_El régimen que gobierna en Rusia
ocupa hoy la derecha más extrema del mundo. Es lógico que reciba el apoyo de
los nazis.
Por John Carlin / Opinión - Tomado
de La Vanguardia / España.
Siempre
es útil recordar, incluso releer, ‘Rebelión en la granja’ de George Orwell, la
fábula sobre un fenómeno del siglo XX que sigue vivo en el XXI: el de los
idealistas de la izquierda que, llegados al poder, son iguales que los tiranos
de la derecha. Orwell pensaba en la Rusia de Stalin; hoy pensaría en la
Venezuela de Nicolás Maduro o en la Nicaragua de Daniel Ortega.
Algo
parecido, que también le hubiera dado material al escritor inglés, es la
similitud entre la extrema izquierda y la extrema derecha incluso antes de
ocupar el gobierno.
Pienso en las posturas casi idénticas que ambos presuntos antagonistas adoptan frente al conflicto más transcendental del momento, la guerra en Ucrania. No hay ningún lugar en el que haya más en juego. Es el principal escenario de la lucha global entre el autoritarismo y la democracia; es donde existe la mayor posibilidad, desde hace sesenta años, de que estalle una guerra nuclear.
Diría--¿no?--que
es importante lo que uno opina al respecto, en particular si uno vive en uno de
esos países donde uno puede opinar en libertad, donde todos los partidos
políticos pueden participar en elecciones y aspirar a gobernar. Hablo de, por
ejemplo, Alemania. Excluyo a Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, Eritrea,
Bielorrusia, Mali, Siria y Rusia, los únicos países del mundo que han votado en
contra de repetidas resoluciones de la ONU exigiendo la retirada de las tropas
rusas de Ucrania.
Selecciono
Alemania de las opciones disponibles porque ahí se celebran hoy mismo
elecciones regionales que los nazis pueden llegar a ganar por primera vez desde
los años treinta. Bueno, “nazis” es lo que algunos les llaman. “Neonazis” --más
suave, supongo-- es lo que les llama el actual gobierno nacional del partido
social demócrata. Me refiero al partido Alternativa para Alemania (AfD),
favorito a ganar las elecciones de hoy en Saxonia y Thuringia, dos regiones que
curiosamente formaban parte de lo que fue la Alemania del Este hasta la caída
del muro de Berlín.
Más
curioso aún, comparten ideas con los “comunistas” del partido Alianza Sahra
Wagenknecht. Ambos presionan al gobierno en Berlín para que se corte la ayuda militar
a Ucrania; en junio ambos boicotearon un discurso del presidente de Ucrania,
Volodímir Zelensky, en el parlamento alemán.
Mucho
más coherente, claro, la postura de los nazis, ya que el régimen de Putin ocupa
la derecha más extrema del mundo contemporáneo. Que los comunistas alemanes
estén a favor del totalitarismo ruso es, en cambio, irrracional, y confirma la
idea de que Orwell podría haber escrito hoy una satírica variante de ‘Rebelión
en la granja’.
Confirma
también lo que se lleva diciendo hace tiempo, que las diferencias ideológicas
de la Guerra Fría se vuelven cada día más irrelevantes, y que los dos polos de
la izquierda y la derecha se derriten y se funden en una visión compartida: la
del rechazo a la democracia. El régimen bolivariano de Venezuela, el régimen
sandinista de Nicaragua y la Alianza Sahra Wagenknecht, todos autoproclamados
defensores del proletariado, apoyan a la dictadura neonazi rusa.
Pero
estas contradicciones, o confusiones, o hipocresías (elijan la que más les
guste) no se limitan a repúblicas bananeras o a rojos locos en Alemania. Se
detectan en la izquierda que llamamos “radical”, la de los “intelectuales”, en
todos lados, particularmente en Europa y en América Latina. Donde delatan más
su cacao mental es en su apoyo a Putin, en su antipatía hacia Zelenski y en su
estúpida obstinación en la idea de que la guerra de Ucrania es culpa no del
invasor ruso sino de los países de la OTAN (como Islandia, Grecia o Portugal).
¿Cómo
expresan estos sentimientos? En público en su oposición al suministro de armas
a Ucrania. Pienso, por elegir entre muchos, en partidos de la izquierda
española. A ver, nenes: ¿durante la guerra civil se hubieran opuesto al
suministro internacional de armas para combatir a Franco? ¿O a la participación
de soldados extranjeros como Orwell del lado republicano? ¿Hubieran dicho “no,
no, armas no, queremos la paz, queremos una solución negociada ya”?
“Pendejos”
es la primera palabra que me viene a la mente. La siguiente es “idiotas
útiles”. OK: dos palabras, las que se usaban el siglo pasado para definir a la
izquierda biempensante europea que predicaba a favor de Stalin. ¿No ven que
Putin es lo más cercano a Franco, o a Hitler o a Stalin que tenemos en el siglo
XXI? ¿No ven que Zelenski encarna hoy la defensa de la democracia contra la
tiranía? Y ustedes que declaman tanto contra el imperalismo yanqui: ¿nada que
decir del imperialismo ruso?
Parece
que no. Además, lo que dice la izquierda putiniana en público ofrece solo una
pista de lo que opinan en privado, que tiende, en el mejor de los casos, hacia
una equivalencia moral entre Rusia y Ucrania.
Daré un
ejemplo entre muchos. Hablaba hace unos meses con un veterano político de la
izquierda española. “Bah,” me dijo, “Putin y Zelenski son la misma cosa”. ¡Wow!
Igualito hubiera sido decir que Hitler y Churchill eran la misma cosa durante
la segunda guerra mundial.
Zelenski
no es un ser perfecto, como tampoco lo fue Churchill. Hay gente en Ucrania que
no votaría hoy por Zelenski como hubo gente que no votó por Churchill y lo
expulsó del gobierno al final de la guerra. Entre ellos estaba mi padre
escocés, que combatió en la fuerza aérea británica contra los nazis y odiaba a
Churchill. Pero tenía claro que Hitler era mil veces peor.
Puedo
entender que Putin tenga simpatizantes en la derecha, como Trump y compañía.
Lógico. Pero es tremendo que haya tanta gente de la izquierda internacional que
carezca hoy de la simple claridad moral que tuvo mi padre. Suelen ser personas
preparadas, leídas, bien articuladas.
¿Qué
mierda tienen en la cabeza? Me gustaría que alguien me lo explicara.