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05 julio, 2024

Cosas y cosillas de La Cosiata

Por   Simón García

Entre abril y diciembre de 1826 se produce en Valencia una expresa rebelión contra Santander y  Bogotá. Una decena de miles de habitantes y el Concejo Municipal de la ciudad de un Departamento, parte de  una República que aún daba pasos para consolidarse, no acepta que el Jefe Militar de ese Departamento, José Antonio Páez, acuda a Bogotá para responder por una acusación en su contra.

 Caracas apoya la rebelión y se extiende un  proceso que amenaza con transformarse en un violento enfrentamiento. 

Lo de fondo no es el desconocimiento de la autoridad de Santander. También hay un rechazo,  menos manifiesto,  hacia Bolívar. 

La conquista de autonomía nacional resultaba contradictoria con el proyecto integracionista que impulsaba el Libertador.

En la Escuela primaria se nos dice que se trata de La cosiata, un nombre misterioso, que pocos saben qué significa.

 Según Ángel Rosenblat, tomo I de sus Estudios sobre el habla de Venezuela, la palabra cosiata se usaba para referirse despectivamente a algo enrevesado y de baja importancia.

Era una de los términos que un actor cómico italiano, de paso por Valencia, mencionaba cuando sometía la palabra cosa 

a derivaciones diminutivas y aumentativas. 

Según el historiador valenciano González Guinán, el concejal, José Jacinto Mujica ante lo que ocurría el 30 de abril, exclamó: “Ahora si estalló la cosiata”. Y así se quedó.

La palabra  abarca las pugnas entre élites durante 8 meses en los que se confrontan y mezclan proyectos diferentes de nación con intrigas y ambiciones. 

Esta cosiata valenciana comenzó el 31 de agosto de 1824 con la orden al Departamento de Venezuela que  alistara 50000 hombres. Páez demoró tanto esta instrucción que hasta puso en duda su eficacia. 

Pero, ante los continuos requerimientos de Bogotá, procede a realizar un operativo de reclutamiento, manu militari, el 8 de enero de 1826.

Los acontecimientos se precipitan en su exposición, nudo y desenlace como rutinariamente algunos profesores explican  la estructura de una novela, en vez de suscitar el interés de leerla y disfrutarla. 

Los hechos se despeñan entre suspensos vertiginosos. 

El 16 de enero el general Escalona, el mismo que defendió  a Valencia del  asedio de Boves y que finalmente tuvo que capitular, ahora en su función de Intendente  eleva una queja al Congreso de Bogotá por los excesos cometidos en la recluta.

El 27 de marzo el Senado de Colombia suspende a Páez como jefe militar, cargo que desempeñaba desde el triunfo patriota en Campo Carabobo.

El 28 el senado nombra al general Escalona como nuevo jefe militar del Departamento.

 El 27 de abril el Concejo Municipal de Valencia declara  inconstitucional la suspensión.

El 30 de abril de 1826 designa a Páez jefe de la provincia y le restituye su condición de comandante del ejército. 

El 14 de mayo Páez se juramenta ante el Concejo Municipal de Valencia y el 29 ante la municipalidad de Caracas, organismos que carecen de potestad constitucional para hacerlo, como les señala, Fernando Peñalver, gobernador de Carabobo.

 El 25 de noviembre Páez dicta un decreto que coloca todo el poder en mano de los jefes militares.

Santander declara a Páez en rebeldía: reaparece el fantasma de una guerra entre generales con todas las consecuencias catastróficas para los civiles y la República.

En agosto de 1826, enterado del embrollo, Bolívar le escribe a Páez: “A mis ojos la ruina de Colombia está consumada desde el día en que Usted fue llamado por el Congreso”. 

El 22 de noviembre le escribe a su coronela: “Te comentaré que llegué con ánimos exaltados a Bogotá y supe que Santander se aprestaba a desconocerme, no sin antes haber preparado ciudadanos en mi contra…”. 

Pero también La Cosiata marcha en igual dirección.

 Manuelita Sáenz, develando el fondo turbio de ese tiempo, no se contiene y le escribe a Bolívar: “Dios quiera que mueran todos esos malvados que se llaman Paula, Padilla, Páez…Sería el gran día de Colombia…”.

Bolívar retorna a Venezuela por Maracaibo, Coro y Chichiriviche donde embarca para Puerto Cabello. Le trae a Páez un regalo de buena voluntad: dos caballos, uno de Chile y otro de Perú. Páez le niega sus títulos y lo trata, en proclama que le envía, como ciudadano.

Desde Coro, Bolívar endurece su trato y le escribe: “Lo que más me asombra de todo es que usted no habla una palabra de mi autoridad suprema y de mi mediación…a la sombra del misterio no trabaja sino el crimen. Deseo saber si usted me obedece o no y si mi patria me reconoce por su jefe. Parto mañana para Puerto Cabello. Allí espero la respuesta de Usted”.

 Apenas desembarca  el 1 de enero de 1827, dicta un Decreto de Amnistía.  Inmediatamente Páez reconoce la autoridad de Bolívar. El 4 de enero se reúnen en Valencia y el 10 de enero a las 4 de la tarde, Bolívar entra con Páez pacificado a su ciudad natal que lo recibe con júbilo.

La idea de separación de Venezuela queda sembrada.

Para meter en el horno las exigencias de Valencia se cuenta con un descontento generalizado con la elección de Francisco de Paula Santander como Vicepresidente de la República y con la escogencia de Bogotá como capital.

La Cosiata es también el comienzo del anti culto a Bolívar, centrado en la destrucción de su figura.

Un controvertido intelectual valenciano es la mano que promueve el proceso y cuya inteligencia lo convierte en el consejero de Páez. Hombre aún objeto de polémica,  personaje de astucia y talento que pendula entre sombras y luces.

 Este conspirador ilustre es Miguel Peña.

Su figura personifica una alianza entre grandes terratenientes de Carabobo y patriotas militares que sentían recelo hacia Santander. A esa alianza se incorpora la élite caraqueña más motivada por la descentralización y el federalismo.

Sin la Cosiata hoy no pudiéramos decir, Carabobo donde nació Venezuela. Y tampoco lo que no decimos: dónde murió, el sueño de Bolívar.