Luis Fuenmayor Toro
Hace poco, dos expertos en políticas científicas y tecnológicas,
Rafael Palacios Bustamante e Ignacio Ávalos, se refirieron al tema de nuestro
desarrollo científico y tecnológico presentándonos una situación nada
halagadora en relación con el sector. Es bien sabido que lo que nos separa en última
instancia del mundo desarrollado es la abismal diferencia a favor de éste entre
nuestras ciencias; también se sabe que el conocimiento es el instrumento liberador
más poderoso, aunque también puede ser utilizado en la dominación de unos
pueblos por otros. Son verdades de Perogrullo en el mundo entero menos en
Venezuela, donde sus dirigentes han permitido el estancamiento científico e
incluso su retroceso en forma alarmante.(...)
El desarrollo científico tecnológico de Venezuela requeriría
de inversiones 15 veces mayores a las actuales, tanto para financiar las
actividades de investigación científica actual y futura, y la creación y
recuperación de la infraestructura de todo tipo: laboratorios, unidades y
centros e institutos de investigación. El otro gran aspecto es la formación de
investigadores en los más avanzados centros mundiales de investigación, así
como en el país en aquellas áreas todavía activas, abarcando desde las
investigaciones dirigidas a satisfacer nuestras carencias, resolver problemas e
impulsar el desarrollo, hasta el dominio del conocimiento de punta y de las
ciencias básicas, única forma de dar sustentabilidad a todo el aparato científico.
La formación del personal profesional, técnico y auxiliar
requerido, la creación y funcionamiento de talleres de mantenimiento y reparación
de equipos sofisticados, el sostenimiento de publicaciones científicas,
multidisciplinarias inicialmente; el financiamiento de la publicación de los
trabajos producidos en revistas prestigiosas extranjeras y de la asistencia de
nuestros investigadores a congresos internacionales, la organización de eventos
realmente científicos en el país, el fortalecimiento de los postgrados
nacionales, que significaría un apoyo importante a las universidades, inicialmente
a las capaces de realizar estas actividades con calidad, y la creación y mantenimiento
de bibliotecas y centros de información electrónica avanzados en las áreas
científicas, tecnológicas y humanísticas, son programas básicos de una política
científica seria.
Un aspecto vital es el
establecimiento de una remuneración adecuada de los investigadores y de todo el
personal de apoyo, que guarde relación con la formación y méritos de los científicos
y establezca diferencias según su productividad. Los investigadores deberán
además tener la condición de ser docentes. Finalmente, se requiere de un plan
de becas agresivo que garantice la formación del talento básico requerido en
una década, para luego acordar una programación de la formación de doctores
ajustada a los planes que se vayan elaborando. Es importante eliminar de una
vez y para siempre esa ideologizante y estúpida confusión entre las ciencias y los
saberes populares y ancestrales.