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04 julio, 2016
Enterrar al caudillo
Opinión
Por Enrique Ochoa Antich
Luis Martínez ha escrito un libro acerca de un tema fundamental: el caudillismo. Bien escrito, transita por nuestra historia con pinceladas precisas que retratan la emergencia de nuestra larga pléyade de caudillos.
Varias ideas me vienen a la mente con su lectura:
*Que los dos momentos en los que tal vez el caudillismo natural, quizá de herencia ibérica y en general latina, pudo ser arropado por movimientos políticos y sociales colectivos, son aquéllos en los que la unidad nacional se impuso a la división. Los caudillos, por poderosos y potentes que fueran, tuvieron que someterse a esas unidades y a sus expresiones política: la unidad que nos dio la independencia (el abrazo de Bolívar y Páez en Cañafístola es su mejor expresión, alianza política y social) y la que nos dio la democracia (la Constitución del 61, mucho más consensual que la del 99, respaldada por todos, tanto que si hubiese sido sometido a referendo, habría obtenido el 95 % de los votos y no el ¿70 fue? que obtuvo la actual, herida desde el principio por el disenso). Ahora toca una nueva unidad, la tercera unidad, para lograr el desarrollo con democracia y acabe con los restos políticos de nuestros últimos caudillismos. Quizá hubo una unidad con un tipo de caudillismo peculiar: la que creó el Estado nacional, con Gómez como nuestro Luis XIV.
*Por el contrario, los momentos de fractura y división, han sido siempre el caldo de cultivo para ese fenómeno que Martínez identifica con una de sus expresiones más perniciosas: el centralismo. Su propuesta federal es, debe ser sin duda, principalísimo tema en la nueva agenda nacional. Federalismo es justamente interpretar las pluralidades dentro de un nuevo consenso institucional que permita liderazgos colectivos y no división inútil. División fue la guerra federal (con caudillos como Zamora, Falcón o Guzmán) o la decadencia del puntofijismo (con Pérez y Caldera convertidos en caudillos puros al enfrentarse a sus propios partidos).
*En el libro se menciona una de las formas más feroces de caudillismo aunque no siempre lo suponga: el militarismo. Chávez incluyó deplorablemente el militarismo en la política, y no hablo del hecho simple de poner a militares en el poder, que también, sino a la cultura, a los valores militares en la política que es civil por excelencia. Dijo que todo lo que sabía de política lo había aprendido en la Academia Militar!, por "la política es la guerra por otros medios", volteando y barbarizando la civilizatoria frase de Clausewitz que le daba gobierno político a la guerra. Caudillismo y militarismo son dos de los seis "ismos" de nuestro último caudillo junto al autoritarismo, centralismo, populismo y estatismo que tanto daño hicieron a Venezuela y nos trajo a esta crisis que padecemos.
*Me gustó mucho que en el libro se definiera al chavismo como ultraizquierda (en particular porque yo sigo siendo de izquierda pero democrática) y que, a propósito del 11A, confronta con la ultraderecha que, a su juicio que yo comparto, terminó por confiscar el 12A la rebelión popular que condujo a la renuncia del presidente. La tarea de los demócratas de hoy es aislar a estos extremos, y encontrarnos en el medio alrededor de un vasto nuevo consenso de democracia y desarrollo con inclusión social que se exprese en un gobierno de unidad nacional.
Así que felicito a mi buen amigo Luis Martínez, con quien he compartido largas década de lucha democrática y social, por este libro. Su lectura ayudará a esclarecer los caminos de la Venezuela por venir.