La “cosa nostra” o buscando el sentido perdido
Marcelino Bisbal. La Cosa Nostra es una palabra que hay que leerla como si
fuera una sola. Tiene su origen a mediados del siglo XIX en lo que en
ese entonces –hacia 1860–se llamaba el Reino de Italia. Se utiliza para
referirnos a una organización que tiene como fin el crimen organizado en
diversas actividades del campo económico, pero también en el mundo de
la política.
Desde la etimología e incluso desde la semántica, se
afirma, más como hipótesis que como certeza, que el término proviene del
árabe en donde el vocablo mahya significa “bravuconería, jactancia, chulería”. Se piensa que desde ahí proviene –se emplea con ese mismo sentido– el vocablo mafia como sinónimo de Cosa Nostra.
Se nos ilustra desde la historia que los árabes ocuparon Sicilia
entre los años 965 y 1060. Y es precisamente en el sur de Italia donde
arranca el uso del término. Se empezó a hablar, por primera vez, de la mafia de Italia, para luego pasar a los Estados Unidos y más próximo al tiempo presente se hace referencia a la mafia cubana, la sudamericana, la albanesa, la rusa… En el caso de los Estados Unidos, la novela de Mario Puzo El Padrino, luego la versión cinematográfica de la misma, nos ilustra estupendamente sobre las acciones criminales ejercidas por la cosa:
extorsión, comercio ilegal, compra de políticos y de altos funcionarios
gubernamentales, asesinatos…solo con el fin de controlar espacios de
poder, de formar un Estado dentro del Estado y del manejo de la droga.
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Esta breve historia nos sirve para ilustrar como la Venezuela de hoy ha sido tomada por una mafia o cosa nostra.
Uso la palabra con el consentimiento que me otorga esa brevísima
historia con la que arranco el escrito. Porque quienes hoy nos gobiernan
se comportan como una cosa nostra, como una mafia
que no respeta la leyes; que se adueña de los fondos públicos para su
enriquecimiento privado; que convierte al Estado en una simulación; que
fabrica leyes para protegerse y perpetuarse en el poder; que desconoce
las mínimas reglas del juego político; que la ideología que dicen
profesar como doctrina hace tiempo que la dejaron a un lado si es que
alguna vez la tuvieron; que abusan de la palabra pueblo para
irrespetarlo con sus acciones; que pervierten el sentido y la intención
exacta de las palabras como es el caso de expresiones como paz, amor,
violencia, justicia, diálogo, participación, libertad, dignidad,
humanismo, política…
Esto que hoy tenemos en el Gobierno y que hemos definido como mafia o cosa nostra,
es un grupo que ha tomado por asalto, después que se le reconocieron
sus triunfos electorales, el poder, y desde ahí ha ejercido todas las
acciones delincuenciales que hemos venido observando a lo largo de todos
estos años y de manera más grosera y precisa después de su aplastante
derrota el 6 de diciembre del 2015 cuando perdieron el control y dominio
del segundo poder más importante después del Poder Ejecutivo: la
Asamblea Nacional. El Gobierno no supo o no quiso leer su derrota y
desde ahí iniciaron toda una serie de actos inconstitucionales que ya
todos conocemos. Entonces, nos encontramos en presencia de un Gobierno,
que al día de hoy, ha caído en la más completa y acabada abyección que
según el DRAE, significa bajeza o acción vil y despreciable.
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Desde hace años se vienen cometiendo una serie de actos públicos que
tienen su origen en el Ejecutivo y que reproducen automáticamente
todas las instancias de poder que han sido secuestradas. Se ha
conformado un Gobierno, desde Hugo Chávez hasta acá, basado en la
identificación del partido, del país y del Estado con un único fin:
mantenerse en el poder y perpetuarse en él. Ahora, con el señor Nicolás
Maduro la ocupación ha pretendido ser total y acabada al poner muy en
claro que no piensan renunciar a los beneficios y prebendas que otorga
ese poder .
El juicio anterior no está lanzado como hipótesis. Lo hemos dicho y
escrito en otras oportunidades: las palabras no son neutras pues ellas
responden a maneras de actuar y de conformar una conducta. Nos lo decía
el poeta Rafael Cadenas: “hablar y pensar son funciones que se vinculan
de modo indisoluble; no pueden existir la una sin la otra”. Allí están
los discursos del Presidente de la República quien ha afirmado más de
una vez, pero que lo dejó muy claro el 2 de abril cuando expresó en
cadena nacional de radio y televisión “que nunca permitirá que
haya un presidente de la oposición”. Y volvió a reiterar en esa misma
cadena que “A Miraflores no vuelven más nunca, irán como invitados míos,
si acaso, al diálogo político”. Luego vendría el lenguaje, que como nos
dice el escritor austríaco Karl Kraus, “enfermo y contaminado, atacado
también él, por la podredumbre general” de Diosdado Cabello, Fredy
Bernal y Aristóbulo Istúriz. Recordemos lo que dijeron estos tres
representantes de la cosa nostra o de la mafia que hoy gobierna al país:
–Diosdado Cabello vocifera como de costumbre: “Ni con sangre va a
haber un cambio en Venezuela… La única garantía de paz es la Revolución
Bolivariana. Ustedes más nunca irán a Miraflores ni a tomarse un café”.
–Fredy Bernal exclama y amenaza: “Si llegara el momento de que cada
hombre y mujer tenga que tomar un Kalashnikov para defender a Venezuela,
estaríamos dispuestos… No se confundan porque marchamos con banderas
porque podemos transformar esta alegría en rabia libertadora, los
mandamos pal carajo y ponemos orden en este país”.
–Y ahora es Aristóbulo Istúriz quien grita: “Queremos decirles que
este pueblo no se va a calar ninguna Carta Democrática; aquí hemos
estado todo el año diciendo una consigna: si se prende el peo, con
Maduro me resteo…Aquí nos jugamos la vida y la vida de la República”
Estas palabras, lanzadas como piedras, me recuerdan nuevamente aquello que hace tiempo leí en Rafael Cadenas (En torno al lenguaje) cuando nos cita a Caroline Kohn:
“…Según la cual la corrupción lingüística era la causa, de la
degradación de los pensamientos y las conciencias, y que las personas
que escribían y hablaban mal debían también pensar y actuar mal. La
fraseología… parecía impedirles darse cuenta de su decadencia
espiritual”
Esos discursos son una evidencia y esas evidencias lo que nos ponen
de manifiesto es que el régimen pareciera no ceder en sus pretensiones
de aferrarse al poder por la fuerza.
4, y último
Decía el filósofo Juan Nuño que “uno de los aspectos más enervantes
de todas las tiranías es su falta de imaginación: debe ser que reprimir,
torturar y regimentar a los seres humanos no exige mayor esfuerzo y
prefieren atenerse a las técnicas probadas que nadar inventando”. Esto
es lo que hemos visto en ya casi mes y medio de protestas. Desde
comienzos de abril hasta los primeros días del mes de mayo el saldo de
víctimas –nos declara el Observatorio Venezolano de Conflictividad
Social– ha sido de 44 muertos y se han dado 946 manifestaciones.
A pesar de ser esa la situación, el régimen ha persistido en su radicalización y política represiva. No conforme con clausurar la
Asamblea Nacional restándole todas sus atribuciones a través del TSJ;
nos sorprendió luego con los decretos N° 2.830 y N° 2.831, de fecha 1°
de mayo de 2017, dictados por el presidente de la República, mediante
los cuales pretende convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para
que proceda “a decidir el futuro de la patria” y crea una comisión
presidencial para que elabore una propuesta de bases comiciales y de
conformación y funcionamiento de dicha Asamblea; vendrían luego las
inhabilitaciones inconstitucionales contra importantes gobernadores de
la oposición democrática. Y ahora, la justicia militar contra civiles
detenidos.
¿Qué más podemos esperar? ¿Qué más tiene que pasar? ¿Hasta cuando
habrá que aguantar? Aquello que Cicerón gritó en el senado romano es
aplicable en la Venezuela presente: “¿Hasta cuando, Catilina, abusarás
de nuestra paciencia?”. Hagamos la analogía: ¿Hasta cuando, Nicolás
Maduro, abusarás de nuestra paciencia?
El régimen perdió el sentido y la sociedad toda está en la búsqueda de ese sentido. Así se puede entender las protestas pacíficas, las manifestaciones por recuperar el derecho y los derechos, la rabia reprimida por reclamar una mejor condición de vida y el grito por la libertad.
Hoy el des-orden cunde por todos lados, pero se trata de un
des-orden que intenta reencontrar el sentido perdido hace 18 años. Hoy,
los venezolanos todos queremos tener y aspiramos a un país normal. SI,
un país normal…
*Este escrito se ha inspirado en dos textos. Uno del escritor José
Saramago titulado “La cosa Berlusconi”(2009) y el otro del filósofo
inglés John Gray con su ensayo: “Polonia: en busca del sentido
perdido”(2009).