Por Nelson Acosta
Espinoza * / Opinión **
No voy a reprimir sentimientos
que anidan en mi corazón y pesan sobre mi diario acontecer entorpeciendo la
visión de un futuro promisorio.
No es mi costumbre quejarme. Este
es un hábito que no he cultivado. A lo largo de mi vida siempre he intentado
practicar el optimismo. Y, sí se quiere, he tenido una historia, con sus
altibajos, relativamente fructífera.
En la actualidad,
desafortunadamente, este no es el caso. La situación que confrontamos en el
país alimenta sentimientos de naturaleza pesimista.
Pareciera que no existe
alternativa y, en consecuencia, estaríamos condenados a soportar el infierno
dentro del cual se desenvuelve la rutina del diario vivir.
¿Hay opciones? Un número significativo de compatriotas optaron por emigrar. Esa fue su respuesta a la desesperanza y a la búsqueda de un estilo de vida apropiado que ofreciera la posibilidad de construir futuro.
Cuatro millones de ciudadanos
optaron por experimentar otra vida en escenarios distintos al de su
patria. Y a pesar de las dificultades su permanencia en otros países con
diferentes culturas ha sido exitosa.
Supieron hacer uso del
"optimismo de la voluntad".
Una experiencia a imitar y que
actúa cómo un estimulante para sobreponerse al pesimismo que en ocasiones nos
atrapa.
Existen, desde luego, otras
sendas a ser recorridas. Es imperativo sobreponerse a los efectos depresivos
que genera la actualidad política y el creciente deterioro de las condiciones
económicas y culturales que padecemos los habitantes de este hermoso país.
Entonces, ¿Cuál es la
alternativa? ¿Hacia dónde tiran los caballos de la historia? Interrogantes básicas
que requieren de una respuesta apropiada. Errar, significaría profundizar la
crisis con el consiguiente retroceso de la dinámica histórica y, desde luego,
afincaría en el poder a los responsables del actual desastre.
Me voy a permitir usar el
adjetivo utilizado por el difunto Chávez mediante el cual calificó la victoria
de la oposición a propósito del referéndum convocado en el año 2003.
El llamado a elecciones parciales
(gobernador, alcaldes, diputados) pudiera ser calificada como una convocatoria
de "mierda".
Disculpen el uso de este
calificativo. Pensemos en el hecho de la usurpación o robo del resultado de la
pasada elección presidencial. Se le escamoteó la presidencia al candidato
legítimamente electo y se encarceló y/o se obligó al exilio a un considerable
número de los líderes que agenciaron ese triunfo electoral.
Vista desde esta óptica la actual
convocatoria no luce libre de "excrementos" y, desde luego, no llena
los requerimientos que demanda la pulcritud ciudadana.
La abstención es un derecho
ciudadano y, en las circunstancias actuales, constituye una rebelión
absolutamente legítima y una forma eficaz de expresión del malestar que se está
incubando al interior de la población votante.
Ojo, cuidado con la desviación
pesimista que supone que la única salida es la violencia. No tiremos por la
borda nuestra convicción ciudadana.
La abstención activa es una
legítima repuesta a la actual autocracia. Espero que la verdadera dirigencia
opositora así lo comprenda y diseñe propuestas a tono con la decisión de no
acudir a las urnas.
Abstenerse no debe implicar desmovilización.
Por el contrario, es imperativo el diseño de acciones tendentes a denunciar
esta farsa y solicitar respeto del resultado de la elección presidencial. La
"deserción" electoral puede y debe transformarse en un acto de
rebeldía política y acercamiento hacia la práctica de una nueva idea del
ejercicio democrático.
Recuerdo la célebre frase del
pensador italiano Antonio Gramsci: "Al pesimismo de la inteligencia hay
que oponer el optimismo de la voluntad".
Voluntad de sobra existe en la
ciudadanía. No la podemos defraudar.
*Profesor (J) de la
Universidad de Carabobo.
** Las opiniones contenidas en
este articulo son de la exclusiva responsabilidad del autor.