Opinión
Por Juan Eliécer Ramírez
elieceramirez@gmail.com
Por Juan Eliécer Ramírez
Todo proceso, sistema o modelo creado por el hombre, está impregnado de imperfección y está formado por la triada que configura el ciclo existencial de todas las cosas: nacimiento, desarrollo y decadencia. De modo que nada de lo que el hombre haga o realice durará para siempre. El tiempo de duración de un ciclo respecto del anterior, dependerá de la visión, programa y comportamiento del liderazgo conductor, lo cual marcará la relación entre líderes y seguidores, entre gerentes y gerenciados.
(...)
Cada etapa está
signada por períodos indistintos de crisis, así como de satisfacción. Un buen
ejemplo para graficar esta realidad lo vemos en el propio ciclo existencial del
hombre. En un instante de máxima satisfacción éste es procreado, para luego, al
transcurrir el tiempo previsto, salir del vientre materno, precedido de
intervalos de satisfacción y crisis, constituyendo el más trascendente, el
momento mismo del sublime nacimiento, donde se combinan ambas situaciones.
Nadie duda de que en
Venezuela estamos en el tránsito de una crisis terminal, la cual precede la
muerte de un modelo militarista, estatista, centralista, antidemocrático,
derrochador y corrupto, promovido desde un gobierno liderado por quien, defraudando
la voluntad y espíritu democrático del pueblo venezolano, luego se desvió,
sumergiéndonos como sociedad en el más retrógrado populismo, atentando incluso
contra la integridad y unidad familiar, en virtud del discurso discriminatorio,
divisionista y clasista.
Luego de casi dos
décadas de oprobio populista, somos testigos de excepción, del fugaz ciclo de
oscuridad que padecemos todos los venezolanos, ya en su etapa culminante. A
pesar de la más grande bonanza que jamás hayamos tenido como país, hoy tenemos
la inflación más alta del mundo, el aparato productivo totalmente destruido,
que ha obligado al gobierno a depender absolutamente de los recursos
provenientes de la renta petrolera y de la pesada carga impositiva puesta sobre
nuestros hombros, teniendo que importar hasta los alimentos básicos que
consumimos, fomentando empleo y riqueza en los países proveedores, mientras
arruinan el nuestro y nos hundimos en el más elevado índice de desempleo del
continente, lo que incide en la dramática situación de inseguridad personal y
jurídica, sumado a la incontrolable e impune criminalidad.
Nuestra labor, como
parte del nuevo liderazgo emergente de Portuguesa y de Venezuela, es la misma
de cualquier buen líder y/o gerente en momentos de crisis: Hacer saber a la gente
por qué su incorporación, activación y trabajo en defensa de nuestras
libertades elementales, valen la pena. Compartir nuestra visión de país,
planificar y decidir con la gente
hacia donde deseamos ir. Asegurarnos de que como equipos de trabajo, junto
a los electores y ciudadanos en general, compartimos nuestra meta común: Una
Venezuela libre, democrática y desarrollada de manera sustentable y sostenible.
Ayudar a fortalecer a la familia como célula fundamental de la sociedad.
Promover el surgimiento de un sólido y creciente aparato productivo para poder
reducir al mínimo el índice de desempleo e incentivar la repatriación de todos
nuestros compatriotas que por necesidad han emigrado o padecen el destierro.
Una de las tareas más
importantes que tenemos por delante, al inaugurar el nuevo ciclo, tiene que ser
la democratización plena de la sociedad, y eso pasa por la democratización y
modernización de las organizaciones con fines políticos, pues debe existir
coherencia entre el discurso político y la praxis política por parte de los
dirigentes y conductores políticos en la nueva democracia, que al fin de
cuentas, ha de ser nuestro legado a las sucesivas generaciones por venir.