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10 julio, 2022

ELBERT HUBBARD Y SU CÉLEBRE ‹‹MENSAJE A GARCÍA››

   Por Ricardo Emilio Quero* / Especial para Entre Todos D.

       Durante largo tiempo el imperio zarista ruso tendría la vista puesta en Port Arthur (hoy territorio Chino), que a diferencia de Vladivostok no se congelaba en invierno. Pero el emergente y poderoso Japón también aspiraba a tomar posesión sobre el mismo lugar. A finales del siglo XIX un tratado otorgaría el dominio a Japón, pero posteriormente debió devolverlo a los rusos. Los primeros, sin embargo, no se resignarían a la pérdida, por lo que el 8 de febrero de 1904 invaden Port Arthur, dándose así inicio a la guerra ruso–japonesa que finalizaría el 5 de septiembre de 1905 con la victoria japonesa. Esta contienda, aparte las desgracias propias de toda guerra, tendría la particularidad de que a cada soldado de los dos ejércitos en pugna se les entregaría un folleto de unas seis páginas para que lo estudiaran con detenimiento.  Un mensaje a García era el título de aquella pequeña obra.  Años más tarde, en 1936, con el título de A message to García, se estrenará una película basada en su argumento. Y se considera que este ‹‹mensaje a García›› ha sido traducido a todos los idiomas escritos del mundo. Tales detalles ponen de manifiesto la inverosímil e inesperada importancia adquirida por lo que inicialmente fuese un sencillo artículo que, en marzo de 1899, apareciera en la revista estadounidense Philistine. ¿Cuál es la historia de este singular caso…?

      Todo comenzaría la tarde del 22 de febrero de 1899, cuando el periodista estadounidense Elbert Hubbard nacido en Illinois el 19 de junio de 1856 toma el té con su hijo Bert. Uno de los temas abordados en su plática se refiere a la reciente guerra habida entre Estados Unidos y España, y donde la segunda perdiera, además de Filipinas, a Cuba y Puerto Rico, las dos últimas colonias que le quedaban en América.

       En esa contienda ocurriría un hecho que las circunstancias en que acaeciera  lo hace merecedor del mayor elogio por parte de padre  e hijo. Sucedería esto cuando al gobierno de los Estados Unidos le urgía entregar un mensaje al general Calixto García, quien, alzado en armas, se hallaba en un lugar desconocido ubicado en el extremo oriental de Cuba.  No era una empresa nada fácil, dadas las circunstancias. Se barajarían  muchos nombres y alternativas, pero todas resultarían impracticables por uno u otro motivo. Sería entonces cuando al Secretario de Defensa norteamericano llega el nombre de quien, le han asegurado, podría cumplir con éxito aquella difícil misión: el teniente Andrew Rowan.

       Concertada la cita con Rowan, el alto funcionario entrega a éste el documento, o ‹‹mensaje››, que era perentorio entregar al general García allá en el extremo más lejano de la isla antillana. Aquí comenzaría lo interesante de aquella historia… Al contrario del común de la gente,  Rowan no preguntaría quién era García, ni dónde se hallaba, ni quién lo conduciría hasta allá ni ninguna otra cosa… Simplemente tomó la carta entre sus manos, dio la vuelta y salió del despacho del Secretario de Defensa con la firme determinación de entregar su encomienda a aquel desconocido de quien solo sabía su nombre, mas no su paradero. Cómo se las arregló aquel teniente para llevar a cabo su misión es algo que se desconoce; pero lo que sí se sabe es que cumpliría satisfactoriamente con el objetivo que se planteara, por lo que García pudo leer aquel trascendental mensaje y actuar posteriormente de acuerdo con lo allí asentado. Este hecho permitiría al vástago de Hubbard llegar a la conclusión de que había sido Rowan el verdadero héroe de la victoria norteamericana en Cuba.

        Sería esta impresión de su heredero la que activaría una luz en el cerebro de Hubbard. ‹‹Es verdad se diría, el muchacho tiene razón: héroe es aquel que cumple su cometido, el que lleva el “mensaje a García”.›› Esa noche, después de haber cenado, comenzaría a redactar un artículo inspirado en aquel hecho y en la charla tenida con su hijo. En ese momento, subrayaría luego el propio autor: ‹‹Brotaba candente de mi corazón, escrita, cual fue, después de pesaroso día dedicado a tratar de enseñar a ciertos indolentes moradores de la villa a abjurar de aquel estado comatoso en que se encontraban y a infiltrarles radioactividad.›› Una hora después colocaba el punto final a su escrito, y que sería conocido en la historia como «Un mensaje a García».

        Al parecer Hubbard no habría tenido inicialmente mucha estima por aquellas cuartillas, tan es así que serían dadas a la luz sin encabezamiento en la revista que el mismo Hubbard dirigía. Pero cuán lejos estaba éste de imaginar la resonancia inesperada que habría de tener su escrito. Puede decirse que su éxito sería fulminante. Ya hemos visto que apenas a un quinquenio de distancia dos potencias locales que pronto se convertirían en mundiales lo utilizaban como material didáctico para sus fuerzas castrenses enfrentadas entre sí. Apenas aparecida en letra de imprenta, y posiblemente ante la sorpresa de sus editores, a la redacción de Philistine comienzan a llegar pedidos de la publicación de ese mes de marzo. Al principio sería de una docena de ejemplares adicionales; luego la demanda iría en aumento: cincuenta, cien… Cuando la American News Company solicita mil ejemplares, a Hubbard lo pica la curiosidad y pregunta a uno de sus empleados cuál de los artículos de ese mes era la causa de tal revuelo. La respuesta de éste debió haberlo sorprendido: ‹‹Eso de García››.

         Al día siguiente, de acuerdo con lo afirmado por el propio Hubbard, recibirían un telegrama de George S. Daniels, representante del Ferrocarril Central de Nueva York, el cual decía textualmente: ‹‹Cotice precio de cien mil ejemplares artículo Rowan en forma folleto. Anuncio Tren Expreso del Estado Imperial al respaldo. Diga cuando puede hacer la entrega››.

       Al leer esto, la sorpresa del personal directivo de aquella revista debió ser mayúscula. Hubbard respondería cotizando precio y señalando que podía entregarlos en un lapso de dos años. ‹‹Nuestras facilidades eran pocas —expresaría varios años después— y cien mil ejemplares parecíanos una empresa magna. El resultado fue que le concedí permiso a Mister Daniels para que reprodujera el artículo como quisiera. Lo hizo en forma de folletos, en ediciones de medio millón. Distribuyó dos o tres ediciones de medio millón cada una, y, además, el artículo fue reproducido en más de doscientas revistas y periódicos.››

       Cuando este señor Daniels se ocupaba de aquellos menesteres se halla en Nueva York, como huésped de la Compañía del Ferrocarril Central de Nueva York, el príncipe Hilakoff  director de los Ferrocarriles del imperio ruso. Aquel aristócrata, que viajaría por todo el país en compañía de Daniels mientras éste hacía la distribución de la obra de Hubbard, le llamaría poderosamente la atención tal circunstancia. Obviamente quiso enterarse de su contenido. Una vez satisfecha su curiosidad, y ya de regreso en su patria, lo hace traducir al ruso. Posteriormente le es entregado un ejemplar a todos los empleados ferrocarrileros del vasto imperio ruso. Cuando se iniciara la guerra contra Japón a la que hiciéramos mención en páginas anteriores, a cada soldado ruso que marchaba al frente se le entregaría un ejemplar de aquel minúsculo ‹‹Mensaje a García››. Luego ocurriría un hecho que agregaría un eslabón más en el inusual destino de la obra: cuando los japoneses comienzan a hallar aquellos pequeños libritos entre las pertenencias de cada soldado ruso capturado llegan a la conclusión de que debía ser aquello      algo muy bueno, por lo que deciden traducirlo al japonés. Una vez hecho esto, por orden del Mikado se entregaría un ejemplar a todo empleado, civil o militar, del gobierno nipón.

      Con el paso del tiempo la popularidad de la obra, ‹‹gracias a una serie de accidentes afortunados››, como señalaría el propio autor, se extendería cada vez más. A finales de 1913 se han ya impreso más de cuarenta millones de ejemplares.

     Como toda obra humana el ‹‹Mensaje a García›› tendrá detractores y defensores. Hay quien ha señalado que, aunque basado en un hecho histórico, más que un personaje real, Rowan habría sido un símbolo literario utilizado por Husbbard. Y claro está que lo ideológico no podría faltar en esta pugna. Hay también quien lo ha visto como una enseñanza para la vida, para la superación y el cumplimiento de la meta fijada, y, sobre todo, de ser capaz de llevar, sin excusas y sin muchas preguntas, un mensaje a García…

*Profesor jubilado, historiador.