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13 julio, 2016

El Padrinazo



Opinión
Por José Ignacio Guedez
La Patilla

Este lunes Nicolás Maduro sorprendió a todos (incluyendo a su propia gente) con una cadena para lanzar el “Plan de Abastecimiento Soberano” bajo una premisa sin precedentes en ninguna república conocida: Todos los ministros e instituciones del país quedan subordinados al “mando único” del Ministro de la Defensa. Comienza así la transición militar en Venezuela. De esta forma Maduro se autorevocó con una renuncia tácita que anticipa la dictadura formal que se nos avecina. Se trató de una delegación plena de las competencias ejecutivas al General que ya concentra formalmente todo el poder en Venezuela (petróleo, comida, medicinas, seguridad, minería, etc). Ahora Padrino López comparte el poder con el Presidente de la República en un binomio barnizado por el trillado concepto de la unión cívico-militar, usado para disfrazar un verdadero Autogolpe. Todo bajo la mirada pusilánime de un Aristóbulo que no puede ocultar más su intrascendencia ante aquellos incautos que lo vieron como una esperanza de transición democrática.


Esta es la antesala de un escenario de dictadura formal que hemos advertido ya en varias oportunidades. Si el gobierno logra llegar al año que viene entonces Maduro podrá renunciar dejando a quien escoja de presidente encargado hasta el 2019. Lo único que tiene que hacer el CNE es convocar el referéndum revocatorio para luego del 10 de enero de 2017 (eso es en menos de seis meses) y dejar el camino libre para que el vicepresidente de turno gobierne por hasta dos años sin necesidad de ser electo popularmente. Ya hoy es fácil predecir que esa persona será Padrino López quien ha comenzado a ejercer de facto el poder y solo tiene que esperar hasta la fecha indicada para convertirse en Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. Vale aclarar que si Maduro renuncia antes del revocatorio, este queda suspendido automáticamente sin que haya forma de revocar a quien lo haya sustituido. Este es el plan del Gobierno y no es ningún secreto para nadie. Ganar tiempo con el dialogo y sobrevivir seis meses para luego concretar una transición militar durante la cual la única legitimidad será la del fusil. Lo que vimos esta semana fue la pre-renuncia y el anuncio de su sucesor. Una especie de doble endose en el que el ungido unge a otro, cual monarquía.

De lado y lado sobran negociadores de oficio que ven en la transición supuestas bondades como la de poder tomar medidas impopulares y tener la posibilidad de poner orden. No faltará quien se alumbre con los soles de Padrino y trate de ver el “vaso medio lleno”. Pero la verdad es que se trataría de una tragedia histórica y del fin definitivo de nuestra democracia. El cambio en Venezuela debe ser electoral y para eso están el referéndum revocatorio y las elecciones regionales. Lo demás es dictadura militar formal aunque sea avalado incluso por una comunidad internacional que es capaz de consentirla a cambio de una simple apertura económica como pasa ya en Cuba. Nuestro único aliado es el pueblo, quien sufre día a día la crisis en constante rebeldía esperando que la dirigencia política canalice su frustración con accione eficaces. Ante el escenario perverso de la transición militar, nuestra lucha debe ser por el cambio electoral apuntando incluso al escenario de unas elecciones generales justificadas por la ingobernabilidad y la crisis humanitaria. Para eso es lo único que pudiera servir el diálogo y la mediación internacional, para acortar la tragedia y fijar las condiciones de un proceso democrático sobrevenido con el fin de concretar un cambio urgente y global acorde con las expectativas del pueblo. Lo único que puede negociar Maduro a estas alturas son los términos de su renuncia, la cual ya anticipó con la delegación de sus funciones a la cúpula militar encarnada en esta versión roja y devaluada de Pérez Jimenez, Vladimir Padrino López