El Dr. Iñaki Alegría es pediatra y está especializado en Medicina Tropical y Salud Internacional. Ha trabajado como cooperante en Senegal, Angola y Etiopía, donde es coordinador de programas de salud en el Hospital General de Gambo y toda su área de influencia desde 2017. Colabora como docente en diversas instituciones internacionales, ha publicado varios libros y numerosos artículos científicos y divulgativos.
En 2013 fundó la ONGD Alegría sin fronteras, desde la que
gestiona numerosas proyectos para disminuir la mortalidad materna y neonatal y
mejorar la salud y la nutrición en la región y, sobre todo, dar visibilidad a
quienes no la tienen. Además, es consultor de la Plataforma internacional de
Médicos Sin Fronteras de Telemedicina y miembro del clúester de Naciones Unidas
y la Organización Mundial de la Salud. A través de su blog «Cooperación
con Alegría», muestra la realidad de la vida en un hospital etíope, donde
la vida y la muerte están presentes cada día. El doctor alegría destaca la
indiferencia con la que, desde Europa, miramos a África y se pregunta cómo
puede ser que aún mueran niños a diario por enfermedades que se pueden tratar o
vitar con vacunas.
Según el Dr. Iñaki Alegría, el discurso victorioso de la
ciencia contrasta con la desigualdad de acceso
¿Cómo es la vida de un pediatra en Etiopía en esta época de Covid-19?
En el Hospital Rural de Gambo estoy viviendo una emergencia continua. No estoy viviendo mi primer estado de alarma ni trabajo en un hospital de campaña. No es la primera vez que se me aparece la muerte ni que afronto un sistema sanitario colapsado. Aun así, no me acostumbro a ver morir a las personas como tampoco quiero habituarme a la injusticia. Trabajo en un hospital que se reinventa a diario. Hace apenas un par de meses una epidemia de sarampión, con más de cien ingresos diarios, nos obligó a triplicar la capacidad de trabajo. Cada año nos azotan epidemias de bronquiolitis y neumonías durante la época de lluvias y en la estación seca hacemos frente a las más mortíferas, como el sarampión y la desnutrición, que se ceban con la infancia más vulnerable.
Estoy en primera línea, en el Hospital Rural de Gambo, que
ahora combate la pandemia de coronavirus entre epidemias de sarampión,
meningitis, cólera, tuberculosis y hambrunas. Además, debemos lidiar con el
silencio que rodea al Cuerno de África, sobre todo al sur de Etiopía, cuya
evidencia más clara es la indiferencia humana. Trabajo por encima de mis
posibilidades y no desde hace un día, ni una semana, ni un mes, ni un año.
Desde siempre. Esto lo convierte en una normalidad que lo silencia todo, porque
cuando la emergencia es continua, deja de ser noticia. Multiplicamos las camas,
no por arte de magia, sino a través del esfuerzo y el sacrificio.
África no debe ser un lugar para experimentar o para realizar
estudios que en España no pasarían el comité ético
En marzo de 2020, mis amigos desde España me enviaban
noticias de los primeros casos. En Etiopía, el Hospital de Gambo estaba
colapsado, a más del 300% de su capacidad, con camillas en los pasillos,
colchones en el suelo, dos y hasta tres niños por cama e, incluso, un hospital
de campaña improvisado con la tienda que se monta para los entierros. Se debía
a un brote epidémico de un virus altamente contagioso, que afectaba
especialmente a niñas y niños menores de 5 años y con una mortalidad muy
elevada en casos de desnutrición aguda. Las complicaciones principales eran
respiratorias y no disponíamos de oxígeno para poder atender a todos. Debíamos
de tomar un cilindro de oxígeno y dividirlo entre 3 o 4 niños. El peor
sentimiento es que todo esto se podía haber evitado. Estábamos ante una
epidemia del virus del sarampión, agente para el que existe una vacuna
altamente eficaz. El problema es que la cobertura vacunal en las zonas rurales
de Etiopía, como en la que nos encontramos, es muy baja.
Después de la epidemia de sarampión es cuando llega la
pandemia de Covid-19, una pandemia entre epidemias. En 2020, la pandemia nos
encontró a todos desprovistos. El problema llega en 2021. En enero de 2021, la
población vacuna en el mundo contra la pandemia era la misma, se partía del
mismo punto, de cero. Todos iguales. esta nueva enfermedad igualaba la
inmunidad mundial, sin distinción de sexo, raza, dinero o nación. En enero de
2022, tan solo un año después, se ha vuelto a crear la división. La brecha en
la vacunación por raza, dinero y nación. Una oportunidad perdida. La mayor
parte de países europeos alcanzaban o se acercaban a una población inmunizada
del 80%, mientras en el continente africano no se alcanzaba ni el 10%, incluso
algunos países no habían podido ni iniciar la inmunización.
Dr. Iñaki Alegría: «Es necesario descolonizar nuestra mente,
la imagen que tenemos de África y la cooperación»
El discurso victorioso de la ciencia contrasta con la
desigualdad de acceso. ¿Por qué debemos vacunar a África? uno de los argumentos
más extendidos es que hay que vacunar a África para evitar la aparición de
nuevas variantes. Por otro lado, cuáles son las razones para vacunar a Europa?
La respuesta no da lugar a dudas: evitar la muerte de personas, europeas en
este caso. La razón para hacerlo en África debería ser evidentemente la misma:
que no se mueran personas africanas. No consiste en vacunar a África para
proteger a Europa, ni para evitar la aparición de variantes que sean
resistentes a las vacunas. Hay que vacunar a África para proteger a
África. ¿O es que evitar que los africanos se mueran no es un argumento de
suficiente fuerza? Eso es un fracaso moral.
¿Qué necesidades tiene la sanidad en Etiopía y en el resto de
África?
Sanidad universal.
Salud para todos. La clave es un sistema de salud fuerte, con una estructura
basada en la atención primaria accesible para toda la población, con un sistema
de derivación a hospitales de referencia para poder atender a los casos más
complejos. Un sistema de salud con estructura y personal sanitario bien formado
es capaz de afrontar epidemias y retos de salud pública sin hacer tambalear sus
cimientos.
¿Qué significa curar un hospital?
Si curamos a una
persona, salvamos a una persona. Si curamos un hospital estamos creando la
estructura para salvar la vida de miles de personas cada día. Debemos hacer
algo más grande que nosotros mismos y que no dependa de nosotros. Si todo
depende de mí el día que me vaya se dejará de hacer. Lo imprescindible es que
mi figura no sea imprescindible.
Un sistema de salud con estructura y personal bien formado es
capaz de afrontar las epidemias y retos de salud pública sin hacer tambalear
sus cimientos
¿Cómo ves tu situación profesional dentro de 10 años?
La medicina es mi
forma de vida, no es un trabajo. La hago con pasión, entusiasmo y entrega. De
aquí a 10 años, deseo seguir teniendo la misma pasión y entusiasmo, y haber
ganado experiencia. Trabajo lo mejor que puedo, me lo exigen las personas a las
que atiendo cada día y, por ellas, tengo la obligación de ser mejor cada día.
La medicina es un acto de amor. En Etiopía vivimos situaciones muy duras,
convivimos cada día con la vida y la muerte. No quiero acostumbrarme a la
muerte, siento rabia e impotencia de ver ante mí a un niño que no debería morir
y que pierde la vida por enfermedades que se pueden evitar y tratar. Es una
injusticia social.
¿Por qué cree que es bueno contar su historia y su
experiencia?, ¿a quién le debería interesar?
Soy una persona normal que se ha dejado llevar por el amor y el corazón. Si
esto puede inspirar a alguien, bienvenido sea. He encontrado mi «porqué» en la
vida a través del trabajo en el Hospital de Gambo, trabajando día y noche en
primera línea, creando y formando un equipo para que el hospital puede seguir
caminando de manera autónoma y hacer honor a nuestro lema: en Gambo salvamos y
enseñamos a salvar vidas cada día. Cada persona tiene un «porqué» en la vida.
Busca el tuyo y pon toda la pasión.
Hay algo mejor que salvar vidas, enseñar a salvarlas
¿Sería bueno que parte de la residencia de los médicos fuese
en lugares de cooperación?
Te voy a responder con una anécdota de mi primera experiencia. La primera vez
que fui de cooperación a Etiopía me presenté ante el director del hospital de
la siguiente manera: Hola soy médico, vengo de «cooperación» a ayudar en lo que
haga falta. Puedo visitar a niños, adultos, mujeres embarazadas, atender
partos, ayudar a limpiar, a cocinar… ¡a lo que sea! Quizá no te sorprenda esta
presentación al llegar de cooperación a un hospital en Etiopía. Pero ¿nos
presentaríamos de la misma manera en un hospital de Noruega o Estados Unidos?
¿Iríamos a visitar a niños, adultos, mujeres embarazadas, atender partos, puedo
ayudar a limpiar, a cocinar… De entrada, ni se me pasaría por la cabeza
presentarme en el hospital nórdico como «cooperante», sino como médico.
Entonces, ¿por qué si voy a un país como Etiopía si soy
cooperante? Implica que estoy calificando al país africano de inferior y estoy
creando una relación vertical, cuando debería ser horizontal. Al irme a
trabajar a Etiopía, me llamaban «expatriado». Sin embargo, si un etíope viene a
trabajar a España le ¿llamamos también expatriado o quizás…inmigrante?
Contestando a la pregunta, ¿es bueno que la residencia de médicos sea en
lugares como Etiopía? Sí, pero haciéndolo del mismo modo que lo haríamos en
países como Noruega. Con la misma profesionalidad, calidad, excelencia y
exigencia. África tampoco debe ser el lugar para experimentar o ganar con
experiencia haciendo más operaciones, ni tampoco para realizar estudios que en
España no pasarían el comité ético. La cooperación debe terminar, o refundarse
por completo.
Texto tomado de Sanidad.com / España.