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05 septiembre, 2019

Los Kamikazes de la democracia


Jorge Lepage *

Se conoce como Kamikazes aquellos pilotos japoneses que a finales de la Segunda Guerra Mundial, se lanzaban en sus aviones, cargados de explosivos contra los barcos norteamericanos que se acercaban a las costas japonesas. Era un intento vano de las fuerzas armadas japonesas de detener lo inevitable, pero lo hacían cargados de honor y, esperanzados en lograr su objetivo.

Ya en el siglo XXI, luego de 74 años de finalizado ese conflicto, y habiendo perdido los japoneses esa terrible guerra, nos encontramos en Venezuela, en medio de una crisis, que, si bien no tiene los ribetes de una guerra, sus efectos son cada vez más cercanos a los de una gran tragedia humana, jamás vista en nuestro país, desde la guerra de independencia, 200 años atrás. Es en medio de ese dramático conflicto, en el cual se encuentra sumergida la sociedad venezolana, donde se presenta, de manera consistente, quizás como nunca en los últimos 20 años de este absurdo experimento el llamado socialismo del siglo XXI, la posibilidad real de lograr la transformación que nos permitiría un cambio de rumbo hacia una Venezuela próspera y con diversidad de oportunidades, tanto para aquellos que han conformado la diáspora, como aquellos que nos negamos a rendirnos y permanecemos luchando por un país diferente.


Durante todos estos años hemos dado vivos ejemplos de lo que se puede lograr a través de los mecanismos democráticos, a los cuáles el régimen, por conocer muy bien sus efectos devastadores para sus intentos de perpetuarse en el poder, desata astutas y bien articuladas campañas de desconfianza que buscan disminuir la eficacia de tales mecanismos. Donde gana la oposición, le montan un “protector” que al final resultan tan opacos que nadie reconoce sus actuaciones.

En los procesos electorales abusan de los mecanismos institucionales que suponen autonomía e imparcialidad. En los actos de votación actúan con impúdico ventajismo, irrespetando las normativas existentes y manipulando el proceso de votación con electores fraudulentos. Todo esto, en muchos casos, bajo la mirada cómplice de aquellos que les compete vigilar la pulcritud del proceso. Esto obviamente ha facilitado el terreno para que buena parte de la población electoral tenga serias dudas sobre la oportunidad del voto como herramienta de cambio.

¿Ahora, acaso lo expuesto anteriormente resta valor a la potencia del voto como herramienta fundamental de los demócratas para transformar situaciones que afecten la sana convivencia y el próspero desarrollo de una Nación? ¿Puede la acción de desesperanza de un régimen tiránico, aplastar la voluntad de Cambio de toda una Nación, mediante mecanismos fraudulentos?

La respuesta es que si pueden tratar de impedir el cambio mediante mecanismos abusivos, pero al final la voluntad de todo un pueblo que insurge, pacíficamente, mediante los mecanismos que brinda la democracia, jamás podrán sucumbir ante la marcha indetenible de la historia y de la libertad. Además, siendo la libertad un elemento intrínseco de la genética de los venezolanos, cuando nos liberamos de nuestros opresores y contribuimos, de manera contundente, a libertad de países hermanos, mal podría pensarse que un régimen agotado y antipopular pueda revertir lo inevitable, el que su ciclo histórico está llegando a su fin.

Por lo dicho anteriormente, desde toda la oposición, nos toca reivindicar la cultura del voto, como único mecanismo capaz de enfrentar exitosamente las trapisondas del régimen, en su vano intento por prolongar su agonía. Esa posibilidad la demostramos en Zulia, Anzoátegui, Mérida, Táchira y Nueva Esparta en el 2017, en condiciones brutales para los opositores y dentro de un clima de acentuada desesperanza, producto de la cadena de nuestros propios errores, pero donde la dirigencia opositora de esos estados, respaldados por la voluntad de cambios de sus electores, permitió derrotar a capitostes del chavismo como Arias Cárdenas, Aristóbulo, Vielma Mora, entre otros. Ahí se demostró que el voto, como herramienta y derecho individual, no puede ser conculcado ni por las prácticas ilícitas del régimen ni por los kamikazes de la democracia, que en su afán ciego de producir lo improducible, prefieren suicidarse para que no los maten.

El próximo proceso electoral, cualquiera que esté sea, puede ser la lápida para el régimen, pero también puede ser la lápida para la democracia sino tomamos en cuenta, desde la oposición, nuestro verdadero potencial.

*Urbanista, dirigente de Alternativa 1.