos de ellos eran menores de edad. "Debido a la barrera
del idioma, simplemente firman”, dijo el exempleado del hospital.
Israel y Alemania, mercados más
lucrativos
Desde que se cambió de receptores
somalíes a israelíes y alemanes, el negocio ha estado en auge, añadió, y cada
receptor paga hasta 200.000 dólares por un riñón, una cifra corroborada por
múltiples fuentes.
El exempleado del hospital
declaró a DW que una agencia llamada "MedLead" se encargaba de
conseguir donantes y receptores internacionales. En su página web, MedLead dice
que provee en un lapso de 30 días riñones donados "de acuerdo con la
ley de donación de órganos”, y promete que las donaciones son "100 %
altruistas”.
Un video reciente en el sitio web
muestra a Sabine Fischer-Kugler, una mujer alemana de 57 años, de Gunzenhausen,
que sufre de una enfermedad del riñón desde hace 40 años. Después de que un
primer riñón trasplantado dejó de funcionar, estaba buscando desesperadamente
otro. Pero la lista de espera para un nuevo riñón en Alemania es larga; puede
durar de ocho a diez años. En Alemania, solo se pueden utilizar para
trasplantes los riñones de personas fallecidas que aceptaron expresamente la
donación de órganos, y no hay suficientes donantes para las más de 10.000
personas que esperan un riñón.
Escasez de donaciones de
órganos hace buscar donantes en el extranjero
Sabine Fischer-Kugler solo
conoció brevemente a su donante, un hombre de 24 años de Azerbaiyán. El
contrato estipulaba que no le pagarían, aunque Fischer-Kugler afirmó haber
pagado entre 100.000 y 200.000 dólares a MedLead. "Quizás soy un poco
egoísta porque quería este riñón y, lo más importante, el contrato parecía
estar bien. Pero está claro. La operación no es tan limpia como parece".
Según la legislación alemana,
pagar por un órgano es ilegal, y los infractores pueden enfrentarse a hasta
cinco años de prisión.
El hombre detrás de MedLead es un
ciudadano israelí llamado Robert Shpolanski, quien, según una
acusación formal de 2016 del Tribunal de Magistrados de Tel Aviv, ha
sido acusado de haber realizado "un gran número de trasplantes de riñón
ilegales" en Sri Lanka, Turquía, Filipinas y Tailandia, junto con un
hombre llamado Boris Wolfman, quien presuntamente dirigía la red criminal.
Wolfman fue acusado de haber participado previamente en actividades ilegales de
trasplantes en otros lugares.
"Se supone que no debes
pagar, pero pagas”
Shpolanski niega cualquier
conexión con Wolfman. En un correo electrónico a Der Spiegel, ZDF y
DW, MedLead declaró que no participa en la búsqueda de donantes, que todos los
donantes son 100 % altruistas y que MedLead ha operado con transparencia y en
pleno cumplimiento de la ley desde su fundación.
El equipo de periodistas
investigativos fue encubierto al Hotel Eka, en Eldoret, a pocos kilómetros del
Hospital Mediheal, para hablar con pacientes extranjeros que esperaban
trasplantes. Algunos se veían en estado de suma fragilidad, y estaban acompañados
por familiares. Un israelí de 72 años, sometido a diálisis en el hospital
Mediheal, comentó: "Es un poco sospechoso. Se supone que no se debe pagar,
pero se paga. La historia es que se trata de un primo mío que, de alguna
manera, llegó a África Oriental al mismo tiempo que yo”. A su edad, no tendría
ninguna posibilidad de recibir un riñón en Israel, afirmó.
De vuelta en Nairobi, el Dr.
Jonathan Wala, director de la Asociación Renal de Kenia, ha tratado a varios
pacientes que regresaron con complicaciones posquirúrgicas. "Tenemos
informes de pacientes israelíes que regresan con infecciones graves, algunos
con riñones prácticamente muertos". Sus colegas alertaron a las
autoridades kenianas sobre los trasplantes contra toda ética que se realizan en
el Hospital Mediheal.
Un negocio multimillonario
protegido desde "la cima”
En 2023, el ministro de Salud de
Kenia encargó una investigación sobre el Mediheal Hospital y descubrió que los
donantes y los receptores a menudo no eran familiares. Se realizaban algunos
trasplantes de alto riesgo, como en pacientes de cáncer o personas de edad muy
avanzada. Casi todos los procedimientos se pagaron en efectivo. El informe
recomendó que "la denuncia de tráfico de órganos sea investigada por las
autoridades competentes”. A pesar de estos alarmantes hallazgos, el informe
nunca se hizo público y no se tomaron medidas.
Un investigador privado local de
Eldoret, que ha rastreado el tráfico ilegal de trasplantes, afirma que al menos
otros dos hospitales también están involucrados. Pero, dijo, "si
investigara estos casos, mi vida correría peligro. Hay personas muy poderosas
que podrían estar involucradas". ¿Llega a las altas esferas del gobierno?
"Sí", respondió.
El fundador y presidente del
Grupo Mediheal es Swarup Mishra, un exdiputado indio, de quien se dice que
mantiene buenas relaciones con el presidente keniano, William Ruto. A pesar de
las persistentes acusaciones de tráfico de órganos, el presidente lo nombró
director del Instituto de Vacunas BioVax de Kenia, de propiedad estatal, en
noviembre pasado, cargo que le permite representar a Kenia como persona de
contacto ante la Organización Mundial de la Salud y funcionarios de gobiernos
extranjeros. Mishra no respondió a las reiteradas solicitudes de entrevista y
dejó una lista de preguntas sin responder.
Mientras tanto, Amon y otros como
él luchan por sobrevivir con un solo riñón, con su salud comprometida y sus
esperanzas destrozadas: "Si pudiera retroceder en el tiempo, no habría
aceptado que me extirparan el riñón. Me odio por eso”.
(cp/ers) Tomado de D.W. / Alemania. Imagen: Mariel Mueller/DW.