Por Oukaci Fayçal*
España ha pasado de ser socio privilegiado de Argelia a
ocupar el estatus de país «hostil». En unos días, todo lo que se había
construido durante muchos años parece a punto de hundirse. ¿Por qué? El actual
presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, parece haber sido el actor
principal de este catastrófico escenario.
Las relaciones entre Argel y Madrid eran amistosas y
privilegiadas hasta el cambio espectacular que el presidente del Gobierno
español hizo a propósito de Sahara Occidental [el pasado mes de marzo, el
Gobierno español apoyó la propuesta que Marruecos presentó en la ONU en 2007,
calificándola como «la base más seria, creíble y realista para la resolución de
esta disputa»]. Argel ha sentido ese cambio como una traición a la amistad y un
insulto al futuro entre los dos países. Argel considera que se han ejercido
«presiones evidentes» hacia el Gobierno español. Madrid ha optado por cambiarse
de chaqueta en un asunto en el que tiene una responsabilidad histórica hacia el
pueblo saharaui y la ONU, dado que sigue siendo potencia administradora.
Sahara Occidental es una de las prioridades de la política exterior argelina y la violación de la amistad entre ambos países no puede silenciarse en un contexto en el que la guerra se juega en Europa y tiende a internacionalizarse. Pedro Sánchez hará perder mucho a España en un contexto en el que Madrid debería minimizar el enfriamiento de las relaciones con Argelia.
Al mismo tiempo, Argelia deplora y rechaza las «precipitadas
e infundadas» declaraciones que hizo el pasado 11 de junio la Unión Europea,
como reacción a la decisión soberana de Argelia de suspender el Tratado de
amistad, buena vecindad y cooperación que le ligaba a España, según se leía en
un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores argelino.
«La prisa y el sesgo de estas declaraciones resaltan lo
inadecuado de su contenido», señalaba Argel, que añadía que «se trata de un
desacuerdo político con un país europeo de carácter bilateral y sin incidencia
en el compromiso de Argelia con respecto a la UE», por lo que no sería
necesaria esa supuesta consulta europea para obtener una reacción colectiva de
Europa. Argel daba respuesta así a las declaraciones del Alto representante de
la UE para Asuntos Exteriores, el español Josep Borrell, quien acusó a Argelia
de violar el acuerdo de asociación con la UE al suspender el Tratado con
España.
Es bueno recordar, en este contexto, que la decisión de
suspender ese tratado con España responde a una legítima consideración por
parte de Argelia, que entiende que España se ha desvinculado de obligaciones y
valores importantes inscritos en el mismo. En este caso, se responsabiliza a
Madrid de haber vaciado este instrumento jurídico de su fundamento y de cuestionar
la pertinencia de las relaciones entre ambas naciones. Habiendo constatado
esto, el Gobierno argelino se ha visto obligado a explicar públicamente la
magnitud de la medida para preservar intereses supremos, de orden moral y
estratégico, del país frente actos que han atentado contra el objeto y
finalidad del tratado rubricado por ambas naciones.
El ministerio de Asuntos Exteriores argelino ha afirmado que
las instancias comunitarias europeas no disponen de ninguna base jurídica ni
competencia en el asunto de la suspensión de las inversiones y las relaciones
comerciales con España, desmontando las declaraciones oficiales vertidas desde
Bruselas. Estas, para Argelia, son precipitadas y carecen de fundamento.
Esta desgraciada intromisión se debe a la personalidad de
Pedro Sánchez, que ha priorizado las tesis de la diplomacia nacional en
detrimento de la preservación de los intereses de la Unión Europea, dentro de
la cual Argelia cuenta con numerosos amigos y socios fiables y responsables.
Esta intromisión es, también, más dudosa que paradójica, dado que se ha
convertido en un intento inútil de presión sobre un país del Sur celoso de su
independencia nacional frente a la postura circunspecta de la Comisión Europea,
como ha quedado evidenciado recientemente en este importante contencioso
comercial que afecta a un Estado clave de la UE, como es España, que ha visto
cómo dos países desarrollados no europeos, Marruecos y Argelia, se han visto
obligados a llamar a sus embajadores como respuesta a un conflicto de intereses.
Por otra parte, Argel ha declarado también que «España dio la
espalda al pueblo saharaui y a las Naciones Unidas en 1975 retirándose del
territorio (saharaui), y sin haber organizado el referéndum de
autodeterminación como había prometido, por lo que mantiene una responsabilidad
histórica, política, moral y jurídica como potencia administradora del
territorio hasta hoy».
Este último «error» de Pedro Sánchez se añade a otros, según
Argel, que no olvida las concesiones que ha hecho a Marruecos sin recibir
ninguna contrapartida política, y esto, en detrimento de la amistad con
Argelia, e incluso en detrimento de los propios intereses de España.
Ahora la pregunta que todo el mundo se hace es saber qué va a
hacer Argelia y si llegará a limitar sus intercambios comerciales o a cortar el
gas a España. La respuesta es no. Argel ha afirmado oficialmente que respetará
los contratos comerciales firmados con España, aunque esté enojado con Madrid,
lo que es legítimo. Argel quiere dar la imagen de un Estado respetuoso con el
derecho internacional. Eso no significa que la presión de la Unión Europea haya
logrado sus fines. No, quiere decir, simplemente, que Argelia, aunque los demás
den la espalda a sus compromisos internacionales –España ante el dosier de
Sahara Occidental–, sabe cómo ser más respetuosa con el derecho internacional.
Sin embargo, ¿los precios del gas seguirán siendo revisados
al alza? Sin duda, y eso es una medida comercial que no tiene nada que ver con
el conflicto ni con el enfriamiento de la relación entre los dos países. El
contexto internacional, marcado por la guerra en Ucrania, una guerra que tiende
a internacionalizarse, ha hecho subir los precios del petróleo y del gas. Por
consiguiente, será totalmente legítimo que Argel revise los contratos del gas
en el futuro.
De momento, en el plano político y diplomático las cosas
están en punto muerto. La confianza se ha puesto en entredicho y el pacto moral
entre ambos países se ha roto. Madrid debería demostrar sus buenas intenciones
y pensar de forma diferente. Argel sabrá apreciar y reabrir sus brazos a un
país que era, hasta hace no mucho, uno de los socios estratégicos y
privilegiados de Argelia.
*Redactor
jefe del periódico argelino l’Express.dz
Tomado de MUNDO NEGRO / España.