José Guerra
Publicado en Opinión
Al
despuntar el año 2013, la economía abre con un conjunto de desequilibrios que
ameritan la adopción de medidas, que de postergarse pudiesen agravar esos
desbalances. La opción de quedarse paralizados esperando instrucciones y
directrices desde La Habana, carece de sentido. Cuando se examinan las cifras
del comportamiento de la economía, lo primero que sobre sale es un favorable
crecimiento económico de 5,5% y una desaceleración de la tasa de inflación
hasta el 19,9%. Ciertamente esas son cifras buenas. No obstante un examen más
cuidadoso y completo de los datos pone en evidencia que esa expansión de
5,5% del PIB se explica en más de un 70% por los significativos aumentos de
apenas tres sectores de la economía, el financiero, la construcción y el
comercio. Actividades claves como la industria manufacturera, la agricultura y
el petróleo permanecen estancadas. Con relación a la menor tasa de inflación,
esta se ha logrado a costa de generar escasez, que a la larga potencia la
inflación como ya se puso de manifiesto en diciembre cuando la tasa de
inflación superó al 3,3% en ese mes, para reflejar por alzas durante
cuatro meses corridos.
Un
conjunto de problemas que se abaten sobre la economía pueden propiciar
que se pierda el crecimiento de 2012 y se acelere la inflación. En primer
lugar, existe un serio problema fiscal, tal como se evidencia en el cuadro
anexo, donde se aprecia que el déficit fiscal alcanzó una cota que amerita su
corrección. Un exceso de gasto sobre los ingresos fiscales de 17,0% del PIB no (...)
lo tiene ninguna economía en el mundo. Ese déficit en 2012 se financió en buena
medida mediante la impresión de dinero por parte del BCV. La interrogante que salta
a la vista es si el gobierno podrá gastar en 2013 los mismos cincuenta puntos
del PIB que erogó en 2012. Ello luce difícil de pensar, a menos que se propicie
un desplazamiento financiero del sector privado por parte de un gobierno
sediento de recursos. Todo indica que algún tipo de ajuste del gasto habrá que
realizar durante 2013. Ya el ministro Giordani avanzó la tesis de que lo
regalado se debe acabar y que por tanto hay que pagar por los servicios
públicos.
En segundo
lugar, persiste una brecha cambiaria de más de 300% entre el tipo de cambio
oficial y el tipo de cambio del mercado paralelo. El mercado oficial de cambios
está severamente presionado por el exceso de demanda a un precio francamente
ridículo que hace que el mejor negocio en Venezuela sea tratar de hacerse de
una licencia para importar, sobre facturar esas importaciones y luego voltearse
al mercado paralelo y hacer una ganancia fenomenal en corto tiempo. Además, el
BCV no cuenta con la liquidez requerida para soportar la demanda de divisas al
tipo de cambio oficial. Ello ha hecho que Cadivi reduzca las autorizaciones
para adquisiciones de divisas con la cual parte de la demanda se ha desviado al
SITME, donde los importadores se encuentran con el hecho de que este mecanismo
redujo en más de 70% las asignaciones de moneda extranjera, todo cual ha
generado una demanda no satisfecha que va directo al mercado paralelo donde
quienes tiene dólares no venden, esperando la depreciación del bolívar. La
solución a este problema mantiene divididos al BCV y al Ministerio de Finanzas,
debido a la terquedad que impera en este despacho para reconocer que hay que
abrir un mercado de divisas donde quienes soliciten divisas las puedan adquirir
transparentemente en un mercado regulado y con participación activa del BCV,
precedido esta acción por un ajuste importante de la cotización oficial y la
reestructuración inmediata del SITME.
El tercer problema es el desabastecimiento que está
provocando el control de precios y la aplicación arbitraria de la Ley de
Costo y Precios Justos. Y lo que viene es peor porque los burócratas de este
organismo envalentonados porque según ellos la inflación está disminuyendo,
pretender extender la fijación administrativa de precios a todos los rubros de
la economía. En verdad es incomprensible que unos funcionarios, el ministro de
Finanzas y el presidente del BCV no adviertan el peligro para la estabilidad de
los precios de una expansión de la liquidez monetaria de más de 60,0%, un
déficit fiscal de 17,0% del PIB y una depreciación del bolívar en el
mercado paralelo suprior al 50,0% en seis meses.