Vistas de página en total

13 junio, 2018

El calvario de la demencia y el hambre

  • Paola Cordero / Foto: Johnny Cabrera
  • @versionfinal
Tengo mucha hambre, me da mucha hambre”. Américo Sánchez no levanta su cabeza de la mesa de cemento, mientras sostiene a su lado un bolso lleno de nísperos. Son para palear el hambre. También tiene unos mangos para más tarde, mientras devora la comida que su hermana y su cuñado le llevaron durante la visita en el Centro de Resocialización Psiquiátrica El Moján, ubicado en el kilómetro 29, municipio Mara.

Américo es uno de los pocos que recibe a su familia varias veces a la semana –el 70 % de los pacientes no corre con la misma suerte-. No solo se queja del hambre, también le pica todo el cuerpo. Tiene ronchas y asegura que es porque “el agua sale amarilla”. La esquizofrenia, la diabetes, la hipertensión arterial y ahora la escabiosis le consumen el cuerpo, a sus 51 años.
Las raciones de alimentos se distribuyen dos veces al día, a las 10:00 de la mañana y a las 4:30 de la tarde, cuenta Rafael Chourio, asistente administrativo, a Versión Final, durante un recorrido por el centro.
Chourio lamenta que en la institución no puedan ofrecer más que una arepa o panqueca sola por las mañanas, y una o dos arepas con pollo -con suerte- en la tarde. La comida no alcanza para los 67 pacientes que están recluidos en el centro.
Tan solo 14 personas están a cargo del lugar. No dan a basto, pero según Chourio “nadie quiere trabajar allí”. El psiquiatra los abandonó hace tres meses, por eso los pacientes no tienen seguimiento en sus tratamientos. Tan solo tres enfermeras y un médico general los atienden, hasta donde pueden, porque los insumos también son limitados.
“Los tratamientos que les damos son más que todo para mantenerlos sedados y tranquilos, pero para tratar las condiciones psiquiátricas como tal, no disponemos de mayor cantidad”, relata Yasendy Paz, una de las enfermeras que desde hace ocho años trabaja en el psiquiátrico. Tanto ella como sus compañeros no ven un solo bolívar de sus quincenas. Los pagos están paralizados porque el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, responsable de este tipo de instituciones, no ha efectuado los pagos correspondientes.
Los mata el hambre
Esquizofrenia, alcoholismo, drogadicción y discapacidad intelectuales son los diagnósticos de la mayoría de los pacientes, pero durante su estadía, debido a las condiciones deplorables en las que sobreviven, desarrollan otras patologías como cuadros de desnutrición severa y tuberculosis que incluso terminan con su vida. Dos o tres pacientes fallecen cada mes, según Chourio.
Solo se bañan con agua y ya prácticamente no conocen la higiene bucal. El presupuesto por paciente, de aproximadamente 180 bolívares, no da para productos de aseo personal.
De los 67, tres pacientes permanecen aislados. Dos por presentar tuberculosis y otro por un peligro para sus compañeros.
“Lo hacemos por ellos”
Tres quincenas. Lo que va del año 2017 sin cobrar tienen los empleados de la institución. Se mantienen allí por los pacientes, porque sino se quedaría solos, sin atención alguna.
“Estamos aquí por ellos. Muchos de nosotros venimos casi sin pasajes y sin comida, pero aquí estamos. Nos ayudamos unos con otros, porque tenemos esperanzas de que nos paguen”, asegura Yasendy.
Además de la falta de pago, el trabajo se ve limitado por la escasez de implementos para realizar el aseo en el lugar. Las escobas ya no dan para más.
No solo los pacientes sufren aquí, nosotros también”, concuerdan los empleados reunidos en la plaza del instituto. Claman por una mano que se apiade del centro de resocialización, que se cae a pedazos y poco a poco va quedándose solo