Por Orlando Arciniegas
*“Un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento con que un criminal comete un crimen”. Edgar Degas*
*Vida temprana*
Michelangelo Merisi, quien sería conocido como *Caravaggio*, nació el 29 de septiembre de 1571 en Milán y murió el 18 de julio de 1610 en Porto Ercole, un puerto de la Toscana. En 1576, un brote de peste en Milán obliga a la familia Merisi a migrar a la pequeña ciudad de Caravaggio. Los padres de Michelangelo, Fermo Merisi y Lucía Aratori, gente del lugar, tenían estrechos vínculos laborales y de amistad con los Sforza de Milán. La dinastía Sforza, por este tiempo, forjaba su unión con la patricia familia de los Colonna, gracias al matrimonio convenido, a fines de 1566, entre Francesco I y Costanza Colonna, hija de Marcantonio II Colonna, héroe de la batalla de Lepanto (1571). Las relaciones de Michelangelo con esta aristocrática unión se harían a través de Costanza, la marquesa de Caravaggio, madre de varios hijos que debieron de haber compartido juegos con el futuro Caravaggio.
En 1577, la epidemia, visible en brotes recurrentes, acaba con parte de los Merisi. Mueren el padre, los abuelos materno y paterno, y el tío Pietro, casi todas las figuras significativas de la familia. En 1584 muere Lucía Aratori, la madre. Michelangelo tenía 13 años. También tres hermanos, con los que, aparentemente, no tuvo relaciones después de su viaje a Roma.
Por este tiempo, Michelangelo había comenzado, en Milán, su aprendizaje de cuatro años, con el pintor manierista Simone Peterzano (1540-1596), que había sido alumno de Tiziano. En el 2012, a propósito, fueron hallados en el _Fondo Peterzano_ –un archivo que se conserva en el Castillo Sforza de Milán–, un centenar de dibujos y algunos óleos que han sido atribuidos, “sin ningún género de dudas”, al Caravaggio adolescente, por los historiadores de arte italianos Maurizio Bernardelli y Adriana Conconi Fedrigolli. Así se corrige, en cierto modo, la visión un tanto escasa que se ha tenido sobre su formación. Sí, por cierto se sabe que, junto a su entrega a la pintura, estaba su gusto por la esgrima, lo que, aunado a su carácter exaltado, sería causa de sus muchos jaleos. Milán, una importante plaza militar española padecía, como otras ciudades, de una ruda violencia callejera, en la que duelos y reyertas eran moneda corriente.
La muerte de Caravaggio fue por siglos un misterio. No se sabían ni la causa de su muerte ni el lugar de sus restos. En el 2001, se avisó haber encontrado un registro sobre su defunción proveniente del hospital donde murió. Por enfermedad, aclaraba el apunte. En el 2018, un centro francés de investigación –Institut (IHU) Méditerranée Infection– dijo tenerlo todo resuelto: el verdugo de Caravaggio había sido un estafilococo dorado que le infectó unas heridas de algún lance callejero. Era la conclusión tras analizar la pulpa dentaria de unos restos que, según los expertos, correspondían, muy probablemente, al artista lombardo. Los restos habían sido hallados en el antiguo y desaparecido cementerio de San Sebastián en Porto Ercole. Nada ni nadie aclaraba el porqué de su muerte en ese apartado lugar.
*Roma: 1592-1606*
A mediados de 1592, un Caravaggio veinteañero sale de Milán hacia Roma, para no regresar nunca jamás. A Roma llega “desnudo y corto de dinero”. Se desconocen las precisas circunstancias que lo llevaron a migrar. Se dice de “ciertas disputas” y las heridas a un oficial de policía. Pero va a Roma, como muchos: en busca de trabajo, riqueza y aventuras. Roma, sede del papado, era la capital de los Estados Pontificios. Una concesión que Pipino el Breve diera al papa Esteban II por haberlo coronado rey de los francos en 754. Y, al ser la ciudad del papa, era el bastión principal de la Contrarreforma. Para 1592, el papa era Clemente VIII (1592-1605), quien, por una parte, procuraba con afán sanear las secuelas del saqueo de 1527, por tropas del emperador Carlos V, y por otra en seguir las directrices del Concilio de Trento. El arte, ante todo, había dicho el concilio, debía estar al servicio de la causa católica en la reevangelización tras el cisma protestante. Este Clemente fue el papa que, en 1600, aprobó someter a la hoguera a Giordano Bruno, “mártir de la libertad de pensamiento”.
Para Caravaggio, sus comienzos en Roma fueron difíciles. Entre los primeros trabajos de este periodo se cuentan: _Muchacho pelando fruta_ (primer cuadro conocido, 1592); _Niño con un cesto de frutas_ y el _Joven Baco enfermo_, de 1593, este último un supuesto autorretrato. Entre 1593-1594, estaría en el taller del prominente pintor Giuseppe Cesari (1568-1640), un pintor manierista protegido del papa Clemente, como antes lo había sido del papa Sisto V. Pintor de imágenes votivas, Cesari atendía en su taller parte de la gran demanda de la Iglesia, en materia de retablos y obras de altar, que surgía de las nuevas iglesias en la ciudad y de aquellas que eran objeto de remodelación. Caravaggio trabajó para Cesari, pero como un pintor menor, de “flores y frutas”. Para este tiempo, sus biógrafos refieren el mundo barriobajero y chulesco en el que el pintor gustaba desenvolverse, y su carácter pendenciero y violento dado a frecuentes conflictos.
Estas serían sus nuevas obras: _La buenaventura_, su primera composición con más de una figura; _Los jugadores de cartas_, psicológicamente más compleja, para muchos su primera obra maestra. Ambas de 1594. Estos trabajos llamaron la atención del cardenal Francesco del Monte (1549-1627), lo cual cambiaría de cuajo la suerte del artista. Del Monte, aristócrata y conocedor de arte, fue patrocinador de las ciencias y el arte. Estaba ligado a familias de grandes mecenas como los Sforza de Milán y los Medici de Florencia. Del Monte ayudó a Caravaggio procurándole hospedaje a más de protección. Para el cardenal y su círculo de arte, el pintor ejecutó un cierto número de obras de cámara, como _Los músicos_, _Apolo tocando el laúd_, _Baco_ y el _Chico mordido por una lagartija_, muy celebrado por la forma de suscitar emociones. En las tres primeras, el modelo, una figura homoerótica, es Mario Minniti, un joven pintor siciliano que también sería el modelo de otros de sus trabajos y, sobre todo, su amigo, como se verá luego. Estas últimas obras fueron pintadas entre 1595 y 1596.
Uno de los encargos que va a jalonar la carrera del artista fue la decoración de la Capilla Contarelli en 1599, de seguro por influencia del cardenal del Monte. En esta capilla de la iglesia de San Luis de los Franceses, Caravaggio pintaría un ciclo de tres cuadros dedicados a la figura de San Mateo: la _Vocación de San Mateo_, el _Martirio de San Mateo_ y _San Mateo y el Ángel_, que, por rechazo, tuvo dos versiones. La instalación de estas pinturas en 1602 se dejó sentir en los mentideros artísticos de la ciudad. Los personajes llevados al lienzo son tipos humanos sencillos, de humildes ropas y lugares, como por caso, una taberna. La figura de San Mateo es la de un anciano común, descalzo, sin otra señal de santidad que un halo tenue; que además pareciera ser iletrado, pues es el ángel el que conduce su mano que escribe (en la primera versión, destruida). Los claroscuros están atenuados sin alcanzar el _tenebrismo_, que vendría luego. Hay los que temprano advierten el valor artístico de las novedades. Así, Caravaggio y el caravaggismo causarían furor en Roma.
En lo sucesivo, los temas bíblicos y hagiográficos, en manos de Caravaggio, serían abordados con el mayor realismo, naturalismo y expresividad. Lo cual se alcanzaría, por un lado, mediante la representación pictórica de gente de la calle, en posados de naturalidad, figuras que, en vez de las ideales y perfectas del clasicismo, serían ahora toscas, ordinarias. Una nueva estética que resulta novedosa y controversial, pero formas simbólicas, al fin, –sustitutivas de las devenidas en convencionales– que sometidas a la técnica de agudos contrastes entre las zonas iluminadas y las zonas de sombras, cruzadas por rayos de luz que iluminan las superficies de la composición que se desean destacar, contra un fondo de sombras (el _tenebrismo_), sirven al buscado propósito de crear una narrativa religiosa teatral (de dolor, muerte y martirio), de gran impacto emocional y religioso.
En este nuevo estilo se mostrarían obras hoy consideradas como capitales: _San Francisco de Asís en meditación_; _San Francisco de Asís en éxtasis_; _Descanso en la huida a Egipto_; _Marta y María Magdalena_; _Santa Catalina de Alejandría_; _La crucifixión de San Pedro_; _La incredulidad de Santo Tomás_; _San Jerónimo escribiendo_; _Judith y Holofernes_… y junto a ellas, las más espectaculares, a saber: _El entierro de Cristo_ y la _Muerte de la Virgen_, que en su tiempo fueron objeto de escándalo a causa del tratamiento singular y heterodoxo, herético, se dijo, que se había dado a las divinidades del Cristo y la Virgen María. Un cuadro anterior, la _Madonna con el niño y Santa Ana_, de 1605, encargo eclesiástico del cardenal Scipione Borghese –sobrino y funcionario del cardenal Borghese, el papa Pablo V (1605-1621)–, en el que el niño aparece desnudo y la Virgen en un vestido rojo escotado, apenas se exhibió fugazmente en la basílica de San Pedro. Fue retirado a causa de la bronca desatada. La pintura le fue obsequiada por el papa a su sobrino cardenal, pasando a ser parte de la Galería Borghese, creada por Scipione.
En cuanto a la _Muerte de la Virgen_, de 1606, el escándalo no pudo ser mayor. En contravención con la tradición bíblica y el dogma posterior, la _Virgen_ se muestra muerta. No hay asunción al cielo en cuerpo y alma, como en el magnificente cuadro de Tiziano de 1518. La figura del caso, corresponde a una mujer con el vientre un poco abultado, vestida de rojo, que muestra algunas rigideces. Un rumor de esos días difundió que el pintor había utilizado, como modelo, el cadáver de una prostituta ahogada en el Tíber. Y ardió Troya. El lienzo, que es una obra de arte sacro, fue rechazado al ser juzgado como inadecuado para el culto. Actualmente, se conserva en el Museo del Louvre. Más aceptación tuvo _El entierro de Cristo_, en el que Jesús está libre del estereotipo manierista. Fue una las poquísimas obras de Caravaggio que suscitó el consenso entre los pintores de su tiempo. Fue pintada sobre tabla en 1603, y estuvo destinada a la capilla de la iglesia de Santa María de Vallicela en Roma, de los Oratorianos de San Felipe Neri. Se resguarda actualmente en los museos del Vaticano.
En fin, obras que harían de Caravaggio el pintor más famoso de Roma y, luego, de Italia y más allá. Aunque a poco de su muerte le sobrevendría la minusvaloración y, más tarde, un relativo olvido. En general, Caravaggio fue considerado por siglos como un pintor de segundo orden, y no sería sino hasta el siglo XX, gracias al trabajo acucioso de los historiadores del arte Lionello Ventuari (1885-1961) y Roberto Longhi (1890-1970), cuando por fin se le reconoció como un genio de la pintura que pudo haber influido en pintores de la talla de Velázquez y Vermeer. Recordemos la opinión que, de propósito, diera Longhi, una figura excepcional en su especialidad: “Ribera, Vermeer, La Tour y Rembrandt nunca hubieran podido existir sin él. Y el arte de Delacroix, Courbet y Manet habría sido totalmente diferente”.
*Exilio y muerte (1606-1610)*
Vida hiperbólica la de Caravaggio. Por un lado, el brillo de su arte, la pintura, en la que alcanza momentos sublimes, y, por el otro, el oscuro mundo de la convivencia, salpicado por constantes riñas y altercados. El pintor que crea obras de arte utilizando hombres y mujeres comunes, en casos, prostitutas pobres, como modelos de sus dramáticas escenas religiosas, es irascible y violento. “Gran parte de lo que se sabe de él, se ha descubierto en los archivos judiciales de la época”, dice su último biógrafo, Andrew Graham-Dixon. En un duelo de espadas, por un lío de faldas, en el que aparece el nombre de Fillide Melandroni, reconocida cortesana en Roma –su modelo en _Judith y Holofernes_ y en _Santa Catalina de Alejandría_–, Caravaggio mata la noche del 29 de mayo de 1606 a Ranuccio Tomassoni, y sale también herido. Hasta aquí, los hechos de sangre habían sido menores. Pero este muerto tenía dolientes. Juzgado en ausencia, recibe condena de muerte, que, según el bando emitido, podía ser ejecutado en los dominios papales por cualquiera. Y como prueba, bastaba con presentar la cabeza.
Tras el crimen, el gran pintor se oculta en propiedades de los Colonna. Peter Robb, novelista con investigación en Caravaggio, dice que “se escondió tras los candados de Villa Firenze”, aludiendo al cardenal de Monte. Pero sus reales benefactores fueron los Colonna. Y, si así fue, lo fue por el amparo de la marquesa Costanza. En Roma, salta de un lugar a otro. Curadas sus heridas, llega a Nápoles el 6 de octubre de 1606, lejos del alcance de la justicia papal. Nápoles era un reino de dominio español. Se instala en el Palacio Cellammare de los Caraffa-Colonna y pronto tiene acceso a la corte donde le llueven los contratos. Pero no se queda en Nápoles. En julio de 1607, a menos de un año de su llegada, se dirige a Malta. Atiende a una invitación de Alof de Wignacourt, el Gran Maestre de la Orden de San Juan (los antiguos Caballeros de San Juan), que, a partir de 1530, comenzó a llamarse la Orden de Malta. Una congregación autónoma al servicio de la Iglesia católica.
De esta primera estancia en Nápoles, las piezas más importantes serían: _Las siete obras de la misericordia_, que tiene dos versiones, una en lugar desconocido, y la que corona el deslumbrante altar mayor de la iglesia del Pío Monte de la Misericordia. Aún se conserva el contrato original que le asignaba al autor la buena suma de 400 ducados. _La flagelación de Cristo_, un cuadro sufriente, encargado por el noble Tomasso de Franchis como pala de altar (cuadro único) para una capilla en la iglesia de San Doménico Maggiore. Esta obra fue llevada al Museo de Capodimonte en 1972, donde se conservan seis de las diez que el virtuoso Caravaggio ejecutó en Nápoles. Habría que agregar el cuadro de la _Virgen del Rosario_, de 1607, que se supone fue encargado por la familia Caraffa-Colonna, tal vez para colocarla en la capilla familiar en la iglesia de San Doménico Maggiore. Una pintura que añade algunos elementos renacentistas en medio de un fuerte claroscuro. Se localiza en el Museo del Arte de Viena.
En Malta, los Caballeros eran el Gobierno, y lo eran desde 1530. En esta fecha, las islas, antiguos dominios españoles, fueron cedidas en arriendo eterno a la Orden de Malta, por el emperador Carlos V, en acuerdo con el papa Clemente VII –situación que duró hasta 1798, cuando a Malta la ocupó Napoleón–. Caravaggio, por aquel momento, debió de haber acariciado la idea de que, el apoyo del Gran Maesse, le ayudaría a conseguir el perdón papal por su crimen. Así como le ayudaría el decoro que le agregaría el pertenecer a la Orden, un honroso y antiguo cuerpo religioso y militar de élite, de la Europa católica, encargado entonces de frenar la amenaza mora. En honor de su virtuosa condición, el artista fue investido como pintor oficial y el rango de Caballero de la Obediencia Magistral, el 14 de julio de 1608. El Gran Maestre elogió al nuevo Caballero, y este se ofreció para la ejecución de nuevas obras. Recién había pintado la magnífica _Decapitación de San Juan Bautista_ para el Oratorio de la confraternidad en la Valeta, la capital de Malta.
Sin embargo, a poco: a fines de agosto, Caravaggio fue arrestado y objeto de investigación, a causa de un asalto y agresión contra un Caballero en su hogar. Se sabe que un grupo de seis hombres, entre ellos el pintor (Caballeros unos, y otros no), atacaron e hirieron de gravedad el 18 de agosto de 1608 al conde Della Vezza di Asti (Fra Giovanni Rodomonte Roero). ¿Por qué? Se sabe sí, que fue una reyerta. El conde era un Caballero de Justicia, de los de mayor jerarquía, lo que hacía que el ataque tuviera signos de deshonor. En consecuencia, Caravaggio fue detenido y luego encerrado en el Fuerte de San Angelo el 6 de octubre siguiente, de donde logró escapar y huir a Sicilia. Después de su espectacular fuga, y en la misma sala del Oratorio donde seguía estando su famoso cuadro, el uno de diciembre de 1608, Caravaggio, el Caballero, fue privado del hábito “por faltas a la moral y ser un miembro _non grato_”, por quien antes lo había investido, Alof de Wignacourt.
Hoy se acepta que fue Fabrizio Sforza Colonna, hijo de su protectora Costanza y poderoso Caballero maltés, el que en aquel tiempo le agenciara a Caravaggio los arreglos necesarios para su viaje a Malta, y el que, una vez que lo supo preso, se movilizó al pronto, junto con otros, para de alguna manera ayudarlo a escapar del Castillo de San Angelo. De Fabrizio, aventurero e indisciplinado –nieto del héroe Marcantonio Colonna–, se dice que había pagado prisión por delitos entre 1602 y 1606, y aunque había sido indultado, permanecía en Malta al no contar con el permiso del Gran Maestre para salir. Su nombre, junto con otros, considerados protectores del pintor, figura en los informes de la investigación sobre los incidentes que involucraban a Caravaggio.
Sus obras principales de entonces fueron: la _Decapitación de San Juan Bautista_; _San Jerónimo escribiendo_ y el _Retrato de Alof de Wignacourt y su paje_. Para Andrea Pomella (Roma, 1973), escritor y crítico de arte, el inmenso lienzo de la _Decapitación_, de 361 x 520 cm, y el único que lleva su firma autógrafa, es “una de las obras más importantes en la pintura occidental”. Las pinturas religiosas se encuentran ubicadas en la Concatedral de San Juan, en La Valeta. Y el retrato del Gran Maestre Alof de Wignacourt se exhibe en el Museo del Louvre. Caravaggio, para este tiempo, había introducido algunos cambios de estilo: una paleta de colores más suaves, la ampliación del espacio pictórico y un mayor espacio entre los personajes, incluyendo espacios vacíos. Continuaba, sin embargo, pintando con gran rapidez, directo con los modelos naturales, sin estudios ni bocetos previos.
Tras su exitosa pero penosa huida, Caravaggio se refugia en Siracusa, Sicilia. El último evento lo hacía prófugo de la justicia maltés y de la romana. En la dicha ciudad siciliana se reúne con su antiguo discípulo y amigo, el pintor Mario Minniti, quien, cuando en Roma, fue también su amigo de farra. Este residía con su familia en Siracusa, su ciudad natal. Mario fue el modelo preferido de Caravaggio en al menos ocho de sus lienzos. Por iniciativa de este, decidieron hacer una gira de trabajo por tres de las ciudades principales: Siracusa, Mesina y la capital, Palermo. Italia, para esta época, seguía dividida en múltiples Estados. Sicilia, que era un reino, estaba unida a Nápoles bajo el común dominio de España, y así sería hasta 1734. El rey español era Felipe III, de la Casa de los Austrias.
Minniti, establecido como pintor, fue de gran ayuda para su amigo. Caravaggio, pese a su poco gusto por la vida social, encontraba en la pintura tranquilidad y concentración. En Sicilia, estas serían sus obras más importantes: el _Entierro de Santa Lucía_, en la que la escena de la santa martirizada es sobrecogedora al estar enmarcada por sus enterradores; se encuentra en la iglesia de Santa Lucía de Siracusa; la _Resurrección de Lázaro_, que recoge el acto central en que Jesús, bien rodeado, ordena a Lázaro levantarse y caminar; se localiza en el Museo Regional de Mesina, y la _Adoración de los pastores_, en la que la veneración por el niño Jesús que muestran los pastores se hace en un escenario de figuras naturales, en medio de la mayor pobreza. El cuadro se conserva en el Museo Nacional de Mesina.
Nueve meses duró el gran pintor en Sicilia. Durante su estadía, pese a la compañía de Minniti, que era su viejo amigo, el carácter de Caravaggio empeoraba. Poco sociable: era huraño, de ceño adusto y dormía armado. Era receloso, muy inseguro de su suerte y siempre temiendo lo inesperado. Un cuadro difícil para entablar algún trato con el artista.
A Nápoles volvería a fines del verano de 1609, y estaría casi un año. En total, fueron 18 meses los que el pintor pasó en la ciudad del Vesubio. Allí se sentía a salvo, bajo la protección de los Colonna. Se sabe que había iniciado las gestiones, por vía de sus bienhechores, en pro de la clemencia del papa Paulo V. Pero, una noche, en una visita a una “taberna napolitana de mala muerte” fue víctima de un ataque por parte de hombres armados que lo hirieron y cortaron en el rostro. Un acto que, por el tipo de heridas inferidas, era propio de la venganza. Aun, en medio de todo esto, Caravaggio, tan pronto como pudo, reanudó la intensidad de su trabajo. Antes del atentado, había pintado, en 1610, _La negación de San Pedro_, muy célebre, y comenzado _El martirio de Santa Úrsula_, con cuyo acabado, terminaría su carrera como pintor. Una, la primera, se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), y, la otra, en el Palacio Zevallos Stigliano en Nápoles.
Al sentirse un tanto recuperado, Caravaggio pintó _Salomé sostiene la cabeza de Juan el Bautista_, que era su propia cabeza, lo que algunos atribuyeron al temor que sentía de que así fuera su castigo. La obra fue enviada al Gran Maestre maltés Wignacourt en espera de un perdón. Casi al mismo tiempo, se empeñó en acabar el cuadro de _David con la cabeza de Goliat_, un tema de su gusto, el cual le fue enviado al referido cardenal Scipione Borghese, como ofrenda por sus diligencias en favor del indulto pontificio. En el cuadro se autorretrata como muerto y con el rostro maltratado, tal vez como había quedado tras la última agresión recibida. El _David_, por su parte, luce conmiserativo. Algunos críticos estiman el cuadro como un acto de humillación de Caravaggio ante el papa, por el favor concedido y, por supuesto, por haberle dado fin al destierro de su amada Roma, donde había vivido a su manera por catorce años.
En junio de 1610, Caravaggio decidió embarcarse desde Nápoles rumbo a Roma, con las heridas de los navajazos sin sanar totalmente. Llevaba consigo algunos lienzos que pensaba obsequiar. Convencido estaba de haber conseguido el indulto papal. Sin embargo tentaba a la suerte. Cerca de Porto Ercole, en un punto de registro, autoridades españolas le obligaron a desembarcar. Al percatarse del error fue dejado libre, pero el barco ya había partido. Caravaggio, seguramente, preso de la desesperación por recuperar las pinturas, tomó el camino de la costa. Las condiciones del verano, el estrés del esfuerzo, la debilidad de su cuerpo enfermo y el no saber adónde ir, probablemente, provocaron el colapso que, en desamparo, le causó la muerte el 18 de julio de 1610, en Porto Ercole, donde fue sepultado, como se sabe, en el antiguo cementerio de San Sebastián en una tumba sin nombre. Tenía 38 años.
Hoy puede saberse que su muerte fue conocida en su tiempo. En el Archivo de Estado de Urbino, en la región de las Marcas, en el centro de Italia, se hallaron en 2014 dos cartas enviadas desde Roma al duque de Urbino, fechadas el 28 y el 31 de julio de 1610, cuyos autores son el nuncio apostólico en el Reino de Nápoles, Deodato Gentile y el entonces visorrey de Nápoles, de forma respectiva. La del 31 de julio avisaba que “Michel Angelo de Caravaggio, pintor, murió en Porto Ercole, mientras volvía desde Nápoles a Roma por gracia de su Santidad tras la condena capital que pesaba sobre él”. Con lo cual debe darse por seguro que Caravaggio había obtenido el perdón del pontífice romano. Y que su muerte pudo haber sido también conocida por sus allegados en Nápoles. Entre ellos, su gran protectora Costanza Sforza Colonna, quien lo había visto crecer junto a sus hijos.
Caravaggio, ha dicho Graham-Dixon: Era un hombre violento, (que) vivía en un mundo violento”. Creció en un medio social de inflados códigos de honor en el que mínimas transgresiones se pagaban con sangre. El Milanesado español, por otra parte, asiento de la plaza militar quizá más importante de los Tercios españoles, tenía una tradición de culto a los guerreros de gran valor y fuerza para el combate personal. Caravaggio, hombre fuerte y rápido, de buena estatura, tomó el gusto por las armas. Por lo visto, se formó al mismo tiempo para la pintura y la espada. Para el arte contaba con su genialidad y, para la espada, con un espíritu violento y agresivo: genio y demonio, pues.
Valencia, 27 de agosto de 2019