Por Luis Bruschtein
El viernes 6 de febrero pasado, los hutíes chiítas dieron un
golpe en Yemen contra un régimen permisivo con Al Qaida donde se había
entrenado uno de los terroristas que atacó a la revista Charlie Hebdo en
París. Lo paradójico de la situación es que el golpe fue respaldado al
mismo tiempo por Irán y por Estados Unidos y que los hutíes desfilan al
grito de ¡Muerte a Estados Unidos! El Consejo del Golfo, algunos de
cuyos países están sospechados de financiar al Estado Islámico en Irak y
Siria, salió en defensa del régimen depuesto. Y, para completar la
ensalada, los países del Golfo son aliados importantes de Estados Unidos
en la confrontación con Irán.(...)
Cuando en Irán gobernaba el conservador ultrachiíta Mahmud
Ahmadinejad y en Estados Unidos el presidente era George Bush, con su
vice Dick Cheney en representación de todo el dispositivo de la
industria armamentística, los dos países estuvieron a punto de iniciar
una guerra. El lobby de esta industria maneja gran parte de la política
estadounidense y por consiguiente tiene gran influencia sobre los
Servicios de Inteligencia. Durante ese período, Israel va pasando de
gobiernos conservadores a otros ultraconservadores que insistían en
presionar a Estados Unidos para lanzarlo a esa guerra.
Con la salida de Ahmadinejad y de Bush, que fueron reemplazados por
los gobiernos más moderados de Hasan Rouhani y Barack Obama, la
situación se distendió y comenzaron negociaciones para regular el
desarrollo nuclear iraní, que se había convertido en el principal foco
de diferencias. El surgimiento de los grupos sunnitas Al Qaida y Estado
Islámico redujo también la tensión con los grupos chiítas. Pero en
Israel, el proceso de derechización del gobierno se acentuó con la
entrada del actual canciller, Avigdor Lieberman, que encabeza la
agrupación racista y belicista Yisrael Beitenu. Es decir que mientras
los gobiernos de Irán y Estados Unidos trataban de descomprimir, se
redoblaban las presiones de Israel sobre el lobby norteamericano a favor
de la guerra con Irán. Uno de los que integra ese poderoso dispositivo
es Paul Singer, la cabeza del principal fondo buitre que hostiga a la
Argentina.
Este domingo, el líder supremo de Irán, el religioso Alí Jamenei,
dijo que estaba dispuesto a cerrar un acuerdo nuclear con Occidente. Fue
una señal enorme para lo que ha sido el discurso agresivo del régimen
iraní. Pero el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu dijo también
este domingo, en una reunión de gabinete, que “vamos a hacer todo y
tomaremos cualquier acción para frustrar este malo y peligroso acuerdo”.
Este escenario alocado de cruces y alianzas se verifica en Siria,
que empezó con una alianza de todos contra el gobierno sirio y giró
hacia una guerra de todos contra el Estado Islámico, que al comienzo
había sido apoyado por los sauditas, Kuwait, los emiratos y también por
el gobierno turco ligado a los Hermanos Musulmanes de Egipto. Pero el
gobierno israelí no está preocupado por los terroristas sunnitas de
Estado Islámico o Al Qaida, como el resto de Occidente, sino por la
agrupación chiíta libanesa Hezbolá, ligada a los iraníes y que combate
al Estado Islámico en Siria. El gobierno israelí mira con inquietud que
las potencias occidentales desvíen su atención hacia el terrorismo
sunnita y aflojen la tensión con Irán.
En este terrible berenjenal navegó la investigación de la causa
AMIA, sobre todo vinculada a los servicios de Inteligencia de Estados
Unidos e Israel a través del ex director de operaciones de la SIDE,
Antonio Stiuso, y del jefe de la Unidad Fiscal AMIA, Alberto Nisman,
quien intervenía en la causa desde el año 1997, desde el gobierno de
Carlos Menem, que fue el que acordó la participación de estos servicios
extranjeros en la investigación. Es indudable que el origen de la
campaña contra el memorándum con Irán se origina en ese escenario
geopolítico complejo que tiene poco que ver con la investigación de la
causa AMIA, al que, sin embargo, Nisman había priorizado por sobre la
investigación misma.
La campaña comenzó cuando la Cancillería israelí expresó su rechazo
al memorándum, y al poco tiempo apareció un supuesto documento interno
de la Cancillería iraní difundido por dos periodistas que dijeron
haberlo visto pero que nadie mostró, que sólo podía haberse originado en
la Inteligencia israelí. Al revés de lo que sucedía con los gobiernos
de Menem y de la Alianza, al gobierno kirchnerista le interesó siempre
más el esclarecimiento del atentado que sus efectos en esa geopolítica
tan compleja y delicada.
El punto más escabroso de esta situación es que desde
hace varios años el fiscal Nisman prácticamente no había realizado
ningún otro aporte para la causa AMIA, que había quedado planchada. Y,
en cambio, había dedicado todos sus esfuerzos al memorándum que tanta
irritación había provocado en los sectores proclives a la guerra con
Irán. No era su prioridad como fiscal, sino la de esos sectores. La suya
tendría que haber sido la investigación. Pero su última acción no fue
en función de la investigación de la causa AMIA, sino una denuncia donde
el memorándum se convertía en parte de una operación casi elemental
contra el gobierno argentino. Esa denuncia no estaba sustentada en
pruebas sino en una visión política, y no tenía ningún peso jurídico. La
única razón por la que esa denuncia pudo trascender fue la muerte
trágica del fiscal, lo cual hace aún más oscuras las circunstancias en
que se produjo . TOMADO DE PAGINA 12 - ARGENTINA .