Viendo
los afiches con los cuales el alcalde del municipio Libertador ha tapizado
media ciudad y hasta los espacios del Metro no puede sino venir a la memoria
aquel viejo y sabio refrán que reza: "dime de qué alardeas y te diré de
qué adoleces".
En efecto, quien tanto se ufana de su amor incondicional
por la ciudad es el mismo que ni pestañea frente al delito de lesa humanidad (y
leso urbanismo y lesa arquitectura) que día a día adelantan las huestes de la
Gran Misión Vivienda en Fuerte Tiuna.
Es el
mismo que aceptó sin rubor que sus camaradas del Concejo Municipal aprobaran,
sin siquiera un simulacro de discusión, la modificación de la ordenanza de
Parque Vargas que sustituye verde por concreto, una operación que los
diligentes activistas de la GMV habían iniciado antes incluso de que la
propuesta de modificación entrara en Cámara; es el mismo que promueve la
construcción en La Rinconada de dos sobredimensionados estadios para el deporte
profesional mientras escuelas y hospitales de la ciudad van en ruinas.(...)
El
acertijo empieza a despejarse cuando se consulta la fecha de esas desbordadas
declaraciones de amor, porque faltan apenas semanas para que se ponga en juego
el cargo del que ha disfrutado impunemente durante los últimos cuatro años: el
tufo electorero emana entonces de todos los poros.
Pero la
guinda de la torta es que las frenéticas declaraciones de este ya más bien
ajado Romeo del siglo XXI no son gratuitas sino que cuestan dinero contante y
sonante; que no lo pone él sino que, aunque usted, distraído lector, no lo
crea, lo sustrae del bolsillo ¡de la cortejada! Lo demuestra de manera
irrebatible el reportaje publicado en el diario El Nacional hace exactamente
una semana donde se constata que los recursos para publicitar esa pasión salen
de las arcas de la Alcaldía que el cortejador preside.
Y es que
la pudrición que ha invadido al régimen ha superado todo límite, en el caso que
nos ocupa no sólo el del sentido del ridículo, también el del respeto a sí
mismo: es difícil calificarlos de cínicos, porque uno supone que el cinismo,
por deplorable que sea, requiere de un cierto refinamiento o, cuando menos,
sutileza.
Apenas
merecen el calificativo de atorrantes.
Caracas,
por supuesto, ha tenido quien de verdad la amara y para no entrar en bizantinismos
se mencionarán apenas dos de ellos: Carlos Raúl Villanueva y José González
Lander.
Ninguno
sin embargo incurrió jamás en necedades retóricas porque sabían, recordando
otro refrán popular, que "amores son obras y no buenas razones".
El 8-D es la ocasión para mandar a
las duchas a estos farsantes de medio pelo, los que en apenas 14 años han
puesto a nuestra capital en los últimos lugares de la región, y empezar la dura
y paciente labor de su reconstrucción.