Vistas de página en total

15 noviembre, 2010

Plaza Caracas, entre caraqueños te veas...


Embellecimiento de la Plaza O'Leary en el Silencio y de la parroquia San Agustín de nuestra capital.

Por Giuseppe Pipitone
Twitter. @gpl27
Correo: Giuseppe_Pipitone@hotmail.com

La magia del Bicentenario

A pocos meses de cumplirse el mes de abril de 2010, desde el seno de la esfera gubernamental había preocupación: estaba llegando la celebración del bicentenario de la independencia y Caracas, lugar donde se realizaría el acto central y que recibiría a personalidades del mundo político, lucía una de sus peores caras. Las calles llenas de huecos, las aceras destrozadas, el casco histórico central en ruinas, las pocas fuentes de agua no funcionaban desde hacía varios años, el problema de la basura sin solución, en fin, la capital venezolana daba vergüenza ajena. Estaba impresentable.

Mientras tanto, en otros países latinoamericanos que también estaban por celebrar tan importante fecha, como, por ejemplo, México, el despliegue había comenzado años atrás. Las publicidades que se presentaban en televisión eran verdaderamente fantásticas, pues mostraban lo mejor de México: su cultura, arquitectura, la hermosura de sus paisajes y otro cúmulo de cosas que hacían sentir a los mexicanos orgullosos de su gentilicio. Daba gusto ver que hubo un esmero, casi de categoría cinematográfica para demostrarle al mundo que el país azteca sí vale la pena.

Mientras tanto, en Venezuela, se trabajaba a paso veloz. Los fines de semana los funcionarios públicos tenía la obligación de salir a recuperar los espacios citadinos que permanecían en el abandono, cosa que se hacía sin la supervisión de personas especializadas que pudieran orientar el trabajo. Por su parte, el gobierno local se esforzaba por asfaltar las principales avenidas, pintar y reconstruir fachadas de lugares históricos y, parapeteando, se logró el objeto: mostrar una Caracas diferente, más amable, a todas las personas que nos visitarían en esa fecha. Luego de 19 de abril, la euforia por mantener la imagen de la ciudad se fue desvaneciendo. Hoy, las pocas cosas que pudieron recuperarse, dejaron de funcionar, las fuentes de agua sirven de criadero para el mosquito patas bancas y para que personas inescrupulosas echen allí sus desperdicios.

Las edificaciones patrimoniales volvieron a deteriorarse, pues el cuidado que se le dio no fue el adecuado y la misma gente no tiene cultura de conservación. En definitiva, la magia del bicentenario nos duró muy poco. Hay que empezar a crear ciudadanía, a educar a las personas. No es posible que vivamos pensando que el venezolano es así y no puede cambiar. Estoy seguro que sí, pero hace falta mucha voluntad política.