Vistas de página en total
11 enero, 2011
Medellín, la arquitectura y la señora Rosalba
Hay mucha gente en Medellín que, sin saber leer, sabe explicar cómo la arquitectura ha cambiado su vida. Cerro de Santo Domingo, aislado pero pegado a la ciudad; 250 mil habitantes; media de asesinatos por día: 35… en sus calles se respiraba venganza, desánimo y olor a nauseabundo de la convivencia densa sin cloacas. Puede ser un espejo de la situación de cualquiera de los barrios que rodean nuestras ciudades, si, las venezolanas, los mismos cerros que a veces visitan nuestros políticos para buscar votos en época electoral y aquellos también que los mismos olvidan el resto del tiempo, es decir, casi siempre.
El metro-cable, un funicular que parte del río Medellín y que comunica ese barrio de autoconstrucción con muchas calles por las que no cabe un carro no lo quería la gente pero terminó siendo la punta de lanza para generar el cambio e inyectar la esperanza.
De la mano de una Hada Madrina llamada “EDU”, Empresa de Desarrollo Urbano, que comenzó con cuatro arquitectos y cuarenta abogados, (que no es igual a cuarenta ladrones), se unió el tiempo, la confianza y el desear una vida mejor de sus habitantes.
John Octavio Ruíz es uno de los hacedores de esta historia que se fué con la ley por delante a legalizar los “ranchos”, dándole propiedad primero a sus ocupantes y a partir de allí emprendiendo una política de “urbanismo para la equidad” de manos con el barrio. Punto vital, la continuidad: cuando hubo elecciones y cambió el partido al mando, el siguiente alcalde no alteró un milímetro esa política urbana… surgió así la confianza y luego la esperanza.
Fue entonces cuando comenzaron los “talleres imaginarios”. Cada vecino dibujaba lo que había sido su antiguo barrio, su idea de casa para el presente y lo que imaginaban que sería su hogar en el futuro.
.-¿Pero cómo hiciste John Octavio? ¡Con ese tipo de gente sólo sirve la mano dura!
.-“La intervención violenta no genera apego, allí llegué haciendo acupuntura”, respondió.
Y efectivamente, la “EDU” comenzó estableciendo prioridades: red sanitaria y evitar inundaciones antes que nada. Allí no hubo ideas brillantes, imágenes lúdicas ni pálpitos a las tres de la mañana. Se rehizo luego la norma para variar los anchos de las calles, de las aceras, las vías de salida durante las emergencias. Sólo con flexibilidad se logró trabajar. Y es que cuando la gente en vez de oír frases vomitivas, revolcarse en los caminos polvorientos y dormir con cantos de guerra, le entregan seriedad, capacidad y respeto, allí los vecinos se volcan. Fue el pueblo el que levantó viviendas y aceras.
.- “¿Qué les parece?”, pregunta una vecina. “Lo que nos costó ese muro de contención, lo ve cómo sigue perdiendo un poco de agua?”.
No hay una valla ególatra en el barrio que te restriege quien hizo lo que debía por tí…no están flashes tapiando la realidad, pero tampoco un papel por el suelo… ellos mismos limpian las calles, organizan sancochos y los niños después de mucho tiempo, juegan al aire libre…
Que nadie se confunda, el cerro de Santo Domingo no es el paraíso. La gente vive en casas o pisos de 22 metros cuadrados. Muchas ventanas no tienen cristales, pero las paredes son de ladrillo y los techos no tienen goteras y tienen baño y agua corriente. Hace ocho años no lo tenía…por las ventanas de algunos pisos se ven televisiones de plasma.
Con el metro-cable construido, lo siguiente fue terminar con las inundaciones. La gente que habitaba en la quebrada fue realojada en bloques de pisos de 22 metros cuadrados con cocina abierta, terrazas a dos lados (con vistas a la ciudad y a la calle) y con zona comunitaria abajo. El paso del rancho al piso no es siempre fácil. En un tercer piso hay una panadería. Con las calles saneadas y ordenadas llegaron nuevos comercios: alguna farmacia. Se sienten los espacios públicos, las plazas, los bancos, arboles y zonas verdes. .. hay incluso dos oficinas bancarias.
“Luego llegó la cultura”, apunta John Octavio señalando al Parque Biblioteca España, un tótem de tres cuerpos pétreos con la forma del funicular. No es lo que podemos denominar un edificio ejemplar: en algunas zonas no ventila, no permite trabajar sin luz artificial, pero estando allí uno es consciente de cómo la arquitectura icónica puede a veces plantar un reclamo capaz de sembrar orgullo e identidad entre los vecinos. ¡Ah! también hay una ludoteca en un barrio donde las mujeres llevaban generaciones sin saber lo que era tener un minuto para respirar.
“Poner en una hoja de vida (currículum) que vivías en este barrio era el salvoconducto para no conseguir un empleo”. Habla Rosalba, la representante de la comunidad. Cuenta cuánto le costó convencer a sus vecinos.¿Por qué creyó ella? No tenía nada que perder. Uno de los 30 muertos de una noche fue un hijo suyo. El asesino salió de la cárcel para construir la biblioteca España. Con el tiempo se convirtió en el líder de los reinsertados. Y llamó a la nueva puerta de la recién hecha casa de la señora Rosalba para pedir perdón.