Jorge Lepage *
Se
conoce como Kamikazes aquellos pilotos japoneses que a finales de la Segunda
Guerra Mundial, se lanzaban en sus aviones, cargados de explosivos contra los
barcos norteamericanos que se acercaban a las costas japonesas. Era un intento
vano de las fuerzas armadas japonesas de detener lo inevitable, pero lo hacían
cargados de honor y, esperanzados en lograr su objetivo.
Ya
en el siglo XXI, luego de 74 años de finalizado ese conflicto, y habiendo
perdido los japoneses esa terrible guerra, nos encontramos en Venezuela, en
medio de una crisis, que, si bien no tiene los ribetes de una guerra, sus
efectos son cada vez más cercanos a los de una gran tragedia humana, jamás
vista en nuestro país, desde la guerra de independencia, 200 años atrás. Es en
medio de ese dramático conflicto, en el cual se encuentra sumergida la sociedad
venezolana, donde se presenta, de manera consistente, quizás como nunca en los
últimos 20 años de este absurdo experimento el llamado socialismo del siglo
XXI, la posibilidad real de lograr la transformación que nos permitiría un
cambio de rumbo hacia una Venezuela próspera y con diversidad de oportunidades,
tanto para aquellos que han conformado la diáspora, como aquellos que nos
negamos a rendirnos y permanecemos luchando por un país diferente.
Durante
todos estos años hemos dado vivos ejemplos de lo que se puede lograr a través
de los mecanismos democráticos, a los cuáles el régimen, por conocer muy bien
sus efectos devastadores para sus intentos de perpetuarse en el poder, desata
astutas y bien articuladas campañas de desconfianza que buscan disminuir la
eficacia de tales mecanismos. Donde gana la oposición, le montan un “protector”
que al final resultan tan opacos que nadie reconoce sus actuaciones.
En
los procesos electorales abusan de los mecanismos institucionales que suponen
autonomía e imparcialidad. En los actos de votación actúan con impúdico
ventajismo, irrespetando las normativas existentes y manipulando el proceso de
votación con electores fraudulentos. Todo esto, en muchos casos, bajo la mirada
cómplice de aquellos que les compete vigilar la pulcritud del proceso. Esto
obviamente ha facilitado el terreno para que buena parte de la población electoral
tenga serias dudas sobre la oportunidad del voto como herramienta de cambio.
¿Ahora, acaso lo
expuesto anteriormente resta valor a la potencia del voto como herramienta
fundamental de los demócratas para transformar situaciones que afecten la sana
convivencia y el próspero desarrollo de una Nación? ¿Puede la acción de desesperanza
de un régimen tiránico, aplastar la voluntad de Cambio de toda una Nación,
mediante mecanismos fraudulentos?
La
respuesta es que si pueden tratar de impedir el cambio mediante mecanismos
abusivos, pero al final la voluntad de todo un pueblo que insurge,
pacíficamente, mediante los mecanismos que brinda la democracia, jamás podrán
sucumbir ante la marcha indetenible de la historia y de la libertad. Además,
siendo la libertad un elemento intrínseco de la genética de los venezolanos,
cuando nos liberamos de nuestros opresores y contribuimos, de manera
contundente, a libertad de países hermanos, mal podría pensarse que un régimen
agotado y antipopular pueda revertir lo inevitable, el que su ciclo histórico
está llegando a su fin.
Por
lo dicho anteriormente, desde toda la oposición, nos toca reivindicar la
cultura del voto, como único mecanismo capaz de enfrentar exitosamente las
trapisondas del régimen, en su vano intento por prolongar su agonía. Esa
posibilidad la demostramos en Zulia, Anzoátegui, Mérida, Táchira y Nueva
Esparta en el 2017, en condiciones brutales para los opositores y dentro de un
clima de acentuada desesperanza, producto de la cadena de nuestros propios errores,
pero donde la dirigencia opositora de esos estados, respaldados por la voluntad
de cambios de sus electores, permitió derrotar a capitostes del chavismo como
Arias Cárdenas, Aristóbulo, Vielma Mora, entre otros. Ahí se demostró que el
voto, como herramienta y derecho individual, no puede ser conculcado ni por las
prácticas ilícitas del régimen ni por los kamikazes de la democracia, que en su
afán ciego de producir lo improducible, prefieren suicidarse para que no los maten.
El
próximo proceso electoral, cualquiera que esté sea, puede ser la lápida para el
régimen, pero también puede ser la lápida para la democracia sino tomamos en
cuenta, desde la oposición, nuestro verdadero potencial.
*Urbanista,
dirigente de Alternativa 1.