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23 febrero, 2011

ENTRE PAPELES Y TINTA

JUGAR CON LA SOBERANIA
En Venezuela en los últimos años la controversia política ha utilizado tan frecuentemente la palabra soberanía que ésta ya forma parte del lenguaje cotidiano. De una y otra parte se hacen acusaciones o se levantan banderas en torno a la soberanía, que si la estamos perdiendo, que si se ha entregado a intereses extranjeros, por un lado y, por el otro, que determinadas acciones tienen la intención de reafirmarla, de preservarla como valor esencial de nuestra noción de patria.

Así que la soberanía es solo un pretexto para pelearse, para vociferar quien es más patriota, a quien le duele más el país. En el fondo, el concepto de soberanía queda en eso, unas ellas y sentidas palabras para adornar un discurso.

Dentro del alboroto que se ha armado por la aprobación de la Ley Habilitante para el Presidente Hugo Chávez por parte de la Asamblea Nacional, hay episodios que revelan que esos actores políticos de hoy terminan haciendo exactamente lo que consideran inaceptable en sus adversarios.

Cierto que es censurable e inaceptable que, por ejemplo, un miembro de nuestras fuerzas armadas o cualquier representante de un ente gubernamental, tenga que estar bajo la supervisión de un funcionario cubano, como denuncian los opositores al gobierno de Chávez, pero igualmente se atenta contra la soberanía cuando se acude a una instancia como la OEA que hoy no es más que una pieza, que el poder económico internacional mueve a su antojo y que tiene su centro de acción en los Estados Unidos.

A los venezolanos no nos sirve ni lo uno ni lo otro, esas falsas sentimientos de soberanía que chavistas y opositores pregonan. La soberanía es indiscutible y se ejerce cabalmente cuando somos capaces de asumir y resolver cualquier situación que se nos presente sin estar subordinados a intereses extranjeros vengan de donde vengan.

¿A QUIEN LE DUELEN LAS JUNTAS PARROQUIALES?
Con demasiada tranquilidad la ciudadanía recibió la decisión del parlamento nacional de despojarla de su derecho a elegir a los miembros de las instancias de poder más cercanas a ella como son las Juntas Parroquiales. Un claro retroceso en la vida democrática y es preocupante que un hecho de tal envergadura se reciba con una conformidad que alarma.

Siempre cuestionamos los sistemas donde las elecciones son de segundo o tercer grado, como en los Estados Unidos, y decimos con orgullo que aquí si hay democracia, que cada ciudadano vota directamente en cualquier elección. Ahora comenzamos a parecernos a los “menos democráticos”., pues pasar del voto directo de cada vecino a ir a una asamblea donde se escogerán unos voceros que luego decidirán por toda la comunidad es simplemente pasar de más a menos democracia. Además, una asamblea puede ser fácilmente manipulada.

Quizás la indiferencia ante ese hecho se deba a la inoperancia en que cayeron las Juntas Parroquiales, un tanto provocada por la asfixia aplicada por las alcaldías que las convirtieron en simples dependencias municipales. De cualquier forma, borrarles totalmente su independencia no era la solución, reactivarlas, redimensionarlas, era lo correcto.

EL ARMA DEL TERROR
Los delincuentes han descubierto que no hay mejor arma que infundir terror y así lo hacen a toda hora y en todas partes en unidades del transporte público. La actitud amenazante, el lenguaje violento surte quizás tanto efecto como un revólver o un arma blanca. El argumento es lo de menos, que si necesitan plata para enterrar a un amigo, un hermano, hasta la amenaza directa de estar dispuestos a todo si no se les da dinero.

Los usuarios del transporte público viven horas de angustia y temor cada vez que suben a esas unidades, los embarga el miedo a ser agredidos y hasta perder la vida. Las autoridades, los empresarios del transporte y las comunidades deben idear planes conjuntos para combatir esta situación que afecta seriamente la seguridad de miles de personas, que ya se ha convertido en un problema de salud pues la angustia genera un estrés colectivo.