G. González Blanco
Chávez ha sido quizás el más importante
y trascendente líder del panorama político venezolano en los últimos 200 años.
Sin ser particularmente inteligente e instruido supo compensar estas fallas con
un estilo personal y un enorme carisma que no se había visto en
gobernante alguno del mundo occidental. Cuando yo lo conocí era un analfabeto
comunicacional. Años mas tarde se convirtió en un fenómeno mediático de rango
mundial Fue alguien capaz de literalmente hipnotizar millones de
venezolanos para hacerles creer que el era la solución de sus ingentes
problemas. Era una especie de demiurgo que tenía sus más acendrados
partidarios en los barrios populares que fueron los más castigados por el mal
gobierno y donde el malandraje cobra diariamente decenas de vidas
e impone su voluntad. Yo recuerdo con asombro una pancarta enarbolada por
humildes ciudadanos en una de aquellas frecuentes y gigantescas
manifestaciones de apoyo a Chávez a comienzos de este siglo, que decía en
toscos caracteres “Con Hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”. Y sin duda
que así fue. De otra manera no sería posible explicar la notable tanda de
victorias electorales y políticas que el personaje logró en estos larguísimos
casi 14 años. Chávez hizo lo que le vino en gana cuando le dio su perra
gana y aun le sobró tiempo para ser un factor decisivo en muchas partes del mundo
de los oprimidos. Los opositores de Chávez no vieron luz. Siempre estuvieron
buscando explicaciones de este dominio casi absoluto y unipersonal del
caudillo. Los escribidores y opinadores escuálidos no pegaron una.
Hasta los aborrecibles Vargas Llosa, Naim y Krauze todavía se
arrechan cuando se acuerdan del zambo que los ridiculizó a placer. Los
contendores de Chávez todavía andan buscando las razones de las palizas
recibidas: que si el ventajismo del CNE y del gobierno en general, que si
la regaladera, la petrochequera y otras estupideces que llevaron a la oposición
a un paroxismo del que todavía no sale. Ayudado por la extrema imbecilidad de
sus rivales que cometieron
aquella monumental estupidez de entregarle la
Asamblea, Chávez ni corto ni perezoso, se cagó en el alma de la flor y
nata del escualidismo criollo y comenzó una carrera de abusos constitucionales
que lo llevó a prostituir todas las instituciones del estado. Allí no quedó
títere con cabeza. Los últimos vestigios de la precaria separación de poderes
que existía en el puntofijismo desaparecieron en su totalidad. Se inició una
época donde la inteligencia y el conocimiento sólido eran anatemas y se
prefería el servilismo y la adulancia abyecta. La concentración de poder
político y económico en las manos del ahora aspirante a momia fue total a
partir del colosal disparate del 2005.
Pero siempre hay un pero. Por mala
fortuna para nuestra aporreada patria el hoy cadáver malbarató todo ese inmenso
poder político y una no menos notable fortuna nacional en un disparatado y
caprichoso modo de gobernar. O mejor dicho, Chávez nunca gobernó como se debe
gobernar. El sustituyó la acción lógica de un buen gobierno por la emisión de
decenas de eslóganes en “Aló Presidente” y la creación de esos flagelos de la buena
administración y símbolos de lo que no se debe hacer que son las abominables
Misiones. Fueron incontables las órdenes, contraórdenes y disparates que al
adulante e insoportable coro de “así, así es que se gobierna” eran
acogidos como proezas de buen gobierno por la delirante multitud de jalabolas
presentes. Cuando no, el tercio fungía ser un experto en toda vaina que se le
ocurriera y empezaba a elaborar unos toscos gráficos que delataban una tremenda
incultura aritmética, que no matemática. Lo horrible era que estos disparates
eran ucase para la cáfila de bribones que constituía el tren ejecutivo
Y
así lentamente, desastrosamente, fuimos llegando a este estado agudo de
oclocracia que padecemos, de esta impunidad desatada, de la injusticia
generalizada, de la corrupción rampante, de la moneda vuelta mierda, de una
deuda que ya lleva visos de ser impagable, de los altos funcionarios
vergonzantes, de la intromisión militarista y de la incompetencia generalizada.
Por eso es que yo creo que la muerte de Chávez, no importa ni como ni
cuando ni donde, mas pronto que tarde resultará en una bendición para el país.
Desaparecida esa singularidad humana ya es hasta posible que la apaleada y a
menudo incompetente oposición pueda ganarle a cualquiera de los mediocres
áulicos que heredan al caudillo. La pelea Capriles Vs Maduro es mucho más
pareja que una contra el monstruo Chávez.