(I parte)
por:Jesús
Francisco Gómez.
La angustia
recorre las avenidas y calles de La Isabelica sin que nadie se atreva a
hablar. El miedo es visible en las caras alargadas de los transeúntes que
bajan y suben de las camioneticas abarrotadas de pasajeros y dentro de ella, el
silencio se siente como tumbas abandonadas. Es una paranoia total ante la
inseguridad: “Todos sospechan de todos” _ ¿Quiénes serán los asaltantes en esta
ocasión?_. Sólo, de vez en cuando y con sobresalto, interrumpidas por charleros
que irrumpen inesperadamente en el interior de ellas, algunos, bajo amenazas,
exigiendo dinero, y otros, ofreciendo sus mercancías vencidas poniendo en riesgo
la salud de quien lo adquieran y consuma _¡Si hubiese empleo no ocurriera
esto!_ .
Mientras
tanto, la buseta sigue el sube y baja, de parada en parada, sorteando
huecos, aguas blancas y negras que la desidia e irresponsabilidad de los entes
gubernamentales no han podido solucionar. A la altura del Ateneo, a través de
la ventanilla, se ven aceras deterioradas en un charco de negras aguas
adornadas de una montaña de basura y moscas y un poco más allá, sobre ellas,
una cola de personas que con cartones encima de sus cabezas, guareciéndose de
un sol inclemente de media mañana, luchan por llegar a un camión de PEDEVAL, el
gobierno juega con la necesidad del pueblo para someterlo con el hambre _ Las
expropiaciones acabaron con la agroindustria nacional, los campos son solo
“camposolos”; casi todos los alimentos son traídos del exterior dándole empleos
a obreros y campesinos de otros países_.
La vida
en La Isabelica parece, lamentablemente, acostumbrarse a la situación
política y económica que vive el resto del país y eso es preocupante; Un
pueblo no puede permanecer sumiso, debe ser crítico ante el gobierno.
La
camionetica continúa su trayecto por La Isabelica al igual que nuestra
Venezuela, sin saber quién será el próximo pasajero en abordarla y la sorpresa que
éste traiga consigo.
JFGLRB/chuitoelderosa.