Bruno Gallo
Desde hace algún tiempo el gobierno viene usando un eslogan publicitario según el cual "lo extraordinario se hace cotidiano" y la verdad es que nunca vi tanto acierto en una frase de este gobierno.
Basta con mirar los enroques ministeriales, la inflación, los huecos en las calles, los racionamientos de energía, la destrucción de Pdvsa, la recolección de basura en la mayoría de las ciudades, la incapacidad del gobierno… para saber que lo inaceptable ya se ha hecho cotidiano.
Pero, de todas las cosas que hemos ido aceptando como cotidianas y que realmente son extraordinarias la que más me sorprende es la alharaca del señor presidente cuando dice cosas como que “vienen por mí” o “me quieren fuera del poder” o “ellos no se van a conformar con ganar la Asamblea Nacional”.
De verdad, lo que más me sorprende es que los venezolanos nos tomemos en serio, la cara que pone cuando alerta sobre la intensión de un sector del país de sacarlo del poder.
La verdad es que ese comportamiento además de infantil, lo que denota es su visión profundamente antidemocrática de la política. Lo normal, en democracia, es que los que se oponen al gobierno quieran sustituirlo, es decir, que los conservadores quisieran sustituir a los liberales, que los federales quieran ganarles a los centralistas, que los demócratas quisieran derrotar a los republicanos.
Se imaginan lo ridículo que habría sonado que el Carlos Andrés Pérez de 1976 dijera “lo que pasa es que Luis Herrara Campins quiere sacarme de Miraflores”. Obvio, así es la democracia y eso es lo que significa la palabra alternabilidad que aparece en la Constitución y que tanto esfuerzo ha hecho la revolución por olvidar.
Lo verdaderamente extraordinario es que alguien quiera permanecer en el poder por siempre, que crea que todo intento por sacarlo del poder es una conspiración y la denuncie con pucheros como quien corre hacia su madre acusando a sus amiguitos.
Que intente penalizar un ejercicio humorístico en el que se imagina a Venezuela sin él. Claro. La intención de cualquier oposición seria es llegar al poder, convencidos de que su proyecto político y su capacidad para gobernar son superiores y ventajosas para el país.
Y claro que quien piensa, cual monarca, que su gobierno debe ser vitalicio, relaciona su salida del poder con la muerte y eso explica las constantes denuncias de magnicidio.
Pues, no señor Presidente. No dudo que existan sectores muy minoritarios que, como usted en 1992, quieran llegar al poder por un atajo, pero hoy por hoy la enorme mayoría de quienes queremos verlo fuera del poder queremos que eso sea en su momento y por una avalancha de votos.
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