Por Jorge Castañeda / Opinión
Nota del editor de CNN: Jorge
G. Castañeda es colaborador de CNN. Fue secretario de Relaciones Exteriores de
México de 2000 a 2003, durante el gobierno de Vicente Fox Quesada. Actualmente
es profesor de la Universidad de Nueva York y su libro más reciente, “America
Through Foreign Eyes”, fue publicado por Oxford University Press en 2020. Las
opiniones expresadas en esta columna son únicamente del autor.
(CNN Español) - El
pasado fin de semana Nicolás Maduro aceptó de nuevo recibir a deportados
venezolanos desde Estados Unidos previa escala en Honduras. No se sabe
exactamente a cambio de qué, pero parece improbable que la reanudación de las
repatriaciones no se deba a algún tipo de negociación. Refleja con claridad las
dos pistas de la política del presidente Donald Trump hacia Caracas, que puede
confundir a todos: a la oposición venezolana, al gobierno de Maduro, a los
exiliados de ese país en EE.UU. y a los demás países involucrados en el eterno
drama de la nación de Bolívar.
Trump ya había sorprendido a los opositores de Maduro al despachar a Richard Grenell, uno de sus amigos más cercanos, a Caracas para lograr la liberación de un puñado de presos estadounidenses e iniciar las deportaciones de venezolanos. El primer reto era sensible, pero sencillo: bastaba casi con que Grenell se reuniera con Maduro para lograr la excarcelación. El segundo desafío encerraba dificultades mayores.
El programa del TPS (Estatus de
Protección Temporal) ampara a más de 600.000 venezolanos, pero la cifra aumenta si se incluye a
quienes esperan la resolución de su solicitud de asilo, a quienes se acogieron
al programa de parole humanitario de la administración de Joe
Biden e incluso a los inmigrantes indocumentados. Pero los obstáculos de
expulsarlos a todos son tan grandes que un pequeño número de deportados, con
amplias repercusiones mediáticas, podría bastarle.
Por ello, Trump parece haber
creído que con los vuelos autorizados por Maduro después de la misión de
Grenell ya podría vender a su base la idea de la deportación de venezolanos, en
particular, de los supuestos integrantes del Tren de Aragua, la pandilla
originada en aquel país y que se había abocado, según su relato, a victimizar a
ciudadanos estadounidenses en varios estados. Pero los vuelos se ralentizaron,
Maduro comenzó a retractarse de su compromiso de aceptarlos y el esquema
inicial dejó de funcionar.
El propio Trump provocó la
crisis. El permiso otorgado por el expresidente Biden a la empresa petrolera
Chevron de extraer, exportar e importar productos petrolíferos en Venezuela
vencía a principios de marzo. Al cabo de una vacilación inicial, Trump resolvió
no renovar la licencia, afectando seriamente la producción venezolana, así como
sus posibilidades de venta en el exterior. Para Maduro, se trató de un golpe
severo. Con o sin causa y efecto, los vuelos se paralizaron.
En ese momento, Trump tomó una de
las decisiones más controvertidas de su aún breve mandato. Trasladó -sin juicio
ni audiencia- a más de 200 venezolanos a uno de los penitenciarios más
infernales de El Salvador, acusados de formar parte del Tren de Aragua, pagando
US$ 6 millones al Gobierno de Nayib Bukele por mantenerlos encerrados. Las
imágenes de humillación y exceso del uso de la fuerza en el llamado Cecot le
dieron la vuelta al mundo. Las protestas y los recursos jurídicos en Estados
Unidos no tardaron en surgir. Un juez buscó revertir la medida y los familiares
de los presos iniciaron un movimiento para rescatarlos.
Para Maduro, la humillación de
los deportados se extendió a su propia presidencia. Reaccionó con relativa
rapidez y acompañó el reclamo de los familiares. Como se ha denunciado, los
detenidos no habían sido juzgados en Estados Unidos, ni en El Salvador, y no
habían cometido delitos en el país centroamericano.
Simultáneamente, y tal vez como
réplica, Trump adoptó, de nuevo, dos medidas contradictorias. Por un lado,
anunció, en voz del secretario de Estado Mrco Rubio, que a partir del 2 de
abril “podría imponer” un arancel de 25% a las importaciones procedentes de
cualquier país que comprara o revendiera petróleo venezolano. Pero, por otro
lado, extendió el plazo para el vencimiento del permiso de operar en Venezuela
a Chevron hasta el 27 de mayo, dejando abierta la posibilidad de que nunca se
cancele realmente la licencia. Maduro, por su parte, autorizó la reanudación de
los vuelos de repatriación el 24 de marzo.
Lo que resalta de esta danza de
medidas y respuestas es que Trump persigue dos objetivos simultáneos y
contradictorios. Desea mantener la presión sobre Maduro, cumpliendo con las
exigencias de senadores y congresistas cubanoestadounidenses y del propio Rubio,
que tienen lazos estrechos con la oposición venezolana, y que rechazan
cualquier normalización con un régimen que cometió un fraude electoral
descomunal el año pasado y que viola los derechos humanos, de acuerdo con
observadores electorales y organizaciones defensoras de derechos humanos. Pero
al mismo tiempo, busca deportar a alguna parte -de preferencia a la propia
Venezuela- a más de medio millón de nacionales de ese país. A diferencia de
oriundos de otras naciones, estos son fáciles de encontrar y detener porque
muchos de ellos poseen un estatus legal, temporal o más permanente.
Se podría suponer también que
Trump procura igualmente mantener una elevada plataforma de producción
venezolana de petróleo, no tanto por necesidades directas de Estados Unidos -ya
es el principal productor de hidrocarburos del mundo- sino para influir en los
precios internacionales. Sin descartar este factor, parece que el de la
migración es el decisivo.
Todo esto dificulta alcanzar
ambas metas y sostenerlas a mediano plazo. La estrategia de “máxima presión”
sobre Maduro, mediante sanciones, ostracismo y otras formas de agresión,
difícilmente lo derrocará. Ya se intentó y terminó en un fracaso. Pero dicha
estrategia puede contribuir a un nuevo y mayor éxodo de venezolanos. En cambio,
negociar con él para que reciba a más migrantes retornados y los trate de
manera conveniente, conduce de manera irrevocable a conferirle legitimidad y a
normalizar la relación. Trump deberá elegir algún día no muy lejano.
CNN Español – Tomado de yahoo
noticias en español. Imagen. Getty.