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03 marzo, 2025

Los niños ferales

 

Por Orlando Arciniegas * 

¿Ferales?, sí. Dícese de aquellos niños ―y niñas, como Marie-Angélique le Blanc― que han crecido como fieras, entre fieras, aislados del contacto humano. Bien por haberse perdido, sido sustraídos o, bien abandonados por sus padres. Estos pequeños desdichados son como huérfanos de toda la humanidad, ya que no hubo humano que atendiera su crianza. Antes del conocimiento de algunos casos reales, que los hubo, contábamos solo con los relatos de la mitología. Uno de ellos, muy conocido, es el del mito fundacional de Roma, que nos habla de Rómulo y Remo, los gemelos rescatados por la loba Luperca, después de que el tirano Amulio ordenase la muerte de los hermanos ante la idea de que una vez crecidos le arrebatarían el trono de Alba Longa, la legendaria ciudad del Lacio que antecede a Roma. Abandonados, los gemelos fueron amamantados por Luperca y criados por el pastor Fáustulo.  

Entre los niños ferales, llamados también *salvajes*, se sabe bien de uno de ellos, el de *Víctor de Aveyron* [c. 1788―1828], el más estudiado, quizá. Así llamado porque fue encontrado por cazadores en este bosque [Aveyron], de la localidad y comuna francesa de Laucane, cerca de Los Pirineos, un 29 de enero, el de 1799. Es decir, hace 226 años y cuyo hallazgo fue un milagro, pues fue capaz de sobrevivir a la intemperie y al margen de la grey humana. Los lugareños ya lo habían visto rondando por los alrededores mientras buscaba bellotas y tubérculos para su sustento. Capturado luego, logró escapar en varias oportunidades. 

En 1800 fue trasladado a París, pero antes había estado en un orfanato en _Saint-Affrique_ y posteriormente en _Rodez_, donde permaneció varios meses. Durante todo ese tiempo se mostró salvaje y esquivo, así como impaciente e inquieto. En agosto ya estaba en París con la esperanza de que su estudio ampliase los conocimientos sobre la mente humana y sus capacidades. Al ojo de los que primero lo vieron aparentaba tener 12 o 13 años. El debate que se originaría entonces se movía entre dos tesis que respondían a interrogantes planteados conforme al pensamiento moral de la época. 

1. Al crecer Víctor privado del contacto social, ¿estaría desprovisto de todo sentido moral? 

2. O, por el contrario, ¿tendría un sentido moral natural, una bondad originaria, como sostenía Rousseau en su famoso libro _Emilio, o De la educación_, de 1762? 

Convertido así en un asunto público, los sabios del momento lo reconocieron cuidadosamente y llegaron a la conclusión que expresara Philippe Pinel, director del Hospital de Bicêtre, el más prestigioso de ellos, para quien “el salvaje de Aveyron” era simplemente un deficiente mental incurable. Pero un joven médico recién doctorado, Jean Marc Gaspard Itard, al que le fue permitido asistir a estas sesiones, propuso, en tono más optimista, un programa de tratamiento y educación del niño que fue aceptado, y para el cual se le proporcionaron medios públicos para realizarlo. Quedó entonces el muchacho bajo la custodia del médico Itard, y bajo la atención de Madame Guérin en los aspectos físicos y materiales del caso. 

La primera descripción que Itard realizó acerca de las impresiones que le causara el joven de Aveyron rezaba: “Un niño desagradablemente sucio, afectado por movimientos espasmódicos e incluso convulsiones; que se balanceaba como los animales del zoo; que mordía y arañaba a quienes se le acercaban; que no mostraba ningún afecto a quienes lo cuidaban y que, en suma, se mostraba indiferente a todo y no prestaba atención a nada”. 

Algo muy diferente de lo que se esperaba del “buen salvaje” rousseauniano, por parte de quienes se mostraban convencidos por tales tesis. 

Pues bien, las atenciones y cuidados que se le dispensaron a partir de entonces ciertamente que mejoraron su estado físico y su sociabilidad; pero los progresos fueron muy, muy escasos, una vez superada la fase inicial. Itard le puso el nombre de Víctor. Con el tiempo, las esperanzas de Itard de enseñarle a hablar y a comportarse de manera civilizada quedaron frustradas, y en el segundo informe Itard se dio por vencido, a la par que manifestaba su preocupación por el futuro del joven. Víctor moriría en 1828 de neumonía, a sus probables 40 años de edad.

Basado en esta historia, el cineasta francés, François Truffaut, hizo su película de 1970, El niño salvaje ― _L'Enfant Sauvage_.

*Profesor titular (J) de la Universidad de Carabobo. Historiador.

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