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22 mayo, 2017

Vive un nuevo amor en pareja, sin la banalidad del presente

Juan Sebastián Restrepo
En vez de sustentar las relaciones en el apego, el miedo y la comodidad, hoy te proponemos un amor sustentado en la verdad.
Todas las tradiciones espirituales han dicho, de una u otra forma, lo que la biología y la psicología han confirmado: el ser humano se construye en el amor, es decir, en una forma específica de vincularse a otros semejantes.


El biólogo chileno Humberto Maturana afirma que la humanidad no logró sus saltos evolutivos más grandes a través de la competencia, sino a partir de la cooperación y el afecto, que permitieron el surgimiento del lenguaje. Según Maturana, lo que nos hace verdaderamente humanos es el amor.

Por otro lado, el psicólogo inglés John Bowlby, y muchos de sus sucesores, desvirtuaron la creencia de que las fuerzas más poderosas del ser humano son la sexualidad y la agresión. Comprendió que nuestro instinto más poderoso es el de buscar una conexión confortable y nutritiva con nuestros semejantes. Lo que propus o, palabras más palabras menos, es que nacemos diseñados para amar a unos pocos semejantes que nos ayudarán a proteger de los embates y tormentas de la vida.

El amor como conocimiento

Esto me lleva a una doble reflexión. La primera es que vivimos un momento de creciente aislamiento emocional y de deterioro de los vínculos y las relaciones. Cada vez son más frágiles los vínculos familiares, cada vez son menos las comunidades de apoyo, cada vez nos sumergimos más y más en conglomerados humanos, físicos o virtuales donde la calidad del vínculo es el anonimato. Las estadísticas indican que el número de personas que viven completamente solas se ha multiplicado. Las comunicaciones se han vuelto mediatizadas: microtextos, correos electrónicos, fotografías o videos. Estamos entrando a un punto de colapso de la ecología emocional que nos sostiene como especie: los vínculos emocionales se están secando y perdiendo sus fuentes y recursos.

Es, también, una denuncia de la filosofía contemporánea. Byung-Chul Han, el más destacado exponente de la filosofía alemana, sostiene que el hombre contemporáneo se corroe a sí mismo en su carrera narcisista hacia el éxito del capitalismo salvaje, y se agota en la nada y en la depresión, como consecuencia de rechazar la existencia del otro y de no asumir que el otro es la raíz de nuestras esperanzas, porque solo el otro da pie al amor, al eros, al vínculo. Y es el amor, en palabras del filósofo, el que genera el conocimiento.

La segunda reflexión es que el amor en pareja está siendo el receptáculo que llena el vacío dejado por otros vínculos perdidos como la familia extensa, la amistad, la comunidad. Pero, además, la pareja contemporánea ya no obedece, como la pareja de la primera mitad del siglo pasado, a condicionamientos distintos al vínculo emocional. La pareja de hoy se junta por amor. El arte del amor en pareja, la capacidad de establecer vínculos profundos, seguros, nutritivos, liberadores y duraderos, será una de las competencias determinantes para la salud mental del siglo XXI.

Pero dicha empresa es un reto cuando la cultura nos invita a contactos que evaden el vínculo real: pornografía barata, «amores líquidos» –el término es de Zygmunt Bauman– donde el compromiso es proscrito, y la vida fácil de una soledad resignada, cómoda y sin contradicciones. Si seguimos los mandatos y tendencias culturales, el erotismo del alma quedará reducido a un cómodo onanismo carente de imaginación, generosidad y arte.

Creo, no obstante, que de la mano de la necesidad de un arte del amor, va agarrado un profundo y frustrante desconocimiento de las condiciones que lo harían viable y fecundo. Todos anhelamos secretamente la profundidad de ese encuentro; mientras tanto, vivimos la frustración de su imposibilidad.


Un amor humano

Y es así porque los estereotipos amorosos que propone nuestra cultura son mentirosos. Nos venden un amor puro, pero el amor es humano; nos venden amor eterno, pero el amor es presente e incertidumbre; nos venden una idea de fidelidad, pero la verdadera lealtad empieza por serse fiel a uno mismo. Y sobre todo, esto es lo más importante: nos venden un amor fácil que nos salve, cuando el amor debería acabar con nuestro egoísmo y con nuestras mentiras. El amor es el mayor trabajo, la gran exigencia y el reto sublime.

Para empezar a entender las bases de un vínculo amoroso profundo, debemos entender cómo las relaciones de pareja son catalizadores de nuestra dinámica neurótica, o mejor, de nuestra dinámica no erótica. Por eso, empezar a desarrollar el arte del amor empieza por visitar la propia oscuridad y las propias pasiones. Si bien es cierto que nuestra vida neurótica es gobernada por la ignorancia, la aversión y el apego, los vínculos amorosos intensifican estas poderosas fuerzas cuando no han sido elaboradas interiormente. Todos lo hemos vivido: el apego destructivo de un «encoñe», el miedo constante de perder el objeto amado y las mentiras compartidas sobre las que construimos aquello que nos atrevemos a llamar amor.

Preguntémonos: ¿para qué el amor? Hagámoslo para que el amor empiece por un acto de consciencia. Porque unos aman para escaparse de la vida y otros aman para vivir la vida. Una pareja puede ser un burladero, un pretexto, una cómoda fachada, un escampadero o una forma de matarse lentamente. Pero también puede ser un espejo certero, un camino hacia lo desconocido, una razón para afilar el coraje y el principio de la verdadera libertad. Por eso yo hablo del amor pequeño y del amor grande.

Propongo, para aquellos que quieren un amor grande, que hagamos una inversión de términos. Propongamos, como antídoto a los vínculos basados en la ignorancia, el miedo y el apego, un vínculo mediante el cual las condiciones primeras del encuentro sean: la consciencia y el amor por la verdad; el coraje de una vida que renuncia a la comodidad y las certezas; y el espacio que solo quiere al otro en su honda libertad.

Creo que solo así podremos cantar con la sabiduría del poeta Rilke: «El amor es la ocasión única de madurar, de tomar forma, de llegar uno mismo a ser un mundo para el amor del ser amado».