Vistas de página en total

13 julio, 2024

Relato del 28J

Por Enrique Ochoa Antich / Opinión

(II)

Los números

En aquel país de marras, se hacían apuestas. Mercado persa el de las expectativas electorales.

—¡Aquí, aquí!, grita uno: el Presidente ganará con 53% de los votos.

—¡Nunca estuvimos como hoy!, dice una lideresa alucinada, ¡Nuestra fuerza no tiene precedentes!, Ganaremos 80 a 20…

Unos mienten a conciencia. Creen que así espolean sus posibilidades. Otros se dejan engañar o se auto engañan.

Pero la realidad es más terca que los sueños.

La verdad verdadera era otra, en aquel país de feria. Descontando los que huyeron espantados por las penurias, siendo cuantos sean los que aquí quedaron y asentaron sus nombres en el registro electoral, con base en este 100%, que es el que cuenta (los números absolutos tienen poca importancia), tenemos aproximadamente que:

       Un 40 y tantos % tiende a votar por un candidato sobrevenido apelado Edmundo (de ese 40, la mitad —o sea, 20%— simpatiza con Machado, una cuarta parte —o sea, 10%— se afilia a los partidos de la PUD, y lo demás es gente como yo, sin filiación partidista, que votará por EGU aunque sea para poder hacerle oposición a otro gobierno, procurando evitar de esta manera la hegemonía perpetua del partido-Estado PSUV). 

       Un 30% (y tal vez un poquito más) ha de votar por el actual Presidente. No se espante usted, amigo oposicionista. Fue lo que obtuvo en 2018, cuando la nación andaba estremecida en sus cimientos pues por primera vez en siglo y medio —desde los tiempos revueltos de la guerra federal— conocía la conjunción de los dos males mayores, desabastecimiento e híperinflación (ponzoñosa herencia del Comandante Eterno). Sí, con 30% ganó Maduro en 2018, gracias a la oposición abstencionista. ¿Por qué no obtener esa cifra ahora? Sostengo que, voten cuantos voten, Maduro obtendrá alrededor del 30%. Se me replicará que hoy está más desacreditado que entonces y que anda averiada como nunca antes su capacidad de hegemonía. Tal vez sea cierto. Pero es incontestable que, hoy por hoy, no hay desabastecimiento y que el potro encabritado de la inflación viene domesticándose. Todas las encuestas dicen que el PSUV tiene un 15% de simpatía dura, que es su “lecho de roca”, y es natural: luego de 25 años en el poder, millones han sido ideologizados por esa falsa conciencia que es el chavismo. Discurso. Narrativa. Valores. Mitos. Pertenencia a una historia incluso planetaria. Es un caudal que, abusando sin escrúpulo del músculo presupuestario y burocrático del Estado, sus capitostes pueden duplicar con facilidad al momento de los comicios. Digámoslo de una vez: si Maduro gana, lo hará más por razones logísticas que políticas. Pero sí, puede ganar, como veremos.

       Un 10% (un poco menos, un poco más) se repartirá entre los llamados “otros”, que, luego de una excelente performance en 2021, estúpidamente no fueron capaces de acordarse para ofrecer una candidatura común que encarnase a la otra oposición y que recalaron en estos comicios con ¡ocho! candidatos.

       Y, poniéndola bajita, la abstención rondará su promedio histórico en las elecciones presidenciales de los últimos 31 años, es decir, un 20% (como mínimo porque cinco veces de siete —incluso con el primer Chávez— ha sido mucho mayor).

En cualquier caso, si hablamos de cifras absolutas tendríamos:

       21.000.000 de electores registrados.

       La ONU ubicó los migrantes en 7 millones. Más de 6 millones de esos electores no podrán votar. Pero digamos 6.

       Van quedando 15.000.000.

       Pongamos por escenario 20% de abstención. Son 3 millones.

       Van quedando 12.000.000 electores disponibles.

       En 2018, con una circunstancia infinitamente peor que la actual: veníamos de las "guarimbas" 2017, desabastecimiento e híperinflación que hoy no existen, y sin ningún desafío real frente a él (ni Falcón ni Bertucci lo eran) el PSUV movilizó más de 6 millones de electores. Digamos que mueve 5.

       Van quedando 7  millones para la oposición toda.

       Al menos 1.000.000 votos obtendrán los otros candidatos.

       EGU tiene a su disposición sólo 6 millones (lo que equivale al 50% de los votantes que en lo personal no veo real). Una diferencia de 1.000.000 de votos que Maduro puede resolver logísticamente.

Por eso es que recomiendo poner los pies en el piso. En lo que a mí respecta, suelo tenerlos no en el piso sino "enterrados".

Como se ve, la diferencia de 10 o 15 puntos entre EGU y Maduro, aunque constituye o puede constituir una inmanejable avalancha para un régimen político sin emoción y en decadencia, no es imposible de salvar, incluso sin cometer fraude (en el sentido convencional del concepto: es decir, sin trucar los votos), si se echa mano de la extensa panoplia que el gobierno tiene a su disposición: movilización organizada de sus electores, uso y abuso sin escrúpulo de TODOS los recursos del Estado, coerción al funcionariado público, “voto asistido” en masa (en aquellos centros donde la oposición no tenga testigos) para chequear in situ (frente a la pantalla) por quién se vota, boicot de los centros donde el voto en su contra sea mayoritario, intimidación de testigos y votantes opositores, Puntos Rojos, etc., etc.

Es por lo que volvemos a una convicción que está acendrada en nosotros: un régimen autoritario de partido-Estado no se cambia sino de dos maneras: o por la fuerza, si usted tiene más pertrechos que los suyos, o persuadiendo a sus gerifaltes de la necesidad de un cambio y de que éste tendrá un muy bajo costo para ellos, ofreciéndoles salir del gobierno pero continuar en el poder, compartiéndolo (como ha sido común denominador en todas las transiciones democráticas pacíficas exitosas que en el mundo han sido). Persuasión, no confrontación. Pactando y no ofreciéndoles cárcel (al Presidente, por ejemplo: “Maduro, ven para acá, yo lo que quiero es verte preso”, como alguien amenazó con vehemencia digna de mejor causa y con supina necedad). Proponiendo un candidato que contase con su aquiescencia. Y, last but not least, concertando con ellos un programa mínimo común, es decir, articulando un nuevo consenso.

Es lo que debió hacerse y no se hizo antes del 28J. Por eso la victoria será mucho más difícil de lo que pudo haber sido.

Próximo capítulo: Votar por EGU.