Por Omar Zambrano / TOMADO DE PRODAVINCI
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Tiendo
a desconfiar de los que pontifican sobre el excepcionalismo venezolano. Esos
que postulan que la economía de estas tierras tiene características tan únicas
e irrepetibles que el conocimiento acumulado por la disciplina económica en 230
años no es capaz de explicar lo que sucede por estos lares. Lo que está pasando
con el dólar paralelo es un buen ejemplo. En realidad, siempre ha pasado lo
mismo en todas partes: políticas económicas equivocadas, producen resultados económicos
catastróficos. En el caso de Venezuela, el conjunto de políticas económicas
chavistas están produciendo un cuadro de extrema inestabilidad y, peor aún, de
miseria generalizada. No hay nada inesperado en ello. Era predecible y, en
efecto, fue más que predicho.
Piense
por un momento en la moneda de un país como si fuera un bien o producto
cualquiera. Piense que esa moneda, como cualquier bien o producto, tiene gente
que la desea (el público) y gente que la produce (el Banco Central). Bajo este
esquema, podemos pensar en un “mercado” para el dinero.
La
gente y las empresas quieren mantener una moneda en sus bolsillos porque les
sirve, porque les es útil. Y puede ser útil por tres razones: para hacer
transacciones de compra y venta; para ahorrar, pues la moneda puede preservar
valor en el tiempo; o puede servir para tenerla guardada en caso de emergencias
futuras.
Esto es
el postulado básico de lo que se conoce como la demanda de dinero: Mientras las
razones anteriores se mantengan, la gente estará dispuesta a conservar, por lo
menos una parte de sus activos, en la moneda de un país.
Ahora
pensemos en la economía venezolana: El chavismo, en particular desde 2005, ha
sido un máquina productora de políticas suicidas con un poder destructivo que
ha demolido sistemáticamente, una a una, las razones que pueden tener los
venezolanos para mantener bolívares en sus bolsillos. El Bolívar sirve cada vez
menos para transacciones (pues cada vez hay menos que comprar). Tampoco sirve
para ahorrar o para guardarlo para emergencias, pues la inflación lo volvió
polvo cósmico. Es decir, en Venezuela, las razones que soportan la demanda de
dinero son cada vez más débiles, o lo que es lo mismo, el público está cada día
menos dispuesto a mantener bolívares en sus bolsillos.
A lo
anterior hay que agregar que el Banco Central, único productor de la moneda, ha
desplegado en los últimos tiempos un ataque brutal, expandiendo inorgánicamente
la cantidad de dinero hasta límites nunca antes conocidos en nuestro país. El
dinero ha crecido en el último mes a una tasa superior al diez por ciento
semanal. Para que tengamos una referencia: esa es la misma tasa de crecimiento
del dinero en Perú, pero en un año. No importa que el chamán del analfabetismo
económico español que asesora a Maduro lo repita hasta el cansancio: la
inflación es siempre, y en todas partes, un fenómeno principalmente de
naturaleza monetaria.
Sumemos
a todo esto el nefasto efecto que tiene sobre las expectativas económicas la
deriva autoritaria del gobierno. El avance dictatorial de la fraudulenta
Asamblea Nacional Constituyente no hace sino poner una nube negra sobre el
futuro del manejo de la economía y las libertades económicas del país entero,
incluyendo su moneda.
Hay un
momento en que la gente que demanda la moneda de un país se cansa y, de manera
abrupta y repentina, dice no más, y decide que ya no quiere más esa moneda. En
ese momento, la gente está dispuesta a pagar cualquier precio. Y cuando digo
cualquiera me refiero a eso: la gente está dispuesta a pagar cualquier precio
por hacerse de una moneda sustituta (el dólar, por ejemplo), que le sirva para
satisfacer las razones de tener dinero en el bolsillo.
Cuando
un episodio como este ocurre, el precio de la moneda sustituta o lo que se
denomina comúnmente tipo de cambio, se dispara, y puede llegar a cualquier
nivel . En este momento se desata un proceso hiperinflacionario abierto.
Piense
en esto cuando analice lo que está pasando estos días, pues podrían ser los
síntomas inequívocos del colapso de la demanda de bolívares. Podríamos estar
asistiendo al inicio del primer proceso hiperinflacionario en Venezuela.