Los primeros
meses del año no han sido fáciles para los gobiernos de Argentina, Ecuador y
Venezuela: tres de los bastiones del llamado Socialismo del Siglo
XXI.
La gestión de
Cristina Fernández de Kirchner es desaprobada por más del 60% de los
argentinos, preocupados por temas como la seguridad, el desempleo y, sobre
todo, la delicada situación económica de los últimos meses. En las pasadas elecciones
locales, el mandatario ecuatoriano Rafael Correa y su movimiento Alianza
País, perdieron las alcaldías más importantes del país (Quito,
Guayaquil y Cusco). A raíz de ello, Correa declaró una crisis de gabinete y
pidió la renuncia de todos sus ministros.(...)
La situación más
delicada es la de Venezuela. El pasado 12 de febrero iniciaron las
movilizaciones convocadas por los estudiantes en contra del Gobierno de
Nicolás Maduro, en un contexto de creciente inseguridad y escasez. Desde
entonces, han pasado tres semanas continuas de protestas y enfrentamientos
entre manifestantes y autoridades (ver: La insurrección de la clase media
venezolana).
¿Qué le espera
al Socialismo del Siglo XXI en el corto, mediano y largo plazo? ¿Es
posible leer estos eventos como síntomas de su declive?
Carlos Alberto
Montaner Cuba
Periodista y
escritor cubano. Vicepresidente de la Internacional Liberal
El estatismo y
el clientelismo, que siempre van de la mano unidos por el gasto público y
la extendida corrupción, ya fuera durante la época colonial española u hoy con
el Socialismo del Siglo XXI, nunca mueren del todo. Son ideas y conductas
zombies, y ya se sabe que los zombies no mueren del todo; reaparecen, arruinan
los países y luego vuelven a la tumba, pero más adelante regresan caminando
torpemente para hacer nuevos destrozos.
Ahora estamos
en la fase en que les toca esfumarse. La derrota de Rafael Correa y de Cristina
Fernández de Kirchner son todo un síntoma. Pero nadie debe proclamar que esa
empobrecedora manera de gobernar va a ser erradicada por la experiencia.
Vivimos en un continente indiferente a la realidad.
Es triste,
pero es así.
Carlos Sabino Argentina
Sociólogo,
historiador y escritor
El Socialismo
del Siglo XXI tiene una debilidad intrínseca: gasta más de lo que produce.
Hay gobiernos que comparten su discurso pero en realidad tienen una política
financiera bastante sana y no tienen por ahora mayores problemas. Pero
Venezuela y Argentina tienen dirigentes que no entienden lo mínimo de economía
y, por lo tanto, gastan sin mesura.
Venezuela
ahora está fuertemente endeudada y no tiene ingresos ni para las importaciones
básicas; ni siquiera una subida de un 20 o 30% del precio del petróleo -muy
improbable desde luego-, podría salvarla: la escasez y la inflación continuarán,
con una pavorosa devaluación del valor real del bolívar, que pronto estará a
100 por dólar.
Ante esa
situación una población ya al límite de lo que puede soportar seguirá sin duda
con las protestas. Eso no quiere decir que el Gobierno de Maduro vaya a caer de
inmediato, pues se necesitará algo más que protestas callejeras para
derrotarlo. Maduro (y otros líderes igual o más poderosos que él) tienen un
enorme aparato de seguridad y están armados hasta los dientes. Lucharán hasta
el fin. No veo probable -todavía, al menos- un golpe de Estado clásico.
Por eso creo que la lucha será larga y, muy probablemente, se hará más
sangrienta.
Cómo ideología,
el Socialismo del Siglo XXI es muy débil: no tiene una teoría detrás, es
solo una expresión de descontento ante la vieja política, con algunos tintes
socialistas y fascistas. Pero no hay nada sólido detrás. Si se le quita su política
asistencialista y sus prácticas socialistas (expropiaciones, controles, etc.)
no queda nada en el fondo. Por eso, después de la muerte de Chávez, quien sí
tenía carisma, esta ideología ha perdido toda su magia. Hace años que no se
expande y, en Latinoamérica, triunfan ahora los izquierdistas moderados o el
centro. Realmente no le veo mayor futuro, lo cual no quiere decir que
desaparezcan las medidas de corte socialista en muchos países, sobre todo en
cuanto a la política social.
FUENTE: Revista Perspectiva