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15 junio, 2014

El desarrollo científico de Venezuela


Luis Fuenmayor Toro

Hace poco, dos expertos en políticas científicas y tecnológicas, Rafael Palacios Bustamante e Ignacio Ávalos, se refirieron al tema de nuestro desarrollo científico y tecnológico presentándonos una situación nada halagadora en relación con el sector. Es bien sabido que lo que nos separa en última instancia del mundo desarrollado es la abismal diferencia a favor de éste entre nuestras ciencias; también se sabe que el conocimiento es el instrumento liberador más poderoso, aunque también puede ser utilizado en la dominación de unos pueblos por otros. Son verdades de Perogrullo en el mundo entero menos en Venezuela, donde sus dirigentes han permitido el estancamiento científico e incluso su retroceso en forma alarmante.(...)

El desarrollo científico tecnológico de Venezuela requeriría de inversiones 15 veces mayores a las actuales, tanto para financiar las actividades de investigación científica actual y futura, y la creación y recuperación de la infraestructura de todo tipo: laboratorios, unidades y centros e institutos de investigación. El otro gran aspecto es la formación de investigadores en los más avanzados centros mundiales de investigación, así como en el país en aquellas áreas todavía activas, abarcando desde las investigaciones dirigidas a satisfacer nuestras carencias, resolver problemas e impulsar el desarrollo, hasta el dominio del conocimiento de punta y de las ciencias básicas, única forma de dar sustentabilidad a todo el aparato científico.
La formación del personal profesional, técnico y auxiliar requerido, la creación y funcionamiento de talleres de mantenimiento y reparación de equipos sofisticados, el sostenimiento de publicaciones científicas, multidisciplinarias inicialmente; el financiamiento de la publicación de los trabajos producidos en revistas prestigiosas extranjeras y de la asistencia de nuestros investigadores a congresos internacionales, la organización de eventos realmente científicos en el país, el fortalecimiento de los postgrados nacionales, que significaría un apoyo importante a las universidades, inicialmente a las capaces de realizar estas actividades con calidad, y la creación y mantenimiento de bibliotecas y centros de información electrónica avanzados en las áreas científicas, tecnológicas y humanísticas, son programas básicos de una política científica seria.
Un aspecto vital es el establecimiento de una remuneración adecuada de los investigadores y de todo el personal de apoyo, que guarde relación con la formación y méritos de los científicos y establezca diferencias según su productividad. Los investigadores deberán además tener la condición de ser docentes. Finalmente, se requiere de un plan de becas agresivo que garantice la formación del talento básico requerido en una década, para luego acordar una programación de la formación de doctores ajustada a los planes que se vayan elaborando. Es importante eliminar de una vez y para siempre esa ideologizante y estúpida confusión entre las ciencias y los saberes populares y ancestrales.