SEMANA.COM
Por Catalina
Lobo-Guerrero
De
tanto denunciar supuestos complots provenientes de Colombia el gobierno
venezolano pierde credibilidad. .
Al
fallecido presidente venezolano Hugo Chávez Frías le sobraba talento para echar
cuentos. Alguna vez, incluso, contó que la vida en Marte se había extinguido
por culpa de las fuerzas oscuras del capitalismo. Y es que el capitalismo, el
imperialismo, la derecha, encarnadas en la CIA, los presidentes George W. Bush
o Álvaro Uribe, o la burguesía de su país, eran los villanos por excelencia en
sus historias, en las que con frecuencia él representaba al héroe en peligro.
Durante sus 14 años de gobierno Chávez denunció al menos en 36 ocasiones
distintas que se estaba fraguando un plan en su contra.(...)
Efectivamente,
el gobierno capturó a Frederic Laurent, un militar francés que confesó sus
planes homicidas en 2009. Y en 2004 fueron apresados casi 100 ciudadanos
colombianos conocidos en Venezuela como los célebres ‘paracachitos’, que
atentarían contra el presidente. Los colombianos fueron encarcelados y
liberados tres años después, pero aún quedan varias dudas sobre el caso.
Después
de este incidente y del golpe del 2002, en el que Chávez sí fue víctima de una
conspiración para derrocarlo y nombrar en su reemplazo al expresidente de
Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, hoy refugiado en Colombia, este país ha
sido visto por el chavismo como el territorio en el cual se cuecen todo tipo de
conspiraciones en su contra. Así lo señaló también el canciller Elías Jaua hace
unos días y anunció que, en un próximo encuentro entre los presidentes Nicolás
Maduro y Juan Manuel Santos, entregarán pruebas de lo que han venido
denunciando en los últimos meses.
Desde
que estaba en campaña, Maduro aseguró que el expresidente Álvaro Uribe, con
quien casó su primera pelea por Twitter, se había aliado con la ultraderecha
venezolana para matarlo. A los pocos días, dijo que Uribe había unido esfuerzos,
además, con el estratega político Juan José Rendón y con el exfuncionario del
Departamento de Estado norteamericano, Otto Reich.
El
cuento cambió luego de que el líder opositor, Henrique Capriles, visitó al
presidente Juan Manuel Santos hace dos semanas en Bogotá. Según la canciller
María Ángela Holguín, Maduro había sido informado de antemano, precisamente
para evitar un roce diplomático con Venezuela. Aun así, se armó la crisis. Pero
en vez de bajarle el tono al impasse, Maduro sugirió luego que el propio Santos
se había reunido con Uribe y Rendón, y que era cómplice de un ‘plan perfecto’
para atentar contra su vida, el cual incluía inocularle un veneno. “Yo sé lo
que estoy denunciando, lamento que el presidente Santos se haya prestado a esta
jugada”, dijo Maduro en esos días, pero anunció en seguida que estaba dispuesto
a recomponer las relaciones y a reunirse con el mandatario colombiano.
Dos días
después, sin embargo, la historia dio otro giro, cuando el exministro de
Defensa venezolano y conductor de un programa de televisión, José Vicente
Rangel, dijo sin presentar pruebas concretas que la oposición venezolana había
comprado 18 aviones en Estados Unidos, que estarían en camino a una base
militar colombiana para lanzar desde allí un ataque a Venezuela. Al día
siguiente el ministro del Interior, Miguel Rodríguez Torres, anunció la captura
de unos presuntos sicarios colombianos, supuestamente vinculados a la banda
criminal de Los Rastrojos y de Chepe Barrera, que estaban ya en territorio
venezolano para atentar contra Maduro.
El presidente venezolano, que se autodenomina “el
hijo de Chávez”, enfrenta problemas económicos serios y de legitimidad política
tras las elecciones, pero al parecer no domina aún el arte de utilizar teorías
conspirativas en tiempos de crisis como lo hacía su mentor. Como el Pedro de la
fábula infantil, mientras más grita ‘lobo’, más inverosímil resulta el cuento
de que lo quieren asesinar desde Colombia.