Por ERNESTO LONDOÑO / The New York Times
Dilma
Rousseff en Cambridge, Massachusetts, CreditHilary
Swift para The New York Times
Hace casi un año, los
legisladores brasileños votaron para suspender a la presidenta Dilma Rousseff
del cargo, lo que desencadenó una caída dramática para la primera mujer en
liderar Brasil. Rousseff, exguerrillera que fue torturada durante la dictadura
militar de los setenta, fue expulsada
formalmente en septiembre.
Su remoción marcó
también el fin de trece años de mandato de la izquierda con el Partido de los
Trabajadores (PT) y un cambio de nivel sísmico en la trayectoria
política del país.
Entrevisté a Rousseff el fin de semana pasado durante la conferencia sobre
Brasil organizada
por Harvard y MIT, en la cual dio un
discurso desafiante en el que advirtió que la democracia brasileña está en
peligro. A continuación, un fragmento de la conversación, con ediciones
ligeras.
¿Cómo ha sido su
rutina diaria desde que fue enjuiciada?
He leído mucho.
También me ejercito diario, practico ciclismo y levantamiento pesas. Es bueno
para el cuerpo y para la mente. Hago, en promedio, 50 minutos de ciclismo al
día.
¿Cuál ha sido el mejor
libro que ha leído desde su destitución?
¿Puedo decir
varios? Makers and Takers: The Rise of Finance and the Fall of American
Business de Hana Foroohar. También me gustó Homo Deus: A Brief
History of Tomorrow, por Yuval Noah Harari. Leo muchos géneros literarios,
de otro modo me canso. Estoy en una edad en la que también releo algunos
libros. He releído El evangelio según Jesucristo de José
Saramago y Gran sertón: veredas (Grande sertão: veredas)
por João Guimarães Rosa. Es verdaderamente hermoso.
Y ¿qué ha aprendido de
sí misma durante este periodo?
Lo que la vida nos
exige es tener coraje. Con coraje uno puede enfrentar la adversidad.
Obviamente, estoy lidiando con dificultades. Durante mi vida, tuve que
enfrentar dos golpes: uno militar y el otro por parte del congreso. Ambos
fueron extremadamente difíciles. En uno estaba la amenaza física de ser
arrestada y torturada; en el otro, una amenaza todavía mayor para toda la
población brasileña, para los derechos de sus ciudadanos y la democracia.
Si pudiera regresar en
el tiempo, ¿qué haría distinto?
Esa no es una pregunta
que me haga a mí misma normalmente. Desafortunadamente, no podemos regresar las
manecillas del reloj. Pero puedo responder de manera hipotética. Una cosa que
no habría hecho es avalar recortes extensos a los impuestos. Lo hice creyendo
que las empresas invertirían más y generarían más empleos. Pero eso no es lo
que sucedió: las compañías aumentaron sus ganancias sin invertir más. Tampoco
me di cuenta lo suficiente de que el “centro”, esa parte crucial del cuerpo
democrático que fue esencial para la lucha contra la dictadura militar, se
estaba moviendo hacia la derecha. Se convirtió en una oposición a mi gobierno.
Es como la historia del caballo de Troya, que así entra el enemigo a la ciudad.
No darme cuenta de ello fue un error.
Eduardo Cunha, el
legislador que impulsó el proceso en su contra, fue condenado
recientemente a
15 años de cárcel por corrupción y lavado de dinero. ¿Eso le provoca un cierto
sentimiento de vindicación?
No creo que la condena
de Eduardo Cunha deba considerarse una venganza personal. Antes de ser
sentenciado había un movimiento en varios sectores del gobierno para salvarlo.
La condena de Cunha no repara el hecho de que esta persona corrupta lideró el
juicio político en mi contra. Es la persona detrás de la escena dantesca que
sucedió el 17
de abril del año pasado.
Después de ser
destituida, su sucesor, el presidente Michel Temer, nombró a un gabinete
compuesto exclusivamente de hombres blancos. ¿Qué le pareció esto?
Hombres blancos,
viejos y ricos. Es un gobierno sumamente antimujeres. Me entristece, me
desanima. Primero que nada, hubo un elemento muy misógino en el golpe en mi
contra. Había dobles estándares para los hombres y para las mujeres. Me
acusaron de ser dura y severa; a un hombre lo habrían considerado firme y
fuerte. O decían que era muy emocional y frágil, pero a un hombre lo habrían
considerado sensible. Fui vista como alguien obsesionada con el trabajo y un
hombre habría sido visto como muy trabajador. También se usaron palabras muy
groseras. Me llamaron vaca como seiscientas mil veces.
En algunos meses,
cuando la presidenta chilena Michelle Bachelet deje su cargo, todos los jefes
de Estado del hemisferio occidental serán hombres. ¿Qué dice eso sobre el
empoderamiento político de las mujeres?
No es coincidencia. En
la política, las mujeres no son tratadas del mismo modo que los hombres. Las
mujeres enfrentan una discriminación desproporcionada. Eso no significa que las
mujeres sean débiles. Al contrario, son muy resilientes y capaces.
¿Cree que el PT pueda
regresar al poder en las elecciones presidenciales del año siguiente?
Tenemos una reunión
con la democracia en 2018. No importa quién gane con tal de que el juego sea
limpio y de que esta persona traiga estabilidad política y económica, así como
el regreso del crecimiento. Pero tiene que haber una elección. No es vergonzoso
perder una elección; lo que sí lo es una persona que no sabe cómo perder una
elección y aceptarlo. No puedes cambiar las reglas del juego mientras estás
jugando.
Cuando escriban su
obituario, ¿qué aspecto de su legado espera que sea destacado?
Seremos
recordados por las políticas sociales que creamos. Fue durante mi gobierno que
vencimos la pobreza. Fue durante mi mandato que consolidamos la red de
protección social. Todas estas políticas sociales fueron establecidas para
reducir la desigualdad. Ahora, la población sabe que “ellos pueden”.
Comprobamos que una de las mayores fuentes de riqueza brasileña es su pueblo.