Por Kico Bautista / Opinión
Cada día me convenzo más que el radicalismo asemeja a un
perro que intenta morderse su propia cola, un círculo vicioso, como arena
movediza dónde, cuánto más te mueves, más te hundes.
Las posiciones extremistas siempre han existido. El problema
es que, más que contribuir a acelerar los procesos, los radicales son un freno,
tienden a confiscar los deseos de cambio de la gente.
A la Revolución Francesa los radicales le agregaron la
guillotina. A la religión cristiana; la inquisición. Stalin acabo con los
bolcheviques.
En Venezuela, las posiciones radicales llevan 25 años dándose
con la cabeza contra un muro de piedra y siguen en eso, no cambian. Esas posiciones,
por lo duras, se relacionan más con la simplificación que con los principios o
cualquier otra reflexión política o teoría. Al reducir la complejidad de la realidad
al blanco o al negro, a la izquierda o la derecha, quedan atrapados, en su
propia trama o trampa, como les sea mejor la frase. En esa limitada
interpretación los contrastes representas posiciones irreconciliables.
Más que terquedad, el radicalismo es intolerancia.
Al reducir las diferencias a "yo soy el bueno" y mi
enemigo el "malo", los matices, la diversidad se convierte en un
pecado, en traición, en colaboracionismo y demás etiquetas. Chávez y
María Corina se parecen mucho en el discurso: "quien no está conmigo, está
contra mí". Bajo ese patrón, dialogar o negociar se considera un síntoma
de debilidad.
Esa manera de pensar se ha incrementado gracias al proceso
de comunicación digital en el que estamos inmersos. Es hoy universal y bastante
común. En las redes se forman burbujas donde la simplificación se ha
convertido en la tendencia dominante. Hay gente que se cree gato o
cualquier otra cosa y nadie se los discute. Hoy más que nunca, se le rinde
culto a lo breve, a lo simple. Nada que pase de unas cuantas palabras o de unos
pocos minutos en video es útil, logra conseguir grandes audiencias. Lo
denso es considerado aburrido. Pensar cansa. El culto es hacia el volumen
alto, lo exagerado y eso tiene que ver con la segmentación a la que nos someten
los algoritmos. En el negocio de las redes es prácticamente imposible
incluir a millones de personas que se mueven en la Web. No se le puede
reconocerle a cada ser humano su identidad. Lo práctico, frente a
públicos tan numerosos, 4 billones de personas en streaming, es clasificar a la
gente por lotes, por categorías. Mientras en la publicidad tradicional se
hablaba de 4 sectores socioeconómicos, la empresa Cambridge Analítica en la
está era digital, logro más de 1500 clasificaciones diferentes. En las redes,
las mayorías se construyen a punta de minorías. Los medios de comunicación
genéricos han sido sustituidos por canales especializados en temas o audiencias
muy específicas.
El algoritmo nos convierte en "data" y así somos
tratados.
Entonces, en mi chat de amigos, en facebook o en TikTok, sin
querer queriendo, me terminó relacionando con gente que piensa, más o
menos igual que "yo".
Esa sensación de compañía que me brindan las redes me permite
reforzar mi personalidad, disolver el problema de la soledad humana y sentirme
protegido, seguro.
Solo "yo" tengo la razón, los demás mienten, se
equivocan así digan lo que digan. Todo lo distinto representa un peligro para
mí sistema de defensa, para "mi" estructura de personalidad. Lo
distinto representa un peligro, un enemigo al cual hay que desconocer.
Representan una amenaza.
En ese proceso, la carga emocional priva por encima de
cualquier otra consideración. Lo afectivo domina el cerebro. Lo que me
contradice, me niega.
Por esa vía, la realidad pasa a un segundo plano. Lo
determinante no son los hechos, las instituciones, si no "mis"
percepciones. Maduro no es lo que él cree que es sino lo que "yo"
digo que es y así se funciona con todo el sistema de representaciones que
existe
Pienso que es difícil salirse del esquema en que nos han
metido Leopoldo, Borges, Ledezma y ese largo etc de personajes que han
contribuido a instalar la hegemonía del radicalismo en la oposición. Si
seguimos repitiendo el esquema de amenazas del 11 de abril, obtendremos los
mismos resultados. No gobernaremos nunca.
Entonces esa jaladera hacia María Corona no ayuda.
Tanta idolatría, tanta sumisión es un error. Lo que estamos viendo, su comportamiento
frente a la candidatura de Manuel Rosales es perverso. Ella disfraza de
"pura", de “buena”, actúa bajo un cálculo y un discurso mal
intencionado contra quién la contradice. Para María Corina lo más
importante es preservar su liderazgo. La suya es una jefatura supremacista como
dice Leonardo Carvajal. Se hace lo que "yo" quiero. Esas elecciones
"sin mi" no son validad. El que se salga de la línea que impone
"el líder" que se atenga a las consecuencias como lo declaro
Magaly Meda.
Difícil la tarea porque la Señora, por la vía que vamos, no
va a ceder la batuta a Rosales aun cuando eso signifique perder las
elecciones.
Faltan 2 días y no hay acuerdo en la Plataforma. Todo indica
que no lo va a ver. Demasiada soberbia la de la Doña y su Corte de aduladores.
Ella se está colocando en plano moral superior y de allí, desde ese
Olimpo, no puedes salir nada bueno.
Rosales es Judas como dice la otra Corina. Nadie sirve sino
"yo". Ese estilo, esa pose, no se puede seguir alabando
Envueltos en el manto de la decencia y lo moralmente correcto, terminan siendo
los verdaderos malos de la película. Son los radicales los que linchan en las
redes y descalifican lo diferente. Mientras imponen etiquetas a diestra y
siniestra no se les puede criticar nada porque reaccionan con furia, te desean
hasta la muerte y cosas peores. Si hablas de laboratorios o campañas mal
intencionados hasta te responden con un comunicado. De tanto hablar de
alacranes se han convertido en culebras.
Que se queden en su mundo irreal los radicales. Asumamos que
somos diferentes e intentemos relacionados desde otro plano. La unidad no puede
ser un chantaje. Busquemos entonces un escenario más amplio dónde puedan entrar
todo el que quiera sin que tenga que pagar peaje, pasar por un tribunal que
decida si eres o no opositor. Intentemos ganar las elecciones con el país que
es más grande que la Primaria. Hagamos política hacia la gente y abandonemos la
olla de cangrejos donde nadie puede escaparse porque el que lo intenta, los demás
lo jalan hacia abajo.
Si María Corina es la líder y tiene al país a su lado, ese es
su discurso. Pero, está equivocada en la política. Su posición se limita a
negar la existencia, no solo del gobierno, también de la diversidad opositora.
Ella no es mi guía sino más de Guiadó y familia, más de lo mismo. Este es un
dilema que hay que resolver. Si eso que se conoce como la Alianza Democrática
no es percibido con nitidez como oposición, tampoco el radicalismo puede ser la
opción por solo el hecho de criticar al gobierno con mayor firmeza.
Interesante que Rosales se diferencie de tanta mentira, que
diga su verdad sin ofender pero, con coraje. A lo mejor su esfuerzo sirve para
recomponer el cuadro y generar una oposición diferente, menos complaciente con
el auditorio y de mayor profundidad en el discurso. Menos simplista, básica.
Capaz de defender las cosas en las que cree. Sin dudar, hablar de la necesidad
de la negociación, de entenderse con adversario, con el gobierno y salirse del
esquema de la confrontación que tanto daño le ha hecho a nuestro país. Esa es
la clave. No critico a gente como Enrique Márquez o Antonio Ecarri por intentar
crecer en medio de tanta incertidumbre. Dios quiera y las vaya bien.
La política la inventó el diablo. Es cruda. Les confieso,
créanme o no, que reconozco virtudes en María Corina que antes no
percibía. Tiene fuerza y ha aprendido a administrar su carisma. Sin
embargo, le falta mucho. Sigue pegada a las simplificaciones. No basta
con reconocer que la ruta electoral es la única vía. También hay que poner los
pies en la tierra y asimilar que con amenazas solo hemos conseguido derrotas.
Ese no es camino. Mientras crece y algún día aprende a actuar con
flexibilidad, como la palma que se dobla para no la quiebre el viento, es
mejor buscar otras opciones menos rígidas, más tolerantes, de mayor formación y
calidad política. Me niego a seguir contribuyendo a alimentar tanta soberbia.
Tanta obediencia enferma. La política es debate, convencer con argumentos y no
con amenazas. No le faltó el respeto a nadie cuando digo la verdad.
Recuerdo la película "El abogado del Diablo",
cuando Al Pacino le dice a Keanu Reeves: "La vanidad es el mejor aliado
del Diablo".