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07 diciembre, 2013

LOS QUE AMAN LA CIUDAD


 AUTOR
Marco Negrón

Viendo los afiches con los cuales el alcalde del municipio Libertador ha tapizado media ciudad y hasta los espacios del Metro no puede sino venir a la memoria aquel viejo y sabio refrán que reza: "dime de qué alardeas y te diré de qué adoleces".
En efecto, quien tanto se ufana de su amor incondicional por la ciudad es el mismo que ni pestañea frente al delito de lesa humanidad (y leso urbanismo y lesa arquitectura) que día a día adelantan las huestes de la Gran Misión Vivienda en Fuerte Tiuna.
Es el mismo que aceptó sin rubor que sus camaradas del Concejo Municipal aprobaran, sin siquiera un simulacro de discusión, la modificación de la ordenanza de Parque Vargas que sustituye verde por concreto, una operación que los diligentes activistas de la GMV habían iniciado antes incluso de que la propuesta de modificación entrara en Cámara; es el mismo que promueve la construcción en La Rinconada de dos sobredimensionados estadios para el deporte profesional mientras escuelas y hospitales de la ciudad van en ruinas.(...)

El acertijo empieza a despejarse cuando se consulta la fecha de esas desbordadas declaraciones de amor, porque faltan apenas semanas para que se ponga en juego el cargo del que ha disfrutado impunemente durante los últimos cuatro años: el tufo electorero emana entonces de todos los poros.
Pero la guinda de la torta es que las frenéticas declaraciones de este ya más bien ajado Romeo del siglo XXI no son gratuitas sino que cuestan dinero contante y sonante; que no lo pone él sino que, aunque usted, distraído lector, no lo crea, lo sustrae del bolsillo ¡de la cortejada! Lo demuestra de manera irrebatible el reportaje publicado en el diario El Nacional hace exactamente una semana donde se constata que los recursos para publicitar esa pasión salen de las arcas de la Alcaldía que el cortejador preside.
Y es que la pudrición que ha invadido al régimen ha superado todo límite, en el caso que nos ocupa no sólo el del sentido del ridículo, también el del respeto a sí mismo: es difícil calificarlos de cínicos, porque uno supone que el cinismo, por deplorable que sea, requiere de un cierto refinamiento o, cuando menos, sutileza.
Apenas merecen el calificativo de atorrantes.
Caracas, por supuesto, ha tenido quien de verdad la amara y para no entrar en bizantinismos se mencionarán apenas dos de ellos: Carlos Raúl Villanueva y José González Lander.
Ninguno sin embargo incurrió jamás en necedades retóricas porque sabían, recordando otro refrán popular, que "amores son obras y no buenas razones".
El 8-D es la ocasión para mandar a las duchas a estos farsantes de medio pelo, los que en apenas 14 años han puesto a nuestra capital en los últimos lugares de la región, y empezar la dura y paciente labor de su reconstrucción.