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06 abril, 2020

No lo digo yo


Por Humberto Seijas Pittaluga

Lo dejo claro desde el comienzo porque entiendo que últimamente el aparato represivo del régimen —en su afán de intentar tapar lo que está a ojos vista— anda deteniendo a muchos opinadores.  Y después de que los ponen en chirona, se toman todo el tiempo, sobrepasando lo que establece la Constitución, para presentarlos a un juez.  Que, en la mayor parte de los casos, no llena los requisitos del juez natural, y que se sustenta en leyes que no son aplicables al presentado.

Por todo lo anterior, y por aquello de “salva sea la parte”, reitero que lo que sigue no es invento ni opinión mío.  Es solo la glosa de un escrito que apareció en el más reciente Foreign Affairs y lleva la firma de dos investigadores colombianos: Víctor Mijares y Alejandro Cardozo.  Su informe se titula Militares bajo control y lleva como epígrafe “Fallas teóricas detrás del estancamiento de Juan Guaidó”.


Parten afirmando que “En el caso del chavismo, la coalición gobernante no consiste en un grupo de partidos, sino en lo que el propio Hugo Chávez llamó la ‘unión cívico-militar’, o la unidad del partido civil con las fuerzas armadas”.  Señala que “La bibliografía dominante sobre las relaciones entre civiles y militares en Venezuela (…) se decanta por las tesis del pretorianismo como fórmula recurrente de gobernabilidad autoritaria”.  Y que, por eso se interpreta que “en la unión cívico-militar chavista, el centro de gravedad era, en efecto, el componente militar de la coalición gobernante”.  Piensan que existe un “Estado guarnición” como el que Harold Lasswell sugirió en 1941; o sea, uno en el cual los militares se erigen en una élite dominante por los poderes político y económico que han adquirido y con los cuales controlan al Estado.

Esa idea —que creen muchos— hace pensar que, a lo largo de su historia, Venezuela ha sido un Estado cuyo centro de gravedad el estamento militar.  Lo creen debido a la realidad caudillista que fue una constante desde el inicio de la república y que cesa con la huida de Pérez Jiménez en 1958.  Más aún; después de instaurada la democracia, el país vivió varios intentos de golpes cuarteleros, desde el de Edito Ramírez en 1959 hasta las asonadas de 1992.  Después, con la elección como presidente de un militar golpista, se terminó de consolidar esa tesis de que siempre ha existido un control militar sobre el poder civil en el país.  Eso, en el criterio de los investigadores, “ha tenido consecuencias adversas para la estrategia de cambio político gestada desde Caracas con apoyos externos (…) Ante la improbabilidad de que se produzcan acciones de fuerza contundentes contra el régimen venezolano, el cerco diplomático y las sanciones surgieron como alternativas estratégicas para activar lo que se considera el talón de Aquiles del chavismo bajo el régimen de Maduro: su alta dependencia, cuando no sometimiento, a la autoridad militar”.

Una de las hipótesis planteadas por los autores de la investigación tiene basamento en que “existe un pretorianismo militante en las fuerzas políticas chavistas que ha derivado hacia una fase superior, correspondiente a una militarización progresiva de la sociedad (…) que los militares, por ende, se han expandido dentro de la burocracia civil venezolana, colonizándola con mentalidad y objetivos pretorianos para hacer prosperar, en toda ley, un gobierno militar (…) que Maduro encabeza un gobierno militar, pues cuenta con la burocracia castrense para tener, definitivamente, el control del Estado venezolano.

Mijares y Cardozo piensan que eso no es del todo cierto, sino que es lo contrario: “que el poder civil ―con el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como vehículo― infiltró al poder militar y anuló la posibilidad de que ahí surgieran mandos unificados que pudiesen rebelarse”.  Que el proyecto final de este “es la desarticulación del núcleo castrense por medio de la desprofesionalización, la degradación de sus rangos operativos y la politización de todos sus espacios que, con un fino tramado propagandístico y simbólico pretoriano, pretendidamente militarista y nacionalista, desmembró al aparato militar profesional”.  Y que este error ha confundido la estrategia porque “Siguiendo las tesis e imágenes dominantes sobre el militarismo de Maduro, la oposición operó con la esperanza de entablar algún diálogo con el supuesto núcleo militar del régimen venezolano, (…) y seducir a ese núcleo castrense para que desertara o, en el mejor de los casos, concurriera en un golpe de Estado con miras a restaurar la democracia venezolana”.  

Añaden que este enfoque equivocado hace fallar el plan opositor. Porque, lo que de verdad sucede es que “No fue la bota militar la que menoscabó la democracia venezolana, sino el aparato ideológico civil que preparó el fin de unas fuerzas armadas profesionales y debilitó a una sociedad con aspiraciones democráticas. En los hechos, se ha utilizado una parte de la estructura de las fuerzas armadas para descomponer a la propia institución militar”.

Prosiguen argumentando que “El verdadero poder es civil y reside en el PSUV. No haber comprendido todo lo anterior, al haberse estancado en un debate teórico inerte sobre el pretorianismo en la política venezolana, ha llevado a la desorientación a actores políticos venezolanos y extranjeros que intentan poner fin al régimen de Maduro (…) El chavismo civil ha desarrollado formidables capacidades de control sobre las fuerzas armadas venezolanas, especialmente por vía de la transferencia de conocimientos y experiencias políticas del régimen cubano. La cooperación autoritaria entre Cuba y Venezuela es una pieza central de la resiliencia del régimen venezolano, en tanto que, como ha sido documentado, La Habana ha transferido capacidades de inteligencia y contrainteligencia a Caracas, con las fuerzas armadas como uno de los principales objetivos.”.

Terminan con unos apotegmas azarosos “…el poder en Venezuela no está tomando la forma de un ‘Estado de guarnición’, sino el de un ‘Estado comunal’, cada vez más cercano a la doctrina del partido de gobierno (…) El nuevo papel de los militares en Venezuela es obedecer a ese poderío expresado en el PSUV para esperar el reparto de prebendas a los leales y responder oportunamente a cualquier amenaza interna o externa a la soberanía de la revolución.  Tanto Guaidó como sus acompañantes y aliados internacionales deben comprender ese nuevo razonamiento de la FANB, guardiana del PSUV”.

Ominoso el panorama…