Siempre se ha dicho que el perro es el mejor amigo del
hombre. No sólo
es compañía para quien está solo, también pueden ayudar en el rescate de una
persona, si por ejemplo ha tenido lugar una avalancha, o sirven de guía para
las personas ciegas. También son útiles a la hora de ayudar a una persona a
curarse de su enfermedad o a superar un mal momento, ¿cómo?
En España la primera organización que comenzó a trabajar
con la terapia asistida con animales (TAA) fue la Fundación
Affinity hace 30 años. Desde entonces ha dedicado todo este tiempo a promover
diversos programas en prisiones, centros geriátricos, con menores tutelados, o
con personas con discapacidad tanto física como intelectual, por ejemplo.
En concreto, estas terapias consisten en
intervenciones en las que un animal es incorporado como herramienta y parte del
tratamiento. "Se utiliza un animal para motivar a los pacientes. El
objetivo es promover la mejoría del paciente tanto a nivel físico, como a nivel
emocional, cognitivo o social. A veces se puede trabajar con personas con
depresión que no salen de casa y el perro puede ayudarles para que salgan y
socialicen", explica en una entrevista con Infosalus Maribel Vila, responsable
de las TAA en la Fundación Affinity.
A su juicio, este tipo de terapias pueden emplearse
en múltiples enfermedades, y siempre que una persona tenga una necesidad.
Por ejemplo, cree que también pueden ser útiles en la educación especial, en
los centros menores, como soporte para las mujeres víctimas de violencia
género, frente al estrés postraumático, en enfermos terminales, incluso en
personas que van a donar sangre o les van a hacer un análisis, así como en los
procesos de duelo, para que el momento del tantario se pueda llevar mejor, o
también con los pacientes oncológicos.
"Según recogen diversos estudios realizados a nivel
nacional e internacional, está demostrado que estas terapias pueden ser
muy efectivas en determinados colectivos", destacan desde la
Fundación, vila considera asimismo que estas terapias aportan
"innumerables beneficios" al usuario como la reducción de la
ansiedad, la mejora de la autoestima, facilita la expresión de sentimientos o
la socialización, entre otros.
Por otro lado, destaca que se trata de un trabajo
interdisciplinar, que puede ser llevado a cabo por profesional sanitario o bien
del sector educativo, pero que siempre debe estar formado en adiestramiento y
salud canina, en el caso de las TAA con perros, y conocer a la perfección la
patología que va a tratar en la persona.
En este contexto, lamenta que en España las terapias con
animales no están bien reguladas por la administración y es un sector poco
profesionalizado. "Esto puede tener un impacto en la calidad de
las intervenciones terapéuticas, en los resultados o incluso en el
bienestar de los animales que participan", advierten desde Fundación
Affinity.
Sobre la raza del perro que suele emplearse en estas terapias, Vila resalta que antes se empleaban
más los labradores, mientras que ahora la tendencia es trabajar con perros
adoptados, de forma que a estos animales se les da una segunda oportunidad,
siempre que sean 'útiles' para el puesto.
"Cualquier raza podría ser para cualquier terapia. Tienen
que ser animales a los que les guste el contacto social, trabajar por comida o
por juego. Se suele trabajar con población con baja autoestima y personas a las
que les cuesta procesar información, por lo que el animal deberá tener
paciencia a la hora de repetir movimientos, por ejemplo", indica la
experta.
También considera que es importante que no sean agresivos,
que un perro que pueda tener una mala reacción, además de que sean equilibrados
y previsibles. "A veces se trabaja con pacientes que se comportan de
manera extraña, o se desplazan en silla de ruedas, por ejemplo. Por ello, un
perro debe saber recuperarse pronto si se asusta, o bien saber llevarlo. Y por
supuesto estar sanos a nivel físico. Un perro de terapia debe poder comportarse
en una sala o un jardín y ser adiestrado también", señala.
Una sesión estándar suele tener una hora de duración y la
hora de trabajo del perro no excede los 45 minutos. Vila insiste en
que una sesión hay que trabajarla previamente y con objetivos claros. "Si
por ejemplo el paciente es una persona con alzheimer moderado se trabajarán los
procesos cognitivos y físico. Al llegar podría trabajarse el saludo al perro, recordar
el nombre del perro y del técnico, qué se ha hecho anteriormente con el animal
y dedicar el resto a trabajar aspectos de motricidad, como lanzar la pelota al
perro, que pase por debajo de las piernas, pedirle al perro una secuencia de
ejercicios y que usuario repita", indica.
Si se trabaja con jóvenes menores o tutelados se trabaja el
control de impulsos, la autoestima, la frustración, y normalmente se hace a
través del adiestramiento, ya que requiere de paciencia, de habilidad y de
coordinación, y se trabajan otros aspectos como seguir instrucciones, por
ejemplo.
Tomado de ECOticias.com