Por José Omar Tirado
No solo ocurre en los personeros del alto gobierno comunistoide venezolano, y sus fieles seguidores, también suele suceder con algunas personas en otros países hispanohablantes y de otras latitudes, considerar que, el único mérito que ha tenido Manuela Sáenz en la historia americana, ha sido ser la amante del Libertador.
Tal vez el machismo, la pacatería, la estrechez de mente, de uno que otro conciudadano, tanto de aquella época, como de la actual, no les ha permitido conocer y comprender que Manuelita Sáez, hizo mucho más que compartir la cama o la hamaca con Bolívar. Antes de conocer a Simón, ya era una revolucionaria, con ideas muy firmes. Dicen que devoraba los textos de pensadores franceses de la época, en su propio idioma – Manuela fue internada en un colegio de monjas, donde aprendió francés e inglés; también, artesanía y repostería, lo que le permitiría ganarse la vida en el ocaso de su existencia- Dice de ella la escritora Elsa Bruzzone: - “Es una mujer de una gran cultura. Lee a los autores griegos y romanos en su propia lengua. Une a ello, una gran belleza y extraordinaria sensualidad, nervios de acero, manejo de pistolas y espadas” – Así era Manuelita.
Con respecto a aquellos que la censuraban, por ser la hija bastarda de una dama quiteña, seducida por un fulano con un cargo importante dentro de aquel gobierno. Un tío que se las traía. Nada menos que miembro del Concejo de la Sociedad de Quito, capitán de la milicia del rey y recaudador de los diezmos del virreinato. Ante los comentarios malsanos y las chanzas, ella decía - ¡Me importa un carajo ¡- Los historiadores cambiaron esta frase por: -“yo no vivo de los perjuicios de la sociedad”. Por lo menos, el Señor Sáenz le dio el apellido y nos 8.000 pesos para la dote de su matrimonio con el comerciante inglés James Thorne.
Se traslada a Lima con su esposo y sus dos fieles esclavas, que le acompañaran durante toda su vida: Jonathás y Nathán. Comienza a conspirar junto con los patriotas limeños. Emprende una lucha tenaz en contra del virreinato imperante, y se convierte en fiel defensora de los pueblos que buscan su libertad. Mujer de temple y coraje, logró que su medio hermano, oficial al mando del Batallón Numancia, del ejército español, se pasara a las filas patriotas junto con sus oficiales y 996 hombres. Trabajó intensamente con el Ejército Libertador del Sur, al mando del General San Martín, quien por los servicios prestados le confirió la “Orden de Caballeresa del Sol”. Por su participación en la Batalla de Junín, le es otorgado el grado de capitán del ejército. Más tarde, durante sus acciones en el campo de Ayacucho y, a petición de los oficiales y soldados que combatieron en dicha batalla, le es concedido el grado de coronel. - Ascensos que no se ganó en la alcoba con Simón, sino bregando como los hombres en los escenarios de la guerra
En 1822, es cuando conoce a Simón Bolívar, al ser invitada a una fiesta que se hacía en la ciudad de Quito, en homenaje al héroe de la independencia. Desde ese momento, la historia oficial, comenzó a tomarla en consideración. Para es entonces tenía 24 años de edad. Se unió a la causa bolivariana, la cual no abandonaría hasta el último día de su vida. En dos oportunidades logró salvar la vida de Simón. Conociendo de un complot para asesinarle, en una fiesta de máscaras en el teatro El Coliseo, urdió una estratagema para entrar al recinto, crea un escándalo y logra frustrar el magnicidio. Tiempo después, a Manuela le llegó el rumor de un nuevo atentado que se estaba fraguando para acabar con la vida de Bolívar.- así se lo hizo saber- pero el Libertador no le dio mucha importancia al asunto. Manuelita siguió el hilo de la conspiración. En la noche del 25 de septiembre de 1828, se encontraba cuidando a Bolívar, quien se encontraba enfermo. Sintió ruido fuera de la habitación y pudo darse cuenta que eran los conspiradores. Como pudo, vistió al enfermo y logro que se pudiera escapar por una de las ventanas del cuarto. Cuando llegaron los criminales, se encontraron solo con la valiente mujer, a quienes enfrentó con el coraje que siempre la caracterizó. Al comprender los conspiradores que su misión había fracasado, decidieron huir. Después de este acto heroico de Manuela, Bolívar la declaró ante el pueblo como “La Libertadora del Libertador” sobrenombre que llevaría con orgullo durante toda su existencia.
Fueron ocho largos y tormentosos años los que pasara Manuela con Simón. Incomprendida por una sociedad injusta, hipócrita y mojigata, fue victima de las más crueles infamias, burlas e intrigas. Poco antes de la muerte de Bolívar era vilipendiada por los enemigos del Padre de la Patria; pero una vez que falleció el Libertador, el ensañamiento en contra de ella fue peor, y todo por querer mantener vivo el espíritu y el ideal bolivariano. Santander, - según dicen los lugareños, la odiaba- Promulgó un Decreto, mediante el cual, Manuelita quedaba desterrada definitivamente de Colombia.
Expulsada de Colombia, comienza su peregrinaje de exilada. Llega a Jamaica, donde es recibida y atendida por uno de los tantos amigos que tenía Bolívar en esa isla. Después de un año se traslada a Guayaquil, donde tuvo que partir rápidamente, porque el gobierno de Ecuador todavía temía de sus impulsos revolucionarios. Algunas personas que la seguían apreciando con el mismo cariño de siempre – En la adversidad son muy pocos los amigos con que se cuenta- hicieron tramites ante el gobierno de Perú, para que se concediese asilo en ese país. Fue así como Manuelita llegó, para no irse nunca más, al pueblito de Paita, puerto pesquero muy cercano a los límites de Ecuador. Llegó con sus dos fieles criadas, que la acompañaban desde que era una niña. Se trajo sus baúles llenos de libros, de cartas escritas por Simón, sus medallas, condecoraciones, su apreciado traje de coronel de los ejércitos libertadores y tantos otros recuerdos.
Al poco tiempo de encontrarse en Paita, sufre un accidente donde se fractura una cadera, quedando inválida para el resto de sus días. Una tragedia para quien anduvo a caballo, durante tantos años, recorriendo los territorios de Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia: pero Manuela era una mujer que se crecía en la adversidad, y siguió adelante. Para sobrevivir, abrió una pequeña bodega o pulpería en su casa, donde vendía tabaco, dulces y artesanías. En la pared de la casa, puso un letrero con la siguiente leyenda –“Tobacco Spoken English”. Eso la ayudó también, a servir de traductora a los marinos ingleses y norteamericanos que arribaban al puerto. De esa manera, trató e hizo amistad con el joven Heman Melville, quien años más tarde escribiría su famosa obra “Moby Dick”.
Fue visitada en su pequeño pueblo por personajes ilustres, entre ellos el prócer italiano Giuseppe Garibaldi, quien más tarde recogería en sus memorias lo siguiente:-“Esta vida consagrada completamente a la emancipación de su país, y a los altos valores que la alumbran, no valieron para sustraerla al veneno de la envidia y del fanatismo que le amargaron sus últimos años”. También pasaron por su humilde vivienda, hombres de la talla moral e intelectual de Don Ricardo Palma, escritor y poeta peruano, autor de las famosas “Tradiciones Peruanas”. Carlos Holguín, político y diplomático colombiano, de gran renombre en su época. Adán Melgar, quien narra una conversación sostenida con Manuela, donde está le dice: - Si el Libertador hubiese nacido en Francia, habría sido más grande que Napoleón. Valía más; y lo afirmo porque conozco bien la sanguinaria historia del corso-. Entre tantos personajes que la visitaron en su refugio de exilada, se ha contado con el insigne maestro, amigo y consejero de Bolívar, Don Simón Rodríguez, con quien ya había entablado una gran amistad cuando éste último estuvo en Bolivia.
“La Libertadora del Libertador”, “La Amable Loca” “Manuelita la Bella”, epítetos con los cuales era conocida Manuela Sáenz, terminó su vida en el pequeño pueblo pesquero que le dio acogida en su destierro. Una fatal enfermedad – dicen que fue difteria- acabó con su vida, cuando contaba 59 años de edad. Los habitantes de Paita, temiendo un contagio general en la población, quemaron su casa con todos sus enseres. Dicen que el general Antonio de La Guerra, logró rescatar uno de los baúles, salvando así algunas cartas y documentos que tenían que ver con la vida del Libertador. Su cadáver fue cremado y sus huesos arrojados a una fosa común. Como cosas de la vida – o de la muerte - también la partida de defunción de Manuelita desapareció, todo como consecuencia de un incendio ocurrido durante la guerra entre Chile y Perú. Así, que los sublimes restos y las cosas de esta admirable mujer, se han perdido. Lo que se ha llevado a Colombia, Ecuador y Venezuela, con motivo de celebrar el bicentenario de la independencia, son pequeños cofres llenos de piedra y tierra del lugar donde Manuelita pasó los últimos años de su vida.
Después de unos cuantos años de la desaparición física de Manuela Sáenz, su figura sigue infundiendo temor en algunos gobernantes. Cuando se acercaba el aniversario del primer centenario de la muerte de Simón Bolívar, el gobierno de Guzmán Blanco mando a imprimir la obra del edecán del Libertador Daniel Florencio O ` Leary la cual consistía en varios volúmenes; pero cuando se llegó a la abundante correspondencia sostenidas entre Simón y Manuela, el autócrata venezolano prohibió que se editara dicho volumen y ordenó quemar los originales. -¡Que bestia!-
Como dije al principio, los méritos de Manuela Sáenz, no fueron únicamente los de compartir la cama con Simón Bolívar, aunque algunas personas opinen lo contrario. En junio de 2005, se estrenó una película cinematográfica sobre la vida de Manuela, financiada por el gobierno venezolano, dirigida por Diego Rísquez, con la participación de la actriz cubana – cuándo no - Beatriz Valdés. En dicha cinta se sigue con el mismo esquema de la amante inmortal. Bien dice la historiadora Inés Quintero: “La oferta de Diego Rísquez, al igual que la de tantos otros, confisca una vez más la biografía de Manuela y la reduce a su condición de amante de Bolívar, y no a la que fue la vida de esta mujer, para quien la pasión por la política fue el motivo fundamental de su existencia, antes y después del Libertador”
Paz a los restos de Manuelita, donde quiera que se encuentre y, gloria su memoria.