Aunque la inversión fue millonaria, sectores dicen que la promesa
de generar inclusión con diversas expresiones no se cumplió y se convirtió en
un medio para promover ideas oficialistas.
Por: Óscar Güesguán
Hugo Chávez fue presidente de Venezuela hasta el 5 de marzo de
2013 y dejó de serlo no por la decisión soberana del pueblo, sino por el
llamado de la muerte.
De su gestión lo que más resuena es la compra de armamento a Rusia
—US$5 mil millones—, el cambio en la Carta Política del país e incluso la no
renovación de concesiones de señales a canales de oposición; sin embargo, los
fondos que el fallecido presidente dispuso para el Ministerio del Poder Popular
para la Cultura a través del Consejo Nacional para la Cultura — dependencia
manejada por la presidencia—, poco más de US$1.000 millones (según el Observatorio
Venezolano de Políticas Culturales), no hay que perderlos de vista.
El interés desbordado por promover las manifestaciones culturales
hizo que ‘El Comandante’ sobrepasa la inversión hecha por sus predecesores
entre 1986 y 1998, unos US$ 26,8 millones, es decir el 2,6% de lo invertido por
Chávez.
El debate entre los artistas no radica necesariamente en si hubo o
no dinero para el sector, sino en la exclusión que algunos de ellos consideran
que se presentó con su trabajo, para los museos, los teatros, las artes plásticas
y las galerías, mientras que los de la otra orilla consideran que las
expresiones populares como el teatro callejero y el malabarismo recobraron
vigor y espacio.(...)
Jacobo Alexánder Vargas, un artista urbano colombiano que vivió en
Venezuela ocho años, desde el inicio de la gesta de la Revolución Bolivariana,
asegura que con Chávez las puertas del Ministerio Popular de la Cultura se
abrieron y los ciudadanos se interesaron por aprender artes circenses como
oficio. Con este nuevo aire, recuerda ‘Coco’ (como es conocido Jacobo), muchos
extranjeros llegaron al país. Todos fueron recibidos en misiones financiadas
por el gobierno, que presentaban espectáculos en zonas alejadas donde antes los
habitantes no habían visto presentaciones de malabares y espectáculos
circenses.
Por otra parte, una funcionaria de un museo de Caracas, quien pidió
reserva de su identidad, dice que no cree que se haya formado un movimiento
cultural compuesto por personas de otras nacionalidades. “No pienso que se haya
formado un movimiento cultural de extranjeros. No hay interés en el arte
contemporáneo. Más bien hay un rechazo porque son consideradas prácticas
burguesas”.
En 2005 el gobierno chavista creó el Ministerio Popular de la
Cultura, una cartera que antes no existía y que fue constituida para difundir y
apoyar la cultura popular. Sin embargo, desde sus inicios recibió fuertes críticas
por promover exclusivamente valores nacionalistas y tradicionales dejando a un
lado otras expresiones culturales.
La artista visual Lucia Pizzani, ganadora del Premio Eugenio
Mendoza (uno de los más importantes del sector en Venezuela), asegura que
aunque en principio los artistas venezolanos estuvieron entusiasmados, al poco
tiempo se desilusionaron del proyecto cultural de ‘El Comandante’. “Muchos
artistas intentaron ser parte de un cambio que prometía hacer el arte más
participativo y masivo”, dice. No obstante, los lineamientos se fueron
radicalizando cada vez más apuntando hacia la promoción de las ideas políticas
de la revolución.
El responsable de empezar este proyecto fue Francisco Farruco
Sesto, uno de los ministros que más tiempo estuvo dentro del gabinete del
presidente Chávez y quien definió en el artículo “The Revolution of Conscience”,
realizado por Boris Muñoz y publicado en Harvard Review Latinoamérica, lo
sucedido en el ámbito cultural de su país como “un debate entre el elitismo
exclusivo del pasado y la revolución integradora del presente”.
Revolución que en cabeza de Farruco tuvo grandes logros en lo que
a cine se refiere. El expresidente de la Villa del Cine, José Antonio Varela
(en una entrevista transmitida por Venezolana de Televisión), dijo que entre
2001 y 2005 la producción cinematográfica apenas alcanzaba 20 películas por año.
A partir de ese año y hasta 2011 la cuenta iba en 91 trabajos, todos
producidos, rodados y escritos por el gremio nacional.
Pese a ello, su gestión en esa cartera recibió fuertes críticas
producto de casos de corrupción, sobre todo el del Teatro Teresa de Carreño,
donde se destinaron US$3’265.180 (a cambio de mayo de 2013) en 2006 para su
ampliación, que según la prensa de ese país no se vieron reflejados ni en la
infraestructura del lugar ni en la programación cultural.
En 2007, Hugo Chávez cubrió el 50% de la programación con actos
políticos en ese teatro. Esta situación persistió durante su período
presidencial e incluso fue repetida por el alcalde de Maracaibo entre 2008 y
2009, Manuel Rosales, quien utilizaba el Teatro Baralt de Maracaibo para actos
de proselitismo político.
En ese orden, más de siete espacios culturales de renombre en
Venezuela, según un trabajo realizado por Lisseth Boon (periodista del periódico
El Mundo), estuvieron en peligro de extinción por falta de fuentes de
financiación, escasa programación cultural y fallas arquitectónicas. Entre
ellos están el Teatro Alberto de Paz y Mateos, el Ateneo de Caracas, el Teatro
Municipal Alfredo Sadel, el Teatro Juárez y el Teatro Cajigal.
Una funcionaria pública, quien pidió reserva de su identidad,
aseguró que la medida de eliminar fundaciones autónomas y museos, a los que se
les permitía la inversión privada y pública, desembocó en una crisis para el
funcionamiento de estos escenarios. “Eran fundaciones que podían recibir
subsidios públicos y privados. Con la creación del Ministerio estas
instituciones pasaron a una plataforma que prohíbe los subsidios privados y se
recortaron los presupuestos operativos”.
Aunque parte del sector presentaba estas carencias, el chavismo
vio en José Antonio Abreu y en el éxito de Gustavo Dudamel —ambos miembros del
Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles en Venezuela, financiado por el
estado venezolano— la perfecta vitrina para su política cultural y social,
otorgándole generosos y merecidos recursos, asegura el artista Alexánder Apóstol.
La Villa del Cine, donde se invirtieron US$13 millones, es uno de
los lugares que más ha propiciado el trabajo continuo del gremio en Venezuela.
Sin embargo, Apóstol recuerda que “allí se priorizaron los proyectos que
fomentaran la visión del Estado o permitiendo sólo aquellos que no lo
contradijeran”.
Sin embargo, todavía ronda la duda de si el interés de ‘El
Comandante’ radicaba en la difusión de la tradición popular o de consagrarse
como una figura mesiánica en un país en el que antes de su presidencia no sólo se
invertía poco en este rubro, sino que, como en los países vecinos, se miraba más
hacia fuera que hacia dentro.
Hoy la incertidumbre radica en el papel que debe desempeñar la
cultura en un lugar con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela desde el deceso
de Chávez, que ha demostrado su incapacidad de liderar un país en medio de la
crisis. En 2013, según el propio Maduro, la inflación cerró en 56,2%, una cifra
que calificó de “inusual” y que representa una tasa “especulativa” producto de
una “burbuja económica”. También anunció un índice de escasez que llegó, según
el Banco Central de Venezuela, al 22,4%.
Los
pronunciamientos de Maduro sobre la cultura han sido escasos. Ahora, en medio
de manifestaciones por el inconformismo con su gestión que han generado la
muerte de cinco personas y que tiene a un líder de oposición, Leopoldo López,
tras las rejas, el estandarte que Maduro prometió sostener, el de la paz, se
quedó en promesas en medio de su eufórica victoria electoral.