Agencia
EFE / Tomado de yahoo.es – Foto: Pablo Duer
Tel Aviv -
Abed Shtawe, de 9 años y casi inmóvil en una cama de hospital, lagrimea por el
ojo izquierdo mientras tiene el derecho cubierto, junto a buena parte de su
frente, por una venda que le cubre la herida que le produjo hace dos semanas un
disparo mientras jugaba en el patio de su vecino, a 300 metros de una protesta
que el Ejército israelí intentaba contener.
Fue alrededor
de las dos de la tarde del 12 de julio. Abed acababa de comprar unos dulces en
una tienda cerca de su casa y estaba jugando con un trozo de madera junto a dos
amigos en el patio de la casa ellos.
Ese viernes,
como todos los viernes desde hace ocho años, los habitantes del pueblo Kfar
Qadum, en Cisjordania ocupada, salieron a manifestarse por el cierre por Israel
de la principal carretera que llega desde Nablus, la ciudad más cercana.
Según explicó
un oficial del Ejército a Efe, la cifra de manifestantes rondaba los 60, muchos
de ellos con sus rostros tapados y el comportamiento "más violento de los
ocho años" de protestas, lanzando piedras con hondas y neumáticos
incendiados hacia las fuerzas israelíes, que intentaban "detener a los manifestantes
e impedir que se acercaran a la comunidad israelí lindante", en el
asentamiento de Kedumim.
"Abed
nunca va a las protestas", cuenta a Efe su padre, Yaser Shtawe, que se
acaba de despertar de una siesta junto a la cama del hospital Tel Hashomer,
cerca de Tel Aviv, donde su hijo lucha por recuperarse.
Según la ONG
israelí Betselem, a unos 200 metros del grueso de los manifestantes, una decena
de palestinos lanzaba piedras a soldados apostados en un monte cercano. A unos
100 metros, Abed jugaba con su trozo de madera.
"Los
soldados dispararon solo contra manifestantes que estaban lanzando piedras y
neumáticos incendiados o contra aquellos que representaran una amenaza",
detalló el oficial del Ejército, que agregó que no dispararon contra gente que
no estuviera participando y que no consideran que Abed haya sido parte la
protesta.
A dos semanas
del impacto que recibió en la frente, los médicos aún no han removido los
fragmentos metálicos de su cabeza que, según indican sus estudios, han causado
daño a importantes arterias cerebrales.
Abed yace en
la cama con la mirada perdida, casi sin pestañear con el ojo que tiene abierto.
El pecho se le infla y desinfla y genera un fuerte ruido que se mezcla con el
de las máquinas desde donde salen los tubos que tiene conectados a la nariz,
pies y pecho.
La entrada de
su cuarto, ubicado en el sector de niños del hospital, está decorada con
dibujos de colores, específicamente el de una niña buceando en el fondo del
mar.
"Quiere
ser médico cuando sea mayor, ese es su sueño", cuenta su padre, que
trabaja en una panadería en la ciudad árabe de Tira, en territorio israelí, y
que tiene 5 hijos más, todos mayores que Abed y que no cuentan con los permisos
necesarios para acceder a Israel y visitarle en el hospital.
Mientras
habla, con los hombros caídos y la mirada perdida, Yaser masajea la mano de su
hijo con aceite de oliva palestino que, espera, pueda ayudarlo.
Abed no
reacciona al tacto, salvo al de la planta de sus pies, y no ha recuperado la
conciencia desde el incidente.
"Los
médicos dicen que la recuperación tomará mucho tiempo y no saben qué pasará con
él", explica su tío Omar, que habla hebreo y ayuda a Yaser a comunicarse
con los médicos. "Hay que llevarlo muy despacio y habrá mucho trabajo que
hacer cuando se despierte", agrega.
El Ejército
niega categóricamente que un soldado israelí haya apuntado o intentando
alcanzar al niño y afirma no haber utilizado munición real sino balas
recubiertas de goma.
Una
radiografía realizada a Abed hace pocos días indica la presencia de fragmentos
de metal en su cerebro.
"El
Ejército puede decir lo que quiera, pero hay pruebas", remarca Omar, que
insiste en que "los fragmentos están todavía en la cabeza, los médicos no
mienten".
Para él,
"esto es culpa del Gobierno y de los comandantes que dan estas órdenes. El
tema es la educación que estos soldados reciben, lo que aprenden en el
Ejército".
Yaser, por su
parte, no quiere ni pensar en política, sino sólo pedir "que Dios
ayude" a su hijo en su recuperación.
Según el
Ejército, la investigación de los hechos se encuentra en su fase final y es
probable que el caso llegue al abogado general militar, quien podría abrir una
investigación oficial.
"Continuaremos
usando la mínima cantidad de fuerza necesaria para proteger a civiles israelíes
contra distintas amenazas y trataremos de dispersar protestas violentas usando
munición no letal, como hicimos en este caso", insistió a Efe el oficial
militar.