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06 marzo, 2014

Protesta Popular Y Política


Por Margarita López Maya



Estas semanas se oyeron diversas interpretaciones sobre la protesta que ha tomado las calles de muchas ciudades del país.

Una señala la protesta como irracional: “Es un estallido de rabia”. Esa interpretación es una media verdad, pues suele haber ira en la protesta, pero su dimensión más importante es racional.

Otra la elogia o desprecia, sin tomarse el trabajo de comprenderla, porque solo busca manipularla. Ocurre en el discurso oficial, cuando celebra el Caracazo como gesta “heroica” y considera las protestas de hoy “intentos desestabilizadores”. Es el mismo discurso del pasado, solo que sustituyó a los responsables, que antes era el castrocomunismo y ahora es la derecha fascista.

Partidos opositores desconfían de ella. Algunos endilgan a líderes radicales su virulencia. Consideran que no tiene objetivos claros, y que de continuar traerá frustración, debilidad y desmovilización en su gente. Creen necesario “encauzarla” lo antes posible. Hay algo de razón, porque la protesta tiene motivaciones múltiples y siempre hay movimientos sociales y políticos, como hoy el estudiantil o Voluntad Popular, que han contribuido a movilizarla. Pero son solo catalizadores de un malestar acumulado, actores que ayudan a que se exprese políticamente. (...)


La protesta callejera que vivimos, concretada en masivas marchas, concentraciones, guarimbas y cadenas humanas, es un recurso político de sectores sociales que no encuentran canales institucionales de comunicación y resolución de conflictos con el poder. La acentuada subordinación de los poderes públicos al chavismo, así como la reducción del número de medios de comunicación que expresen el pluralismo político del país son el combustible de la política de la calle. Si el poder opta por hacerse el sordo y sigue reprimiendo, mantendrá condiciones para que esa protesta continúe. Si la oposición corre a encauzarla antes de comprenderla e interactuar con ella para que entre ambas encuentren formas democráticas y contundentes de presionar al poder para que se abra ejercicio democrático del poder, creará más frustración y debilitará su legitimidad. Escuchar, dialogar y comprender a esa resuelta multitud son desafíos tanto para el poder como para líderes opositores.