Cuando ya casi parecía que pronto
llegaría una tregua sostenible en Siria, las cosas se pusieron feas de nuevo.
La gobernación de Idlib, el último cobijo para los terroristas sirios, se
convirtió una vez más en un escenario de sangrientos combates. Esta vez, la
escalada está marcada por la involucración de Turquía.
El aumento de hostilidades comenzó a
finales de enero. Turquía, que cuenta con amplia presencia en
Idlib, ya expresó su descontento con el avance del Ejército
Árabe Sirio —las fuerzas progubernamentales— en la zona. La ofensiva siria ha
sido una respuesta a las reiteradas violaciones por parte de los terroristas
que se encuentran en esta área. Obviamente, Damasco no iba y no va a tolerar
los ataques dirigidos contra sus ciudadanos.
En la gobernación de Idlib
actualmente se produce un intercambio intensivo de bombardeos. Durante uno de
estos ataques, realizado por parte del Ejército sirio este 3 de febrero, seis
soldados turcos perdieron sus vidas. Según explicó el Ministerio de
Defensa ruso, los militares otomanos quedaron atrapados bajo el fuego
porque no habían avisado a la parte rusa sobre sus movimientos en la zona.
Está claro que los soldados sirios no
tenían la intención de matar a los militares turcos, ya que su accionar estaba
dirigido contra las posiciones terroristas en esa área. Pero desde el principio
ha sido obvio que Ankara no lo pasaría por alto. Por eso, el presidente
turco, Recep Tayyip Erdogan, ordenó atacar las posiciones sirias. A
raíz de los ataques realizados por cazas F-16, artillería y
morteros turcos, fallecieron entre 30 y 35 militares sirios, según las palabras
del propio mandatario otomano.
Fuente: Sputnik