Opinión
Alfredo Toro Hardy
El Universal
El mapa de ruta hacia el 2050
se ve rodeado de tendencias diversas. Sin embargo cinco fenómenos se plantean
como determinantes: el retorno de la geopolítica; el impacto desestabilizador
del salto tecnológico; la consolidación de las energías limpias; la
polarización económica de las sociedades y el regreso de "Chindia".
El colapso de la Unión Soviética determinó, a la vez, el ocaso de la
geopolítica. La era unipolar que sucedió al fin de la Guerra Fría dio lugar a
un claro predominio de lo económico por sobre lo político en la medida en que
la potencia dominante no encontró ya rival. La lucha de esta última contra el
terrorismo, que por extensión condujo a las guerras en Afganistán e Irak, no
comprometió nunca ni su primacía ni la naturaleza del orden internacional,
haciendo de lo geopolítico una consideración secundaria. Tal período, sin
embargo, llegó a su fin. Estados Unidos se ve hoy confrontado a una rivalidad
en ascenso con una potencia económica secundaria pero en posesión de 8.500
cabezas nucleares y con una potencia nuclear secundaria pero en posesión de una
economía casi tan fuerte como la suya. Más aún, la convergencia creciente entre
Rusia y China hace preveer la conformación futura de un eje que disputará a
Estados Unidos el control de áreas de influencia neurálgicas. La ruta al 2050
se encontrará así signada por la espada de Damocles de una conflagración
mundial.
Creación destructiva
Dicha ruta irá a la vez acompañada por el avance exponencial de un conjunto de
tecnologías que se retroalimentan y todo lo abarcan. La creación destructiva de
la que harán gala desarticulará a sociedades enteras, afectando por igual a los
sectores de las manufacturas, los servicios y los recursos naturales. La
tecnología digital, de la cual son expresión la robótica avanzada y la
automatización del conocimiento, irá desplazando a la mano de obra humana en
manufactura y servicios y abaratará costos productivos por doquier. En un
primer momento se centrará en el mundo desarrollado, haciendo innecesarias las
externalizaciones al mundo en desarrollo, pero en una segunda fase arropará por
igual a este ultimo. La nanotecnología, la biotecnología y la tecnología del
genoma así como las tecnologías de la energía limpia, irán desplazando a los
recursos naturales tradicionales y, con ello, a la mano de obra asociada a
ellos. El 2050 se vislumbra rico en avances del conocimiento pero
extremadamente pobre en empleos.
Dentro de las tecnologías anteriores las de la energía renovable merecen ser
singularizadas. Estás van camino a desalojar a la matriz energética
predominante, la de la energía fósil, y con ello a los paradigmas propios de
ésta. Entre estos últimos cabría mencionar a la noción que identifica a la
energía con recursos finitos. Por definición la tecnología de la energía
renovable conlleva a un horizonte sin final, signado por la abundancia de
recursos, por el abaratamiento creciente de éstos y por el fin de la
volatilidad en los precios. En el caso de las energías solares y eólicas ello
podría conducir incluso al cero costo marginal, una vez amortizados sus costos
de investigación, desarrollo e instalación. La llegada del 2050 irá acompañada
por la fase final de consolidación de la energía limpia.
Desigualdad y polarización
La ruta hacia mediados de siglo se caracterizará, a la vez, por la desigualdad
económica y la polarización social. Ya hoy, según lo afirma la prestigiosa ONG
Oxfan, la riqueza del 1% de la humanidad supera a la del 99% restante. Más aún,
de acuerdo a The Guardian del 13 de noviembre de 2014, en Estados Unidos
la riqueza del 0,1% del tope supera al de 90% de esa sociedad. Todavía más
significativo, entre 2002 y 2007 el 1% de su población se apropió de las dos
terceras partes del crecimiento económico obtenido, pero el 0,1% de arriba se
adueñó de más de las dos terceras partes de lo acumulado por ese 1%. El salto
tecnológico no hará más que exacerbar dicha polarización a lo largo y ancho del
mundo, enriqueciendo desmesuradamente a quienes cabalgan sobre él y excluyendo
del acceso a un salario digno a una mayoría. El 2050 bien podría presentarse
como la cabal realización de la paradoja Walmart: un paraíso para consumidores
que carecen de empleo.
Por la misma ruta nos toparemos también con el regreso de China e India, un
binomio que hasta 1820 concentró el 50% de la riqueza global y que, durante
1.800 de los últimos 2.000 años, dominó la economía del planeta. Hasta hace
tres años la Banca Morgan estimaba que para el 2040 el PIB combinado de China e
India alanzaría al 52% de la riqueza planetaria. Más allá de la disminución del
crecimiento de China y del incremento del de la India, nada hace indicar que
las expectativas anteriores se contraerán significativamente. Chindia será
floreciente en el 2050.