Realmente es
muy duro y lamentable recibir noticias e imágenes como las que recibí de ti,
Rufo Antonio, quien a tus cortos 16 años, sin justificación, dispararon a tus
sueños, ilusiones y futuro: de frente, sin piedad, como el ajusticiado quien
frente a su verdugo recibe la realización de su condena, aunque inocente.
Tú no tenías
la culpa de estar en el lugar y momento menos indicado, mucho menos de no tener
gas. Los años que suman tu vida, te convierte en una víctima inocente de un
sistema criminal del que no eres culpable. Por eso como sacerdote y venezolano,
en nombre de muchos debo bajar la cabeza y pedirte perdón:
Perdón por
aquellos que con un voto castigo y una falsa idea de cambio abrieron las
puertas hace más de 20 años a la perversidad, el resentimiento, el abuso, la
muerte y la maldad en Venezuela.
Perdón por el
individualismo que nos fue dominando poco a poco durante este tiempo y que
devengó en corrupción, robo y saqueo que fueron los causantes de que esa
bombona de gas no llegara a tu casa y en lugar de estar estudiando como un
joven normal de tu edad, te empujó a protestar por un derecho que te
corresponde.
Perdón porque
esos que te dispararon son signo de lo que hemos dejado que nos conviertan como
sociedad.
Perdón porque
permitimos que en lugar de que nacieras en el país de la arepa, el petróleo y
el béisbol, creciste en una tierra árida y gris, lo más parecido a un campo de
concentración donde lo único que pensamos cada día los que vivimos en esta
tierra de todos y de nadie es ¿Quién será el próximo?
Perdón porque
gracias a muchas razones tu vida no será la misma y en esto todos tenemos algo
de culpa por dejarnos pisotear la dignidad durante tantos años, porque
permitimos que se adueñaran de un país que era nuestro y sobre todo porque no
hemos logrado cambiar las cosas.
Perdón porque
no te puedo explicar por qué no puedes leer esta carta, simplemente porque el
odio y el resentimiento social hecho persona te disparó de frente y no te
perdonó ni siquiera el hecho de que eras un niño.
Tu foto junto
a tu madre me recordó a la persona de quien le hablo a la gente a diario,
mi maestro, Jesús de Nazareth quien fue golpeado, torturado y masacrado siendo
inocente bajo la mirada dolorosa e inconsolable de su santísima madre.
Me tocó en el
año 2013 ver a Geraldine Moreno en Valencia con las mismas marcas que hoy
empañan tu rostro: las marcas de unos perdigones que son tan dolorosos y
lamentables como ver un país que se nos va de las manos y que cada vez se sume
más en una terrible oscuridad.
Tú Rufo eres
luz, grandeza, valentía y fuerza, la sangre noble de los andes corre por tus venas,
eres hijo de Bolívar. Los que están ciegos son otros que tienen el alma negra,
que asesinan, torturan y persiguen porque no tienen razón, que atacan al indefenso pero
que en el fondo son dignos de lástima porque están bajo la mirada de una
justicia divina que les pisa los talones y que más pronto que tarde caerá sobre
sus hombros.
Sé que estas
letras no servirán de mucho ante la atrocidad de lo que te hicieron, ojalá
sirvieran por lo menos para despertar conciencias que aún siguen dormidas
esperando un milagro del cielo, pero sin mover ni un dedo para que este
suceda.
Estas letras
van unidas a mis oraciones y quiero que sepas que no estás solo y que te has
convertido en el hijo, el hermano y el amigo de muchos que como yo, sin
conocerte te admiramos, te queremos y juramos no descansar hasta lograr una
Venezuela libre y próspera, ese será nuestro regalo para ti y todos los chamos
de tu generación, así nos cueste la vida intentarlo.
P. Enrique Yanes
Sacerdote de
Caracas