Por Humberto Seijas Pittaluga
Lo dejo claro desde el comienzo porque
entiendo que últimamente el aparato represivo del régimen —en su afán de
intentar tapar lo que está a ojos vista— anda deteniendo a muchos
opinadores. Y después de que los ponen
en chirona, se toman todo el tiempo, sobrepasando lo que establece la
Constitución, para presentarlos a un juez.
Que, en la mayor parte de los casos, no llena los requisitos del juez
natural, y que se sustenta en leyes que no son aplicables al presentado.
Por todo lo anterior, y por aquello de “salva
sea la parte”, reitero que lo que sigue no es invento ni opinión mío. Es solo la glosa de un escrito que apareció
en el más reciente Foreign Affairs y lleva la firma de dos
investigadores colombianos: Víctor Mijares y Alejandro Cardozo. Su informe se titula Militares bajo
control y lleva como epígrafe “Fallas teóricas detrás del estancamiento de
Juan Guaidó”.
Parten afirmando que “En el caso del chavismo,
la coalición gobernante no consiste en un grupo de partidos, sino en lo que el
propio Hugo Chávez llamó la ‘unión cívico-militar’, o la unidad del partido
civil con las fuerzas armadas”. Señala
que “La bibliografía dominante sobre las relaciones entre civiles y militares
en Venezuela (…) se decanta por las tesis del pretorianismo como fórmula
recurrente de gobernabilidad autoritaria”.
Y que, por eso se interpreta que “en la unión cívico-militar chavista,
el centro de gravedad era, en efecto, el componente militar de la coalición
gobernante”. Piensan que existe un
“Estado guarnición” como el que Harold Lasswell sugirió en 1941; o sea, uno en
el cual los militares se erigen en una élite dominante por los poderes político
y económico que han adquirido y con los cuales controlan al Estado.
Esa idea —que creen muchos— hace pensar
que, a lo largo de su historia, Venezuela ha sido un Estado cuyo centro de
gravedad el estamento militar. Lo creen debido
a la realidad caudillista que fue una constante desde el inicio de la república
y que cesa con la huida de Pérez Jiménez en 1958. Más aún; después de instaurada la democracia,
el país vivió varios intentos de golpes cuarteleros, desde el de Edito Ramírez
en 1959 hasta las asonadas de 1992.
Después, con la elección como presidente de un militar golpista, se terminó
de consolidar esa tesis de que siempre ha existido un control militar sobre el
poder civil en el país. Eso, en el
criterio de los investigadores, “ha tenido consecuencias adversas para la estrategia
de cambio político gestada desde Caracas con apoyos externos (…) Ante la improbabilidad
de que se produzcan acciones de fuerza contundentes contra el régimen venezolano,
el cerco diplomático y las sanciones surgieron como alternativas estratégicas para
activar lo que se considera el talón de Aquiles del chavismo bajo el régimen de
Maduro: su alta dependencia, cuando no sometimiento, a la autoridad militar”.
Una de las hipótesis planteadas por los
autores de la investigación tiene basamento en que “existe un pretorianismo
militante en las fuerzas políticas chavistas que ha derivado hacia una fase
superior, correspondiente a una militarización progresiva de la sociedad (…) que
los militares, por ende, se han expandido dentro de la burocracia civil venezolana,
colonizándola con mentalidad y objetivos pretorianos para hacer prosperar, en
toda ley, un gobierno militar (…) que Maduro encabeza un gobierno militar, pues
cuenta con la burocracia castrense para tener, definitivamente, el control del
Estado venezolano.
Mijares y Cardozo piensan que eso no es
del todo cierto, sino que es lo contrario: “que el poder civil ―con el Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como vehículo― infiltró al poder militar y
anuló la posibilidad de que ahí surgieran mandos unificados que pudiesen
rebelarse”. Que el proyecto final de
este “es la desarticulación del núcleo castrense por medio de la
desprofesionalización, la degradación de sus rangos operativos y la
politización de todos sus espacios que, con un fino tramado propagandístico y
simbólico pretoriano, pretendidamente militarista y nacionalista, desmembró al
aparato militar profesional”. Y que este
error ha confundido la estrategia porque “Siguiendo las tesis e imágenes
dominantes sobre el militarismo de Maduro, la oposición operó con la esperanza
de entablar algún diálogo con el supuesto núcleo militar del régimen venezolano,
(…) y seducir a ese núcleo castrense para que desertara o, en el mejor de los
casos, concurriera en un golpe de Estado con miras a restaurar la democracia venezolana”.
Añaden que este enfoque equivocado hace
fallar el plan opositor. Porque, lo que de verdad sucede es que “No fue la bota
militar la que menoscabó la democracia venezolana, sino el aparato ideológico
civil que preparó el fin de unas fuerzas armadas profesionales y debilitó a una
sociedad con aspiraciones democráticas. En los hechos, se ha utilizado una
parte de la estructura de las fuerzas armadas para descomponer a la propia
institución militar”.
Prosiguen argumentando que “El verdadero
poder es civil y reside en el PSUV. No haber comprendido todo lo anterior, al
haberse estancado en un debate teórico inerte sobre el pretorianismo en la
política venezolana, ha llevado a la desorientación a actores políticos
venezolanos y extranjeros que intentan poner fin al régimen de Maduro (…) El
chavismo civil ha desarrollado formidables capacidades de control sobre las
fuerzas armadas venezolanas, especialmente por vía de la transferencia de
conocimientos y experiencias políticas del régimen cubano. La cooperación
autoritaria entre Cuba y Venezuela es una pieza central de la resiliencia del
régimen venezolano, en tanto que, como ha sido documentado, La Habana ha
transferido capacidades de inteligencia y contrainteligencia a Caracas, con las
fuerzas armadas como uno de los principales objetivos.”.
Terminan con unos apotegmas azarosos “…el
poder en Venezuela no está tomando la forma de un ‘Estado de guarnición’, sino
el de un ‘Estado comunal’, cada vez más cercano a la doctrina del partido de
gobierno (…) El nuevo papel de los militares en Venezuela es obedecer a ese
poderío expresado en el PSUV para esperar el reparto de prebendas a los leales
y responder oportunamente a cualquier amenaza interna o externa a la soberanía
de la revolución. Tanto Guaidó como sus
acompañantes y aliados internacionales deben comprender ese nuevo razonamiento
de la FANB, guardiana del PSUV”.
Ominoso el panorama…