BBC Mundo
Cargados con camas, armarios, sillas, animales, colchones –con todo lo que había en sus casas, o al menos todo lo que pudieron llevarse– cientos de colombianos cruzan el río Táchira desde Venezuela para llegar a la ciudad colombiana de Cúcuta.
Están abandonando voluntariamente sus hogares. Pero ya
superan en número al total de deportados por Venezuela desde que el presidente
Nicolás Maduro ordenara el cierre de la frontera el jueves pasado, para luego
imponer el estado de excepción en seis municipios de la zona limítrofe.
Según las autoridades migratorias colombianas, los
deportados y repatriados oficialmente por Venezuela desde el jueves pasado ya
suman 1.088, según datos que se dieron a conocer el martes en la tarde.
Pero el coronel Jaime Barrera Hoyos, comandante de la
Policía Metropolitana de Cúcuta, estima en "400 familias; más de 1.600
personas" el número de aquellas que a lo largo del día han estado cruzando
el río fronterizo.
Y el alcalde de la ciudad, Donamaris Ramírez-Paris Lobo, quien también está ahí, le dice a BBC Mundo que cree que son al menos unas 2.000.
Crucé por miedo
"Estas personas salen (voluntariamente) para que no los
registren, porque tienen la esperanza de volver algún día a Venezuela",
dice el alcalde.
Pero no todos parecen tener ese plan.
"Yo crucé por miedo, pues están atropellando a la
gente", le explica a BBC Mundo Elena Celis.
Con una gaseosa en la mano, entregada por voluntarios, la
mujer se encamina a la zona del río donde su familia está acumulando sus
pertenencias, a sólo unos metros del cauce.
"No me quedan ganas de volver a ese país", dice
del que fue su hogar durante varios años.
Aunque del otro lado de la frontera quedaron sus padres, que
son venezolanos.
Es fuerte el impacto para los habitantes de frontera,
acostumbrados a una identidad híbrida y a circular con libertad.
Como ejemplo, la definición de la propia Elena Celis:
"Soy colombiana, criada en Venezuela".
Albergues superados
A lo largo de los cientos de metros de fila de gente
cargando enseres desde el río hasta las afueras de Cúcuta, hay gente
colaborando: vecinos de Cúcuta y efectivos de la policía, que ayudan a cargar
trastos.
La policía también puso a disposición unos 20 camiones para
cargar pertenencias desde el punto en que la trocha se hace transitable hacia
lugares más seguros que la ribera del río Táchira.
Muchos de quienes cruzaron tienen familia o amigos del lado
colombiano y pueden instalarse con ellos. Pero muchos otros no.
Roger Nadin Cardona, de 60 años, llegó con sus hijos y sus
nietos: en total siete personas.
La guardia nacional "nos dijo que teníamos que
desocupar el barrio", le cuenta a BBC Mundo, sentado sobre parte de sus
pertenencias, acomodadas a su alrededor.
Cae la noche y Cardona piensa que les tocará pasarla allí.
"No tenemos para donde irnos todavía", dice.
Justo enfrente, otra familia arma una tienda improvisada,
debajo de la cual coloca los colchones que trajeron de su casa en Venezuela.
El gran número de gente que está llegando a Cúcuta ha hecho
que colapsen parte de los cinco albergues destinados para atenderlos y darles
cobijo.
Uno de ellos está en el Polideportivo las Margaritas, muy
cerca del puente que une Colombia y Venezuela: el Simón Bolívar.
Cuando BBC Mundo llega allí, una mujer en la puerta grita
que no, que ya no hay lugar, que están llenos.
El albergue es sólo para mujeres y niños. No saben a ciencia
cierta cuánta gente hay en ese momento, pero informan que unas 300 personas
pasaron allí la noche del domingo.
Tras terminar de comer unas arepas y unas sopas repartidas
por los voluntarios, Nelvis Navarro le cuenta a BBC Mundo que también había
pasado sus enseres por el río.
Tras ocho años y medio en Venezuela, donde tenía un ranchito
y trabajaba en el cafetín de una iglesia, se encontró con la sorpresa de tener
que partir.
"Después de un año, dos años, uno ya piensa que de
donde está ya no lo van a sacar", dice.
Sin embargo, a su barrio llegó la semana pasada un operativo
de las fuerzas de seguridad.
"Cuando nos dimos cuenta estábamos rodeados de guardia
especial, tanquetas", cuenta.
A ella la trataron bien. Y aunque primero pensó que la
deportarían, luego la dejaron quedarse.
"El guardia me dijo que era colombiana y que tenía que
salir, pero la gloria de Dios está en todos lados y me dejó", explica.
"Montaron a todos los demás y yo me quedé", le
cuenta a BBC Mundo.
El lunes, sin embargo, decidió cruzar a Colombia. Ya no le
ve futuro a su vida en Venezuela.
"Ya están demoliendo los ranchitos (barrio pobre), ¿y
qué nos quedamos haciendo allá?”, dice.
Y eso parecen preguntarse muchos de los que están cruzando
el río.