El
resultado lo determinó un estudio realizado por investigadores de la
Universidad de Liverpool. Se demostró que la actividad cerebral se dispara
cuando el lector se encuentra con palabras inusuales, pero se queda quieta
cuando el contenido se expresa en lenguaje coloquial.
Los
investigadores de la Universidad de Liverpool la tienen clara: leer poesía
durante una terapia pude ser más efectivo que los libros de autoayuda.
La
conclusión se desprende de un estudio, publicado por el periódico inglés Daily
Telegraph, en el que se monitoreó el cerebro de 30 voluntarios, primero
mientras leían poesía y después, mientras leían los mismos pasajes pero pasados
a lenguaje coloquial.
Los
resultados mostraron que la actividad cerebral se dispara cuando el lector se
encuentra con palabras inusuales o con estructuras semánticas complejas, pero
se queda quieta cuando el contenido se expresa en lenguaje coloquial.
El tema
es que la poesía afecta al hemisferio derecho del cerebro, donde están los
recuerdos autobiográficos, y ayuda a reflexionar sobre ellos y a ponerlos en
perspectiva.
“La
poesía no es sólo una cuestión de estilo. La descripción profunda (...)
de
experiencias añade elementos emocionales y biográficos al conocimiento
cognitivo que ya poseemos de nuestros recuerdos”, explicó uno de los profesores
encargados del ingenioso estudio.
Los
expertos señalaron que esos estímulos se mantienen durante un tiempo, y
potencian la capacidad de atención del individuo.
Así, leer
a Shakespeare o a T. S. Elliot incentiva la mente y puede ayudarnos a poner
nuestros problemas en perspectiva.
Sabido
esto, la siguiente duda que asalta a los investigadores está relacionada con
las adaptaciones que se realizan de algunos clásicos de la literatura, Charles
Dickens, por dar un ejemplo, para acomodar su lenguaje a las expresiones de la
lengua actual, facilitando así su comprensión. Se los comprenderá mejor, sí,
pero ¿seguirán siendo igual de útiles? ¿Seguirán potenciando nuestra atención?