Por Luis Heraclio Medina
C.
En estos días muchos valencianos se han sorprendido al ver
por las calles y avenidas de la ciudad un simpático “tranvía” que haciendo
sonar su campanita transporta a una veintena de alegres turistas que rememoran
los tiempos de la ciudad de hace cien años. No es un tranvía verdadero, es una
iniciativa privada de un grupo de emprendedores valencianos que han creado a
partir de un vehículo a gasolina, un emulador del antiguo tranvía que utilizaron
nuestros abuelos desde principios del siglo XX.
Los tranvías de Valencia se inician con los “tranvías de caballitos”, una empresa de transporte sobre rieles iniciada en 1887 que conectaba la Plaza Bolívar con la estación del Ferrocarril Inglés o Valencia/Puerto Cabello que quedaba en Camoruco, que hoy conocemos como Rectorado de la Universidad de Carabobo. La vía corría por el medio de la antigua avenida Camoruco, hoy llamada Avenida Bolívar. Eran tres kilómetros que los parroquianos recorrían cómodamente en aquellos carros de madera y hierro arrastrados por las vías por un par de equinos. Ante el éxito de la empresa llamada “Tranvías de Valencia” (luego transformada en “Tranvías de Camoruco”) se crearon nuevas rutas: una hacia el sur por la Constitución hasta el Palotal y la otra hacia el este por la Colombia llegando hasta San Blas.
Luego en 1915 se inaugura un nuevo
sistema de tranvías: los eléctricos que llegaron a tener hasta quince carros,
algunos norteamericanos, otros alemanes e incluso seis carros construidos en
Valencia con motores ingleses. También se abrieron nuevas líneas hacia el oeste
por la Calles Colombia y Cantaura, y hacia el sur, pasando por la Plaza Santa
Rosa, desviándose para pasar por la Iglesia de Candelaria y terminar en la esquina
de “Palo Negro” con un total de ocho kilómetros de vías férreas.
Las cocheras o garajes quedaban en
la Avenida Bolívar cruce con Arismendi, donde estuvo luego por muchos años el
famoso “Arepazo Criollo” y el taller también en la Av. Bolívar, muy cerca del
rectorado, frente a la Capilla de Camoruco. Allí todavía están empotradas las
vías férreas como un testigo de aquel bonito pasado.
Las “tripulaciones” de los tranvías
vestían de riguroso liquiliqui blanco y una gorra tipo militar. El conductor
iba de pié para controlar con palancas y pedales los mecanismos del vehículo y
hacía sonar la campana al llegar a cada esquina.
La energía que movía al tranvía era
la electricidad que bajaba del cableado de alta tensión por una gruesa barra de
hierro llamada percha. El tranvía tenía nueve velocidades controladas por una
resistencia manipulada por una manigueta.
Los tranvías no tenían puertas. A
veces, los mozos y caballeros saltaban ágilmente antes de llegar al destino en
peligrosas acrobacias que más de una vez costaron un hueso roto. También los
más osados viajaban colgados de los estribos a los lados del tranvía. Cuando
llovía se bajaban unas cortinas para proteger de las inclemencias del tiempo a
los pasajeros.
Fue un medio de transporte
utilizado por todas las clases sociales, que ayudó a vincular más fácilmente a
valencianos residentes en lugares distantes, fomentó visitas y romances, y
facilitó el trabajo.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, un
dinámico grupo de amantes de nuestra ciudad han iniciado un bello proyecto
turístico-cultural llamado “El Tranvía de Valencia”, que tiene su base en la
urbanización Las Acacias. Han hecho con todo el esmero del caso una réplica de
uno de los antiguos tranvías eléctricos, con sus asientos de madera, sus
acabados “vintage” y hasta su campanita para avisar la llegada a las esquinas.
Con tres rutas llevan a valencianos y visitantes a los lugares que nuestros
antepasados frecuentaron, en unos inolvidables paseos que rememoran la Valencia
de antaño. Un proyecto que vale la pena conocer.
Texto y foto tomados de Valencia de Antaño.